Por lo que respecta a la trama de El bien tardío, de Narciso Serra, continuación de El loco de la guardilla[1], se puede resumir, igualmente, con pocas palabras. En esta segunda parte de 1867, que no se presenta ya como zarzuela (no tiene números musicales) sino como drama original en un acto y en verso, nos trasladamos al año 1616, concretamente a los últimos momentos de la existencia de Cervantes, que vive muy pobre y muy enfermo de hidropesía, con fama, sí, pero sin dineros. En esta ocasión es Francisco de Quevedo quien aparece en su casa (no se dice su nombre hasta el último verso del drama, pero la descripción del personaje, feo, cojo, con anteojos, escritor satírico en ciernes, no deja lugar a dudas). Es tal la admiración que Quevedo siente por Cervantes, que no duda en cortejar a su hermana Magdalena como excusa para poder acercarse e intimar con él: venera a don Miguel, y hasta se ofrece para ser su escribiente, y pide consejo al maestro para que le ayude a pulir su estilo (Cervantes, por cierto, le recomienda que lea a Lope y se olvide de Góngora)[2]. En el tramo final de la pieza se produce la llegada del conde de Lemos, que trae el nombramiento dado por el Ministerio (sic) en el que se nombra a Cervantes gobernador en Indias; pero, como sucede en tantas obras románticas, ya es demasiado tarde: Cervantes acaba de expirar y el premio del empleo ya no sirve para nada. Al enterarse de que el escritor ha muerto, Lemos rompe el pliego y se lamenta con estos versos que explican el título:
CONDE.- ¡Un bien tardío ha sido
el mío, y harto lo siento!
Dios le dé la gloria (p. 39).
En fin, Quevedo ofrece su pobre bolsa de estudiante para que Cervantes pueda ser enterrado de limosna. Tal es, reducida igualmente a su mínima expresión, la acción de El bien tardío. Como en la obra anterior de Serra, hay también en esta otros episodios que alcanzan cierto desarrollo; por ejemplo, los celos que siente Josef (antiguo demandadero y ahora alguacil) cuando Quevedo corteja a su amada Magdalena; o todo un episodio con sabor a comedia de capa y espada, el de la dama tapada que visita a Miguel, y que resulta ser la madre de su hija Isabel (con un largo relato intercalado que explica el incidente con Gaspar de Ezpeleta)[3].
[1] Citaré por Narciso Serra, El loco de la guardilla. Paso que pasó en el siglo XVII, escrito en un acto y en verso, por don…, música del maestro D. Manuel [Fernández] Caballero, 8.ª ed., Madrid, Establecimiento tipográfico de M. Minuesa, 1888; y Narciso Serra, El bien tardío. Segunda parte de El loco de la guardilla. Drama original en un acto y en verso, 2.ª ed., Madrid, Librería e imprenta de Eduardo Martínez, 1876.
[2] El consejo es: «Procurad no ser difuso, / imitando los rodeos / de Luis de Góngora; vale / mucho, muchísimo, pero / tantas vueltas da en sus giros, / que no se comprende él mesmo. / Leed a Lope, imitadle, / y hallaréis, yo os lo prometo, / la gloria que ambicionáis / de vuestro trabajo en premio» (p. 24).
[3] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Cervantes, personaje de zarzuela y drama: El loco de la guardilla (1861) y El bien tardío (1867), de Narciso Serra», en Christoph Strosetzki (ed.), Visiones y revisiones cervantinas. Actas selectas del VII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas, Alcalá de Henares, Asociación de Cervantistas / Centro de Estudios Cervantinos, 2011, pp. 579-589. Y también Narciso Serra, La boda de Quevedo, estudio preliminar, edición y notas de Carlos Mata Induráin, Pamplona, Eunsa, 2002 (Anejos de La Perinola, 10).