Si quisiéramos esbozar un brevísimo panorama de la novela histórica, podría resumirse en tres grandes fases: unos antecedentes más o menos cercanos antes de Scott; Scott y toda una multitud de imitadores en el siglo XIX; y la novela histórica post-scottiana del siglo XX, más diversificada en sus técnicas y estructuras.
Walter Scott ha sido calificado, con razón, como padre de la novela histórica. Situar la acción en épocas pasadas se hacía, ya lo he mencionado en otras entradas, desde mucho tiempo atrás, aunque cuidando poco la descripción detallada y exacta del ambiente pretérito y la vinculación entre la trama novelesca y el fondo histórico, que aparecía como algo postizo. Pero es Scott quien, partiendo de la tradición narrativa inglesa del siglo XVIII e influido por las tesis del historiador Macaulay, crea el patrón y deja fijadas las características de lo que ha de ser la fórmula tradicional del nuevo subgénero narrativo. Scott, «el Cervantes de Escocia», es ante todo un gran narrador, un escritor que sabe contar historias. En sus novelas históricas destaca en primer lugar la exactitud y minuciosidad en las descripciones de usos y costumbres de tiempos ya pasados, pero no muertos; su pluma consigue hacer revivir ante nuestros ojos ese pasado, mostrándonoslo como algo que tuvo una actualidad; y no solo eso, sino también como un pasado que influye de alguna manera en nuestro presente, es decir, muestra el pasado como «prehistoria del presente», según la terminología de Georg Lukács.
El escritor escocés sabe interpretar las grandes crisis, los momentos decisivos de la historia inglesa: momentos de cambios, de fricciones entre dos razas o culturas, de luchas civiles (o de clases, según Lukács); y lo hace destacando la complejidad de las fuerzas históricas con las que ha de enfrentarse el individuo. No altera los acontecimientos históricos; simplemente, muestra la historia como «destino popular» o, de otra forma, ve la historia a través de los individuos.
Aunque la crítica moderna considera unánime que sus mejores novelas son aquellas que menos se alejan en el tiempo, esto es, las de ambiente escocés (y entre ellas, sobre todo, El corazón de Mid-Lothian), la que más influyó en la novela histórica romántica fue, sin duda alguna, Ivanhoe (en menor medida, El talismán y Quintin Durward).
Ivanhoe nos traslada a un mundo de ensueño, a una Edad Media idealizada, que la actitud escapista de muchos románticos tomaría después como escenario de sus narraciones. En esa novela podemos encontrar además casi todos los recursos scottianos que serían asimilados posteriormente por los novelistas históricos de toda Europa[1].
[1] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Retrospectiva sobre la evolución de la novela histórica», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 13-63; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 11-50.
Mi abuelo era pastor transhumante , casi analfabeto… pero al volver de Las Bardenas, todos los años compraba un libro para sus dos hijas adolescentes. (mi madre y mi tía ) El año de 1951 les compró una obra en dos tomos titulado «Ivanhoe o El Cruzado» de un tal Walter Scott, que formó parte de la pequeña biblioteca familiar ( un metro de estante ) Cuando yo era niño lo leía una y otra vez y me pasó el «veneno» literario de la lectura.
Con esta pequeña anécdota me sumo a la admiración de Walter Scott como uno de los mejores contadores de historias de la historia.
¡Bonita historia, Iñaki, y sabios comentarios por tu parte!