Lope, que el 25 de julio de 1608 interviene en la justa toledana en honor del Santísimo Sacramento, va a sufrir por estos años una profunda crisis religiosa[1]. El hasta entonces esclavo de las pasiones ingresa ahora en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento en el oratorio de Caballero de Gracia (1609), y al año siguiente se adscribirá al oratorio de la calle del Olivar. Es nombrado además familiar del Santo Oficio de la Inquisición (así se titulaba ya en 1607, y sería sin duda un cargo obtenido por la mediación del duque de Sessa).
Y vuelto, en fin, al redil del hogar, junto a su esposa Juana y sus hijos legítimos, se consagra a la vida familiar. En la Epístola al doctor Matías de Porras rememora ese retorno a la tranquilidad conyugal y doméstica:
Ya, en efecto, pasaron las fortunas
de tanto mar de amor, y vi mi estado
tan libre de sus iras importunas,cuando amorosa amaneció a mi lado
la honesta cara de mi dulce esposa,
sin tener de la puerta algún cuidado;cuando Carlillos, de azucena y rosa
vestido el rostro, el alma me traía,
cantando por donaire alguna cosa.
Y en un soneto cantará las excelencias y felicidades del matrimonio:
Quien no sabe del bien del casamiento
no diga que en la tierra hay gloria alguna,
que la mujer más necia e importuna
la vence el buen estilo y tratamiento.Trasladar a los brazos soñoliento
un hijo en bendición desde la cuna
es la más rica y próspera fortuna
que puede descansar el pensamiento.Necedad es sembrar tierras ajenas;
conoce el pajarillo el huevo extraño
y el amante engañado el hijo apenas.Óigame aquel que se llamare a engaño:
los hombres hacen las mujeres buenas,
y solo por su culpa viene el daño.
[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.