Características literarias del Romanticismo en España

Los principales rasgos del movimiento literario romántico son:

1) Subjetivismo: cobra importancia el yo del autor (elevado a la categoría de genio creador) y también el yo del personaje protagonista.

2) Sentimentalidad: se pone en primer plano la comunicación del sentimiento, se busca la expresión de la interioridad de los personajes, que en ocasiones es trasunto de la propia personalidad del autor.

3) Relación entre sentimiento y paisaje: muchas veces la naturaleza se identifica con el personaje; la descripción de los elementos del paisaje está en situación de paralelismo (o de contraste) con el estado anímico del protagonista.

Leonardo Alenza, Sátira del suicidio romántico

4) Actitud evasionista: el autor romántico desea escapar de la realidad del mundo en que vive, que le parece vulgar y prosaica. De ahí que sean recurrentes los temas exóticos. En las obras se busca una lejanía que puede ser espacial (Oriente, India, Japón…) o temporal (sobre todo, la Edad Media y, en menor medida, el Siglo de Oro).

5) Énfasis de lo nacional: la vuelta a la Edad Media supone muchas veces una mirada al pasado nacional.

Se ensalzan las viejas glorias históricas, los hechos más famosos, las tradiciones patrias (novela histórica, baladas…).

La literatura se tiñe de patriotismo y se pone, a veces, al servicio de una determinada causa ideológica (de sentido liberal o conservador). No olvidemos que en el siglo XIX asistimos al auge de los nacionalismos y los regionalismos en Europa.

—Lo mismo sucede en Hispanoamérica, donde la literatura pasa a ser expresión de la sociedad y voz de las nacientes repúblicas independientes.

6) Rechazo de las normas neoclásicas: los tratadistas del siglo XVIII habían impuesto el respeto a las reglas como principal piedra de toque para determinar la calidad de una obra literaria: lo que se ajustaba a esas reglas, al «buen gusto» literario, era correcto y de mayor valor.

—En cambio, el Romanticismo proclama la libertad del autor para expresarse sin ningún sometimiento a las normas dictadas por las preceptivas.

—La libertad es total, de ahí que a veces se difuminen las fronteras entre los géneros literarios (mezcla de prosa y verso, combinación en la misma obra de elementos narrativos y dramáticos, trágicos y cómicos, etc.).

—Es manifiesto el gusto por los contrastes.

7) Preferencia por los personajes marginales: los protagonistas de las obras románticas suelen ser personajes al margen de la sociedad, que rompen por completo con sus leyes y convenciones; de esta forma,

los antihéroes se convierten en héroes: el bandido, el pirata, el cosaco, el mendigo, el verdugo, el reo de muerte, la prostituta, etc. Las canciones de Espronceda nos ofrecen un buen repertorio de estos nuevos héroes románticos.

8) Ambientes y motivos románticos: hay algunos escenarios y motivos típicamente románticos, como

—la noche, la luna;

—los cementerios, los sepulcros, las ruinas;

—las tormentas, los huracanes, la fuerza desatada de la naturaleza;

—atmósferas misteriosas, elementos fantásticos y de terror gótico.

9) Carácter tópico. Las obras románticas se construyen con personajes y estructuras que tienen mucho de clichés repetidos, los cuales resultan intercambiables de unas piezas a otras.

—Tanto en novela como en teatro, el universo de los personajes se divide maniqueamente en buenos y malos (héroes / villanos). Los protagonistas son tipos simbólicos sin demasiada profundidad psicológica.

—Los autores manejan unos recursos también tópicos en la construcción de la intriga para mantener el interés del lector o del espectador.

10) Énfasis de la expresividad: el estilo de las obras románticas es grandilocuente y retórico. Por ejemplo:

—abundan los vocablos sonoros y altisonantes, con especial preferencia por los esdrújulos: cárdeno, lóbrego, lúgubre, mísero;

— son frecuentes los adjetivos epítetos;

—se da importancia al ornato retórico de la obra: exclamaciones, interrogaciones retóricas, reticencias, y en general, todos los recursos estilísticos;

polimetría (se usa una gran variedad de versos, de arte mayor y menor, para conseguir distintos efectos expresivos)[1].


[1] Esta entrada está extractada de la introducción a José de Espronceda, El estudiante de Salamanca, ed. de Mariela Insúa Cereceda y Carlos Mata Induráin, Madrid, Cooperación Editorial, 2005 (col. Clásicos Populares, 14). Considérese, por tanto, el texto como coautoría de Insúa y Mata.

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