Es este un rasgo frecuentísimo, presente en la mayoría de las novelas históricas románticas españolas[1], y resulta imposible consignar aquí todos los casos. Señalaré solamente algunos a modo de ejemplo: así, en Ni rey ni Roque de Escosura ese misterio en torno a la identidad de los personajes es la incógnita central de la novela, pues Gabriel no se comporta como un simple pastelero, y cabe la posibilidad de que sea el rey de Portugal, don Sebastián, desaparecido en la batalla de Alcazarquivir. Por su parte, en Sancho Saldaña de Espronceda, la supuesta «maga» no es sino Elvira, que vive como ermitaña.
Abundan los casos de personajes de origen incierto que al final resultan ser nobles: Bernardo del Carpio es hijo de la infanta doña Jimena y de Sancho de Saldaña; en El lago de Carucedo, María y Salvador llegan a saber que son nobles de nacimiento, aunque la marca de bastardía ha llevado a los padres a ocultar su condición; en Doña Blanca de Navarra, Jimeno se cree hijo de unos labradores judíos, pero al final se descubre que es hijo del rey aragonés Alfonso el Magnánimo; en Doña Urraca de Castilla, Ramiro, el tímido pajecillo del obispo de Santiago, es en realidad hijo del rico-hombre de Altamira, don Bermudo de Moscoso. En Sancho Saldaña es Usdróbal quien no conoce a sus padres y, aunque vive entre bandoleros, hay algo dentro de él que le hace hablar y comportarse siempre con nobleza; sin embargo, en este caso no se nos aclara al terminar la novela su misterioso origen[2].
[1] En la de Walter Scott, Wilfrido de Ivanhoe se presenta primero como un peregrino desconocido; después aparece haciéndose llamar en el torneo el Caballero Desheredado. De la misma forma, el rey Ricardo recibe los nombres de el Caballero Negro, el Negro Haragán o el Caballero del Candado. Solo más adelante se producirá la anagnórisis. Otro personaje que utiliza nombres distintos es Roberto Locksley, también llamado Dick el arquero, pero más conocido como Robín Hood.
[2] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.