«El caballero del Cid», de José Luis Olaizola: valoración final

El caballero del Cid, de José Luis OlaizolaEn otro orden de cosas, hay que destacar que el autor sabe imbricar con acierto los dos planos de la narración, los elementos históricos y los de ficción. No es solo que el Cid, en medio de sus campañas en el Levante, halle tiempo para interesarse por las cuitas amorosas de Efrén; también doña Jimena y sus damas siguen con interés la hermosa historia de amor que viven, con muchas dificultades, Efrén y Rucayya. En fin, cuando el muchacho logra encontrar el famoso tesoro que buscaba, los hombres del Cid lo venden y con el dinero obtenido compran armas para el ejército, que servirán para la conquista definitiva de Valencia. Por medio de pequeños detalles como estos se fusionan ambos planos de la obra.

La novela, en la que no han faltado las aventuras y los amores, termina con un desafío, un duelo caballeresco en el que van a estar en juego el honor de un caballero cristiano y el alma de una delicada doncella. En efecto, al final, Efrén desafía a Abid Muzzafar por felón y traidor; este ordena a un sayón que le rompa al joven dos dedos de la mano derecha y dos costillas (para asegurarse de combatir con ventaja), pero cuando pelean el tercer viernes de junio de 1089, el joven logra vencer y, en lugar de perdonar a su enemigo, lo degüella, dejándose llevar por el odio. Entonces Rucayya le dice que no puede ser su esposa, por haber matado a su hermano, que le pedía clemencia. Efrén se da cuenta de que va a perder para siempre el único amor de su vida y decide profesar en Cardeña, de la misma forma que su amada va a hacerlo en las benedictinas de Estella. La melancolía tiñe su alma y siente un total despego por la vida, de forma que ahora pelea temerariamente en las luchas del Cid. Pero será el propio don Rodrigo quien facilite a Efrén la solución para un final feliz, al ordenarle que saque a Rucayya del convento y se case con ella. Los vendedores de noticias —nos dicen las últimas líneas del relato— hablan de un caballero indomable que combate con una sola mano y que marcha con el ánimo muy alegre hacia Navarra…

El final es abierto, pero esperanzado: no se cuenta el desenlace definitivo, pero se adivina la posibilidad real (facilitada por el Cid) de la unión feliz de Efrén y Rucayya. Es a lo que apuntan las palabras que leemos en la contracubierta del libro: «El caballero del Cid, novela con toda la frescura de los romances fronterizos y de las primeras novelas artúricas, transportará al lector a aquel tiempo en que Europa era aún tan joven que el más grande de los héroes épicos hacía un alto en su guerrear para propiciar que la historia de amor del más gentil de sus caballeros tuviera un alegre final». Es esta, en suma, una novela amena y fácil de leer, con buenas dosis de amores y aventuras, que puede contribuir a acercar, de forma indirecta, al conocimiento del personaje del Cid entre un público amplio.

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