Juan Bautista Avalle-Arce (Buenos Aires, 1927-Pamplona, 2009) es una de las figuras señeras del Hispanismo del siglo XX. Formado primero en el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires y luego en la Universidad de Harvard con sus maestros Amado Alonso y Raimundo Lida, su investigación ha iluminado aspectos de numerosos autores, géneros y obras, desde las crónicas medievales y el Romancero hasta escritores contemporáneos como García Lorca, pasando por la novela pastoril, la caballeresca, las crónicas de Indias, Lope de Vega, etc. En todo caso, el verdadero núcleo de su producción ha sido Cervantes, cuya obra no solo ha analizado en profundidad escudriñando sus entresijos estéticos e ideológicos, sino que además la ha editado (toda su narrativa —La Galatea, el Quijote, las Novelas ejemplares, el Persiles— y los entremeses). En la inmensidad de la bibliografía cervantina, sus monografías y colectáneas de artículos, así como los volúmenes que coordinó para reunir los trabajos de los más prestigiosos cervantistas, constituyen referencias fundamentales y de obligada consulta, en especial Deslindes cervantinos (1961), Suma cervantina (1973) —en colaboración con E. C. Riley—, Nuevos deslindes cervantinos (1975), Don Quijote como forma de vida (1976), «La Galatea» de Cervantes cuatrocientos años después (Cervantes y lo pastoril) (1985) y Enciclopedia cervantina (1997). Sólida erudición, profundidad de pensamiento y una amena claridad expositiva de sus doctas ideas son algunas características destacadas de sus escritos cervantinos, que forman, en palabras del propio crítico, «un mini-sistema planetario»[1].
No resulta tarea fácil ofrecer aquí una semblanza completa y cabal de Juan Bautista Avalle-Arce como cervantista —sin duda alguna, uno de los más destacados de todos los tiempos. Tuve ocasión de conocer personalmente a don Juan Bautista en el tramo último de su vida, cuando —finalizada ya con la jubilación su dilatada trayectoria académica en los Estados Unidos— había regresado a España, a las raíces geográficas y familiares, para residir primero en San Sebastián y luego en Enériz (Navarra). Antes, claro, sus trabajos cervantinos habían constituido para mí objeto de lectura y estudio, pero en esos años, aprovechando la gozosa circunstancia de su cercana residencia, desde la Universidad de Navarra Avalle-Arce fue invitado, en distintas ocasiones, para dictar algunos seminarios y conferencias, y más tarde para recibir un merecido homenaje académico, brindado de forma conjunta con la Universidad de California, Santa Barbara; y estas circunstancias fueron las que me permitieron entablar con él una cordial relación que, si bien no fue muy prolongada en el tiempo ni llegó a alcanzar el grado de una profunda amistad, sí resultó extremadamente grata; y siempre que tuvimos ocasión de coincidir y conversar, el trato que el prestigioso cervantista —con apariencia ya de venerable anciano— dispensó al joven aprendiz de filólogo fue siempre de una cercana y amable humanidad. Y es así, desde el respeto que me merece su ingente producción como investigador y desde el cariño que despierta en mí el recuerdo de su entrañable persona, como abordo ahora la complicada tarea de ofrecer una visión panorámica —que a la fuerza habrá de hacerse en apretada síntesis, en sucesivas entradas— de la destacada y muy fructífera labor como cervantista de Juan Bautista Avalle-Arce[2].
[1] Juan Bautista Avalle-Arce, Nuevos deslindes cervantinos, Barcelona, Ariel, 1975, p. 13.
[2] Para más detalles remito a mi trabajo: Carlos Mata Induráin, «Juan Bautista Avalle-Arce o la investigación cervantina como un “mini-sistema planetario”», en José Ángel Ascunce y Alberto Rodríguez (eds.), Nómina cervantina. Siglo XX, Kassel, Edition Reichenberger, 2016, pp. 276-294.
