En el panorama del teatro menor del siglo XVIII destacan el sainete y las obras musicales[1]. El sainete es un género vivo con cierta evolución posterior: obra corta, de carácter cómico, con personajes de baja extracción social, escrita en un estilo coloquial o popular, en verso o en prosa. En el siglo XVIII el sainete ofrece un carácter cómico, satírico y burlesco, con su retrato de tipos y costumbres, sobre todo de Madrid. Pero ese costumbrismo es superficial: los personajes son planos, clichés, y utilizan unos chistes y gracias repetidos hasta la saciedad. Fue un género despreciado por la minoría ilustrada: en ellos se retrataban malas costumbres, vicios… y desprestigiaban la enseñanza de la pieza seria en cuyos entreactos se representaban. Ramón de la Cruz fue el gran sainetero del XVIII, pero se pueden añadir algunos otros nombres como el de Juan Ignacio González del Castillo.
En fin, el teatro musical es un género que adquiere bastante auge ahora, convirtiéndose el XVIII en el gran siglo de la zarzuela, la tonadilla, la ópera y, en menor medida, el melólogo.
[1] Texto extractado, con ligeros retoques, de la introducción a Leandro Fernández de Moratín, El sí de las niñas, ed. de Mariela Insúa y Carlos Mata Induráin, Madrid, Editex, 2012.
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