Ante un suceso tan brutal como el de los cobardes atentados terroristas de París, ocurridos la noche del pasado viernes, no se puede permanecer indiferente, nadie debe permanecer indiferente. Frente al vil terrorismo, no caben las medias tintas, ni los paños calientes: hay que mojarse, no vale el querer nadar y a la vez guardar la ropa… A varios colegas cervantistas la dura noticia de lo sucedido en París nos golpeó en nuestra última noche de estancia en Saint-Étienne, en cuya Universidad Jean Monnet habíamos celebrado durante dos días (el jueves 12 y el viernes 13) nuestro Coloquio Internacional «Cervantès et don Quichotte depuis le XXIe siècle / Cervantes y don Quijote desde el siglo XXI», amistosamente coorganizado por los equipos CELEC-EA 3069 (Université Jean Monnet de Saint-Étienne), GRISO (Universidad de Navarra) y CHER-EA 4376 (Université de Strasbourg).
La locura y la sinrazón, literarias, de nuestro querido don Quijote, bien están; en cambio, la locura y la sinrazón, reales, de estos nuevos bárbaros del siglo XXI, solo sirven para causar un dolor inmenso y sin sentido, y todos nosotros (tanto los políticos como los ciudadanos de a pie) no podemos ni debemos permanecer indiferentes frente a ellas. El poeta Antonio Machado, en otras circunstancias históricas también dramáticas, escribió que «Es más difícil estar a la altura de las circunstancias que au-dessus de la mêlée». Confiemos en que, en esta nueva “contienda” (otros tiempos, otros métodos de combate…), todos sepamos estar “a la altura de las circunstancias”, cada uno en el lugar y desde la responsabilidad que le corresponda ocupar. Entre todos, con firmeza y unidad, con coraje pero sin ira ni deseo de venganza (sí del muy legítimo de justicia), lograremos vencer este terrorismo yihadista, igual que en España el terrorismo de ETA fue afortunadamente derrotado —tras décadas de dolor, sí, y tras décadas de lucha contra él también— por los valores representados por la justicia, la democracia y la libertad. No me cabe duda de que estamos en guerra, y creo que cuanto antes lo asumamos todos, mejor. Una guerra no convencional, esta de la yihad urbana, y una guerra —esto es muy importante destacarlo— que no se libra entre religiones o culturas. Es algo mucho más sencillo que eso, tan sencillo como una guerra entre la civilización y la barbarie, entre las luces de la razón y la ceguedad de la locura; en suma, una guerra —la eterna guerra— entre el Bien y el Mal. A mi parecer, las cosas se presentan aquí con claridad meridiana. De un lado están la paz, el progreso, los valores democráticos y la defensa de los derechos humanos (libertad, igualdad, fraternidad…), valores que no son exclusivos de ninguna religión o cultura, sino que en todas pueden tener cabida y desde todas deben ser defendidos. De otro lado están el odio, el fanatismo, la intolerancia y la opresión, males que también pueden darse, y de hecho se dan, en unas y en otras. Sencillamente, piense cada uno, y decida en conciencia, en qué lado del combate quiere estar en esta guerra…
Me uno a tu dolor, estoy con las víctimas.
Querido Carlos, desde mi apartada orilla brasileña me adhiero totalmente a tu justa indignación. Y sobran más palabras…
Del lado de la luz y la cultura y de la libertad y del pensamiento. Lo contrario, lo que nos demuestran cada día es odio, negación, intolerancia, también fanatismo religioso donde no hay más que una verdad, la suya. Y donde la mujer es un objeto cuyo sentido está exclusivamente en el hombre que la posee. Es un terrorismo global en el que no hay frentes