En II, 64, don Quijote queda vencido por el Caballero de la Blanca Luna, pero pese a la derrota no renuncia a su ideal amoroso, y mantiene que «Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad» (p. 1160)[1].
Más tarde, cuando regresa a su aldea, ve pasar una liebre que huye y, al mismo tiempo, oye el comentario de unos muchachos que pelean por una jaula de grillos. Uno de ellos dice: «—No te canses, Periquillo, que no la has de ver en todos los días de tu vida» (II, 73, p. 1210), y el derrotado caballero interpreta esas palabras como un agüero negativo, el más triste de todos los posibles, entendiendo que hablan de Dulcinea y que nunca más podrá ver a su sin par dama:
—¡Malum signum! ¡Malum signum! Liebre huye, galgos la siguen: Dulcinea no parece (II, 73, p. 1210).
En definitiva, la presencia de Dulcinea es verdaderamente notable, hasta el punto de que podemos afirmar que el Quijote es, entre otras muchas cosas, una maravillosa y romántica historia de amor.
[1] Reproduzco aquí, con ligeros retoques, el texto de Mariela Insúa Cereceda y Carlos Mata Induráin, El Quijote. Miguel de Cervantes [guía de lectura del Quijote], Pamplona, Cénlit Ediciones, 2006. Las citas del Quijote corresponden a la edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Editorial Crítica, 1998.