Quevedo entremesista

Después de Lope de Rueda y Cervantes, una tercera cima en la historia del entremés la constituye Francisco de Quevedo (1580-1645), especialmente en lo que se refiere a la elaboración lingüística del discurso verbal de sus textos. «La aportación de Quevedo al entremés radica en su prodigiosa inventiva verbal, más que en las dimensiones escénicas», ha destacado Ignacio Arellano[1]. Cuenta en su haber con unos dieciséis títulos, muchos de ellos descubiertos por Eugenio Asensio, y se le han asignado varios más (hay graves problemas de atribución).

Francisco de Quevedo

La venta nos presenta al ventero Corneja, ladrón a quien ayuda la criada Grajal a desplumar a los incautos pasajeros. En La ropavejera apreciamos la sátira contra las falsas apariencias y la afición a cosméticos y postizos. La figura celestinesca de la alcahueta queda retratada magistralmente en La vieja Muñatones, mientras que en Bárbara y El niño y Peralvillo en Madrid presentan a mujeres prostitutas. Las dos partes de Diego Moreno y El marido pantasma fijan el tipo del maridillo o marido cornudo y consentidor, tan habitual en su poesía satírico-burlesca… Igualmente, el tipo del afeminado aparece en El marión, y el viejo achacoso e impotente en Los refranes del viejo celoso. Los enfadosos o el zurdo alanceador adopta la estructura de desfile de figuras, etc. Acertadamente indicó Asensio que Quevedo fertilizó el entremés con su aportación de tipos y figuras y por la «ejemplar técnica literaria que aplica a la pintura del hombre»[2]. Como resume Abraham Madroñal,

Quevedo ha ligado definitivamente la pieza breve entremesil a los tipos cortesanos de su momento y, desde luego, la dota de una capacidad lingüística ilimitada, lo que posibilitará que alcance con la llegada de Quiñones la fusión entre lo dramático y lo verbal en un conjunto que será difícil de superar[3].


[1] Ignacio Arellano, Historia del teatro español del siglo XVII, Madrid, Cátedra, 1995, p. 665.

[2] Eugenio Asensio, Itinerario del entremés: desde Lope de Rueda a Quiñones de Benavente. Con cinco entremeses de D. Francisco de Quevedo, 2.ª ed. revisada, Madrid, Gredos, 1971, p. 178.

[3] Abraham Madroñal, «Quiñones de Benavente y el teatro breve», en Javier Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, Madrid, Gredos, 2003, vol. I, p. 1053. Los textos de los entremeses quevedianos pueden leerse ahora en la excelente edición de Teatro completo, ed. de Ignacio Arellano y Celsa Carmen García Valdés, Madrid, Cátedra, 2011.

3 comentarios en “Quevedo entremesista

    • ¡Buena pregunta, Rubem! Incluso explicar algunas clases de Siglo de Oro, de Quevedo sin ir más lejos, en algunos sitios, puede resultar complicado. A su romance «Boda de negros», en USA, habría que cambiarle el título a «Boda de afroamericanos»; lo del «zancarrón de Mahoma» te lo tendrías que pensar dos, y aun tres o cuatro veces, en según qué lugares, etc., etc. Pero así es la literatura de nuestro Siglo de Oro y hay que explicarla como fue y en su contexto histórico-ideológico-cultural…

  1. breve y eficaz el comentario de Madroñal, pero me deja con apetito de más Quevedo, sobre este tema del que no sabía nada. Quevedo entremesista es una novedad para mí… tal vez porque me doctoré en el Sur de California o, tal vez, como sugiere Rubem, el comentarista de arriba, los temas y títulos quevedianos son políticamente incorrectos (y eso para no entrar en las Diátribas de Quevedo, las cuales bastan y sobran para cerrarle toda puerta a la academia USA 🙂 Como Carlos hay que (tratar al menos) de partir del contexto histórico-ideológico-cultural del Siglo de Oro para siquiera osar entender a uno de los Grandes, como Quevedo et al. Lo que a mí, en lo particular, más me admira es como se las arreglaron Cervantes, Góngora y otros autores de la corruptísima primera década de Lerma, para lograr «decir». Estoy acordarme de algo que me dijo Domingo Induraín pero no me viene a la mente; era algo así como que Quevedo tiene una frase en El Buscón que va algo así como «me llamó hijo de puta y me lo dijo taaaan claramente!» Y yo le entendí al ilustre profesor, digo le entendí por inferencia mía y no porque él me haya ayudado a entender esa frase de Quevedo que ahora se me olvida; digo, yo le entendí: que otros escritores usaban el antedicho insulto pero lo hacían menos «claramente». Quedé pensativa… y no hallo la cita de Quevedo, ni me acuerdo de si está en El Buscón o en otra obra. Pero sí encontré dos frases del Quijote que se pueden aplicar a este tema:

    —Digo, señor don Quijote -dijo la duquesa-, que en todo cuanto vuestra merced dice va con pie de plomo, y, como suele decirse, con la sonda en la mano…. (II, 32)

    —»[S]ólo sé decir que si la señora Magallanes, o Magalona….
    —Sancho amigo, mirad lo que decís; que, a lo que parece, vos no vistes la tierra, sino los hombres que andaban sobre ella …
    —Así es verdad -respondió Sancho-; pero, con todo eso, la descubrí por un ladito, y la vi toda.
    —Mirad, Sancho -dijo la duquesa-, que por un ladito no se vee el todo de lo que se mira.
    —Yo no sé esas miradas —replicó Sancho—; sólo sé que será bien que vuestra señoría entienda que…. [y dijo el duque a Sancho] no hay ninguno género de oficio destos de mayor cantía que no se granjee con alguna suerte de cohecho…. (II, 41)

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