En el corpus del teatro breve del Siglo de Oro español encontramos otros subgéneros como son el sainete, el fin de fiesta, el bailete, el intermedio lírico, el villancico teatral, la folla, los matachines o los títeres. Repasaremos hoy las cuatro primeras modalidades:
El sainete
El Diccionario de Autoridades indica que es «el intermedio que se hace entre la segunda y tercera jornada [de la comedia], cantado y bailado, y por eso llamado así, que por otro nombre se llama sainete». El vocablo, que se hace más abundante a partir de 1660, suele aparecer como sinónimo de entremés en las colecciones antológicas de la época: así, Flor de sainetes (1640), de Francisco Navarrete, o Sainetes y entremeses representados y cantados (1674), de Gil López de Armesto. Su triunfo definitivo se producirá en el siglo XVIII, en el que se prolonga la vigencia de los géneros dramáticos breves del Barroco.
El fin de fiesta
Constituía el remate de algunas fiestas palaciegas; por eso, estos fines de fiesta solían ser «de carácter más refinado que las mojigangas, pero en muchas ocasiones es difícil distinguir unos de otras»[1]. Abundan, especialmente, a finales del XVII y comienzos del XVIII. Por ejemplo, el Fin de fiesta para la comedia «El Faetón», de Antonio de Zamora.
El bailete
Variante del baile, «de más corta extensión, sin apenas trama argumental y de carácter muy cortesano en cuanto a su temática»[2], y parecido al fin de fiesta. Podemos recordar, a modo de ejemplo, el Bailete con que se dio fin la comedia «Duelos de ingenio y fortuna», de Bances Candamo.
El intermedio lírico
Son piezas que se desarrollan a finales del XVII, cantadas casi en su totalidad y por voces femeninas. Se trata de un subgénero muy lírico, cercano al mundo bucólico de la literatura pastoril. Autor destacado de esta modalidad es Gil López de Armesto, que con piezas como El pajarillo, El zagal agradecido o Las tonadas grandes del Retiro ha sido considerado precursor de la tonadilla del siglo XVIII.
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