Motivos y símbolos de la literatura barroca del desengaño

El desengaño propio del Barroco se reflejará en la literatura por medio del tratamiento de determinados temas, con reiteración de una serie de motivos y símbolos heredados del Renacimiento y aun de la Edad Media. Por ejemplo, tendrá una importancia enorme el retrato de la fugacidad de la belleza. Dado que en el Barroco predomina este sentimiento de crisis y desengaño que estamos describiendo, será habitual el tratamiento preferente de temas como la fugacidad de la vida, la presencia inexorable de la muerte, el paso irremisible del tiempo, la vanidad de pompas y honores y, en fin, la inestabilidad de todas las cosas. El existir humano se concibe como un camino hacia la muerte. La vida es sueño, apariencia, fugacidad. Por la misma razón, habrá una gran floración de temas religiosos y morales. Símbolos repetidos en este tipo de literatura serán: las flores que se marchitan, los árboles caídos, las cenizas, las mariposas, el fuego, la llama, la espuma, el humo, los relojes, etc.

Vanitas, de Jan Vermeulen

Se aprovechan además los topoi o lugares comunes clásicos (de la Edad Media y el Renacimiento), pero intensificados ahora con nuevas perspectivas barrocas:

1) El Carpe diem o el Collige, virgo, rosas, relacionados con los temas del amor y belleza, pero cargados ahora del sentimiento de la fugacidad de la vida. Cobra gran vigencia el tema de la brevedad de la rosa, repetido hasta la saciedad (y por ello dará lugar a versiones paródicas).

2) El Beatus ille, unido al motivo de la aurea mediocritas, es otro de los temas favoritos del Barroco, muy apto para expresar ese desengaño Se asocia también al tema del menosprecio de corte y alabanza de aldea.

3) El Ubi sunt?, el Tempus fugit y el Memento mori, ligados al tema de la muerte: se subraya la fugacidad de la vida, lo que fue y ya no es.

Algunas citas sobre el desengaño barroco (y 4)

Veamos, en fin, otras cuatro citas más breves, correspondientes a distintos críticos. La primera es de Emilio Orozco Díaz:

Porque el verdadero protagonista del drama del Barroco es el tiempo[1] .

Bodegón con reloj, de Antonio de Pereda

Por su parte, José Manuel Blecua considera:

De aquí, de lo fugitivo de la existencia, derivará la melancolía del Barroco, tan bien conocida, lo mismo que el pesimismo y el desengaño, que lleva a las ideas de que la vida es sueño o simplemente nada, como dirá Quevedo[2] .

Jaime Siles nos ofrece las siguientes reflexiones:

El siglo XVII describe un movimiento de negatividad, de falta de fe en los ideales del Imperio, de crisis ideológica, de frustración y de desequilibrio. Todo lo cual —como suele suceder en el barroco— no se manifestará de un modo claro, sino mediante una traslación al nivel de lo simbólico, al de la caracterización indirecta o al de la alusión metonímica.

[…]

La desconfianza en el principio rector de la política imperial tomará cuerpo en múltiples manifestaciones. Una de ellas, la más patente, por ser, aun tiempo, disfraz de una desconfianza y resultado de un agotamiento espiritual, es el desengaño. Bajo él se oculta una falta de fe en el presente que, a menudo, se asimila al tema de la soledad. Desengaño y soledad integran un binomio que […] se repite, bien por separado o bien junto[3] .

En fin, Ignacio Arellano escribe:

La perspectiva de desengaño se fundamenta en el tiempo y la muerte. Se siente la angustia del existir como camino hacia la muerte: «sepultura portátil» llamará Quevedo al cuerpo. La vida es un sueño; la apariencia de riqueza y poder, una vanidad[4] .


[1] Emilio Orozco Díaz, Manierismo y Barroco, Madrid, Cátedra, 1975, p. 57.

[2] José Manuel Blecua, «Introducción» a Poesía de la Edad de Oro, II, Barroco, Madrid, Castalia, 2003, pp. 10-11.

[3] Jaime Siles, El barroco en la poesía española. Conscienciación lingüística y tensión histórica, Pamplona, Eunsa, 2006, pp. 111-113.

[4] Ignacio Arellano, «Introducción» a Poesía del Siglo de Oro (Antología), Madrid, Editex, 2009, p. 11.

Algunas citas sobre el desengaño barroco (3)

Estas otras palabras son de José Antonio Maravall, y se encuentran en su célebre ensayo sobre La cultura del Barroco:

Lo que hemos de sacar en conclusión […] es que los españoles del xvii, muy diferentemente de los de la época renacentista, se nos presentan como sacudidos por grave crisis en su proceso de integración (la opinión general, a partir de 1600, es la de que se reconoce cósmicamente imparable la caída de la monarquía hispánica, en tanto que régimen de convivencia del grupo, a la que no cabe más que apuntalar provisionalmente. Ello se traduce en un estado de inquietud —que en muchos casos cabe calificar como angustiada—, y por tanto de inestabilidad, con una conciencia de irremediable «decadencia» que los mismos españoles del XVII tuvieron, antes que de tal centuria se formaran esa idea los ilustrados del siglo XVIII. A las consideraciones del Consejo Real a Felipe III (1 febrero 1619), hablándole de «el miserable estado en que se hallan sus vasallos», a la severa advertencia que en el mismo documento se le hace de que «no es mucho que vivan descontentos, afligidos y desconsolados», las cuales se repiten en docenas de escritos de particulares o de altos organismos, no ya a Felipe III, sino más aún a Felipe IV, se corresponde aquel momento de sincera ansiedad en este último —de ordinario tan insensible—, cuando confiesa conoce la penosa situación en que se apoya: «estando hoy a a pique de perdernos todos». El repertorio temático del Barroco corresponde a ese íntimo estado de conciencia (pensemos en lo que en el arte del XVII representan los temas de la fortuna, el acaso, la mudanza, la fugacidad, las ruinas, etc.)[1].

Paisaje con ruinas romanas, de Herman Posthumus


[1] José Antonio Maravall, La cultura del Barroco. Análisis de una estructura histórica, 2.ª ed. puesta al día, Barcelona, Ariel, 1980, pp. 95-96.

Algunas citas sobre el desengaño barroco (2)

Consideremos igualmente esta reflexión de Emilio Carilla, otro buen conocedor de las características del arte y la literatura en la época áurea, la cual se encuentra recogida en su trabajo El barroco literario hispánico:

Yo creo que en la visión pesimista del desengaño, que subraya aspectos del barroco español, confluyen tanto las consecuencias de una realidad político-social (sin exagerar demasiado su reflejo en las expresiones artísticas) como la lección religioso-moral que vuelve incesantemente sobre los motivos de la ilusión, el orgullo, sobre la vanidad de las cosas terrenas. No se trata —aclaro— de la doble cara de una moneda, doble cara que coincide con exactitud, sino de un doble perfil con puntos de correspondencia.

En el primer caso, bien sabemos que el siglo XVII español es un siglo de descenso político-social, a pesar de una grandeza más alabada que sentida, y en un vasto mapa que, por descontado, no se reduce (ni puede reducirse) a la península. Crisis de gobierno, inflación económica, miseria, derrotas militares y diplomáticas, fracasos, son mucho más palpables que los efímeros triunfos que se logran. Y esto es también lo que percibimos —más o menos declarado, más o menos oculto en bellezas literarias— en tantas obras barrocas españolas.

En el segundo caso, la admonición severa, el sermón repetido, y aun la burla que fustiga, apuntan a la falsa grandeza, a la apariencia, a los extravíos del orgullo, al apartamiento de las normas morales y de la religión, al olvido de las enseñanzas del tiempo[1].

Vanitas


[1] Emilio Carilla, El barroco literario hispánico, Buenos Aires, Editorial Nova, 1969, pp. 144-145.

Algunas citas sobre el desengaño barroco (1)

Algunas citas de distintos estudiosos nos servirán para apuntalar, desde el punto de vista crítico-teórico —más adelante pasaremos al comentario de los textos literarios— lo relativo al desengaño barroco y su reflejo en la literatura. Comencemos con unas palabras de Luis Rosales, correspondientes a su ensayo El sentimiento del desengaño en la poesía barroca:

Toda época de esfuerzo tiende orgánicamente hacia el reposo. La tensión del espíritu se relaja, y a las formas de vida activas y creyentes suceden otras, escépticas, cansadas. Puede el espíritu evadirse de esta ley. Pero no es fácil la evasión. Cuanto más altas, esforzadas y nobles son las formas de la vida, más difícil es a la sociedad acrecentarlas o mantenerlas. A la tensión creadora del siglo XVI español sucede un largo período de atonía. Con Felipe III todo se inclina, desde el peligro hasta el descanso. Y con Felipe IV sintió el espíritu español que la tensión del esfuerzo que el Conde Duque le obligó a realizar se le iba convirtiendo en desengaño.

El sentimiento del desengaño llenó casi completamente el ámbito del nuevo siglo. Instituciones, formas de vida, costumbres y temas literarios lo reflejan de manera inequívoca. El sentimiento religioso, el sentimiento del amor, el sentimiento del honor se hacen más rígidos y al mismo tiempo se van tiñendo de escepticismo. Esta relajación histórica de nuestro espíritu, en todas sus diversas manifestaciones, debía ser estudiada atenta y amorosamente si queremos llegar a comprender el fenómeno de nuestra verdadera decadencia. Las razones políticas, culturales y sociales, aducidas generalmente por los historiadores, necesitan un punto de partida más hondo, genuino y unificador. Toda decadencia, en el espíritu se origina y a él afecta de manera esencial. En él hay que buscarla. La historia de la nuestra, y quizá de toda decadencia, es la historia del sentimiento del desengaño[1].

San Jeronimo, de Antonio Pereda


[1] Luis Rosales, El sentimiento del desengaño en la poesía barroca, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1966, p. 65.

El tema del desengaño en el Barroco

Puede afirmarse sin temor a equivocarse que los grandes temas abordados por la literatura son, en realidad, muy pocos en número, y que esos temas responden a las grandes preguntas que se ha hecho el hombre, a lo largo de todos los tiempos, acerca del amor y la amistad, la vida y la muerte, la religiosidad y el deseo de trascendencia… Tales son, en efecto, los grandes temas de la literatura universal. Por supuesto, alrededor de esos temas mayores existen constelaciones de sub-temas, cada uno de ellos con una amplia gama de motivos asociados; pero, en cualquier caso, los grandes núcleos temáticos de la literatura responden a esas inquietudes del hombre (lo que Antonio Machado llamó «los universales del sentimiento») y a esos enigmas de la vida humana.

En el caso de la época barroca, uno de los temas literarios más importante es el del desengaño. En un sentido amplio cabe afirmar que Barroco y desengaño son, de alguna manera, palabras sinónimas. En efecto, dentro del amplio campo de la literatura barroca, concretamente en el terreno de la literatura de tono moral o de contenido religioso, uno de los más podemos núcleos temáticos que podemos distinguir es el del desengaño. En efecto, el desengaño forma parte de la visión del mundo en el Barroco, que en buena medida se percibe como crisis y pesimismo. Existe un sentimiento de amenaza e inestabilidad, una sensación generalizada de crisis (que se muestra en muchos aspectos de la vida, y con múltiples raíces: políticas, militares, religiosas y, a veces, personales), lo que lleva en algunos autores barrocos al rechazo del mundo, a la renuncia de todo lo mundano (es el caso de la solución ascética): junto al desengaño, estos escritores cantarán la vanidad de la vida, la fugacidad de todo lo terreno, aparecerá el escepticismo; plantearán en sus obras el conflicto entre la realidad y la apariencia (la vida es sueño, los sentidos son engañosos, toda la belleza es caduca, etc.).El sueño del caballero, de Antonio de Pereda