Algunas citas de distintos estudiosos nos servirán para apuntalar, desde el punto de vista crítico-teórico —más adelante pasaremos al comentario de los textos literarios— lo relativo al desengaño barroco y su reflejo en la literatura. Comencemos con unas palabras de Luis Rosales, correspondientes a su ensayo El sentimiento del desengaño en la poesía barroca:
Toda época de esfuerzo tiende orgánicamente hacia el reposo. La tensión del espíritu se relaja, y a las formas de vida activas y creyentes suceden otras, escépticas, cansadas. Puede el espíritu evadirse de esta ley. Pero no es fácil la evasión. Cuanto más altas, esforzadas y nobles son las formas de la vida, más difícil es a la sociedad acrecentarlas o mantenerlas. A la tensión creadora del siglo XVI español sucede un largo período de atonía. Con Felipe III todo se inclina, desde el peligro hasta el descanso. Y con Felipe IV sintió el espíritu español que la tensión del esfuerzo que el Conde Duque le obligó a realizar se le iba convirtiendo en desengaño.
El sentimiento del desengaño llenó casi completamente el ámbito del nuevo siglo. Instituciones, formas de vida, costumbres y temas literarios lo reflejan de manera inequívoca. El sentimiento religioso, el sentimiento del amor, el sentimiento del honor se hacen más rígidos y al mismo tiempo se van tiñendo de escepticismo. Esta relajación histórica de nuestro espíritu, en todas sus diversas manifestaciones, debía ser estudiada atenta y amorosamente si queremos llegar a comprender el fenómeno de nuestra verdadera decadencia. Las razones políticas, culturales y sociales, aducidas generalmente por los historiadores, necesitan un punto de partida más hondo, genuino y unificador. Toda decadencia, en el espíritu se origina y a él afecta de manera esencial. En él hay que buscarla. La historia de la nuestra, y quizá de toda decadencia, es la historia del sentimiento del desengaño[1].
[1] Luis Rosales, El sentimiento del desengaño en la poesía barroca, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1966, p. 65.

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