«El muerto resucitado» de Lucas Merino y Solares: elementos y tipos del folclore, escatología y suciedad

Por lo que se refiere a elementos y tipos del folclore[1] presentes en El muerto resucitado,podemos mencionar, en rápida enumeración: yerno (p. 2b)[2], enanos, mininos, dueñas y sabandijas ‘bufones de corte’ (p. 2b), boticario y barbero, presentados irónicamente como ‘gente principal’ (p. 12a); barbero de Getafe (p. 12b), mujeres volubles (p. 11b), etc. Sin embargo, el tipo folclórico con más alusiones es el del marido cornudo: la Princesa indica que Foncarral le ha gustado «por lo callado y sufrido, / circunstancias agravantes / para ser un buen marido» (p. 3a; donde el adjetivo buen ha de interpretarse en un doble sentido: bueno vale ‘cornudo’, y además es bueno, adecuado para la esposa, porque calla y sufre ante la presencia de los amantes); se indica que, en cambio, a Leganés le falta paciencia (p. 4b), palabra que, en estos contextos, también hay que tomar a mala parte; la Princesa insiste en su deseo de encontrar «un buen marido, / que sufra, que calle y vea» (p. 10a), etc.

Cuernos

No son muy frecuentes las alusiones a los naipes y juegos en general, que en otras burlescas alcanzan una alta proporción. Encuentro tan solo la mención a jugar al cacho (p. 2b).

En cuanto a escatología, suciedad y alusiones obscenas, a lo ya dicho en entradas anteriores sobre los piojos de la Princesa (p. 3b) y de Leganés (p. 15), y las cazcarrias y palominos de las bragas del Príncipe (p. 8b), añádase la mención de un buboso (p. 15). Quizá haya que interpretar con sentido malicioso algunas expresiones de la comedia, como los deseos que tiene Leganés de peinar a la Princesa (p. 12b) o la indicación de que el Barón le dio a doña Estopa «ciertas nueces» que «comieron en un plato» (p. 13)[3].


[1] Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Cito por Lucas Merino y Solares, El muerto resucitado, en Madrid, por Gabriel Ramírez, 1767. Hay edición moderna de María José Casado en Comedias burlescas del Siglo de Oro, tomo VII, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011.

[3] Ver Alzieu, Jammes y Lissorgues, Poesía erótica del Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 2000, núm. 61 (para peinar) y núm. 84 (para nueces).

El «Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado» de Quevedo: baja corporalidad

La comicidad grotesca, concebida como turpitudo et deformitas, se refuerza en este tipo de obras con la presencia continua de referencias escatológicas, alusiones a enfermedades, parásitos, etc. Por ejemplo, en este poema de Francisco de Quevedo, la expresión tapados de medio ojo del v. 116[1] hace un chiste con la expresión que se decía de las damas tapadas de medio ojo, esto es, con el manto que solo dejaba al descubierto un ojo. Aquí los desharrapados guerreros traen mandiles harapientos que apenas les tapan el cuerpo y dejan al descubierto el ojo trasero.

Quevedo_CagandoLeches

Otras menciones de ese plano infrarrealista: moscas (v. 160, en los pasteles), tabardillo (vv. 197-198), cámaras ‘diarrea’ (v. 312), gómitos (v. 360), gomitar (v. 387), moco (v. 389), contrapebetes (v. 395; siendo pebete ‘varilla aromática que se quema para dar buen olor’, resulta fácil imaginar que los contrapebetes de Galalón son ‘ventosidades fétidas’), liendre (v. 427). Del mismo Galalón se dice que estaba «hablando con las bragas infelices / en muy sucio lenguaje a las narices» (vv. 391-392). Además, Astolfo lleva un mote en el trasero (II, vv. 57-64); se habla de un lobanillo en cholla de hombre gordo (II, v. 92); Ferragut pide a Argalía que le entregue a su hermana Angélica «sahumada / por si el temor ha hecho de las suyas» (II, vv. 409-410, alusión escatológica a los efectos del miedo), etc., etc.[2]


[1] Manejo la edición de Malfatti: Francisco de Quevedo, Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado, introducción, texto crítico y notas por María E. Malfatti, Barcelona, Sociedad Alianza de Artes Gráficas, 1964, que cito con ligeros retoques. He consultado también, aprovechando sus espléndidas notas, el texto de Arellano y Schwartz, que reproducen solo el Canto I en Francisco de Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 635-676. De entre la bibliografía reciente sobre esta obra, destacaré el trabajo de Marcial Rubio Árquez, «Modelos literarios y parodia quevedesca: algunas notas sobre el Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando enamorado», La Perinola. Revista Anual de investigación quevediana, 20, 2016, pp. 203-220.

[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Aspectos satíricos y carnavalescos del Poema heroico de las necedades y locuras de Orlando el enamorado de Quevedo», Rivista di Filologia e Letterature Ispaniche, III, 2000, pp. 225-248. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

La comicidad en «El mariscal de Virón», comedia burlesca: escatología y suciedad

Agruparemos en distintas categorías los principales procedimientos cómicos —de jocosidad disparatada— presentes en El mariscal de Virón, que iremos examinando en sucesivas entradas, empezando en esta por lo relativo a escatología y suciedad[1].

Incluimos en este apartado todas las referencias a necesidades fisiológicas y actividades de higiene corporal, sobre todo las consideradas vulgares y groseras, así como todo tipo de enfermedades, destacando los padecimientos vergonzosos o los asociados a las relaciones sexuales, junto con las menciones de parásitos. Así, Blanca, la amada del Mariscal, es una mujer que mata a los hombres, pero no con la mirada, sino porque transmite la sífilis o mal francés (vv. 64-66)[2], y el Duque de Saboya padece una «una gran jaqueca y almorranas» (v. 76); más adelante el Conde acusa al Mariscal de tener el color quebrado ‘está pálido’ (v. 156), y para solucionarlo le dice: «vete a tomar el acero» (v. 157, dilogía ‘tomar la espada’ y ‘beber aguas ferruginosas’); a su vez, el Conde de Fuentes sufre por las llagas que padece (vv. 172-174, con dilogía de la palabra fuentes); a continuación, Blanca se santigua «del mal de ojo» (v. 271) y comenta a Belerma que entre sus mañas está rascarse la cabeza y limpiarse las lagañas (vv. 305-307); Blanca afirma que el Rey de Francia es «más baldado que un buboso» (v. 369) y él le pide que se calle, pues está con hipocondría (v. 383); durante este encuentro entre Blanca y el Rey, a ella le aprieta un callo (v. 407).

Vieja espulgando a un niño, de Velázquez

El Mariscal llega luego a interrumpir el encuentro, mas el Criado se lo impide, pues dentro está «el Rey sin camisa / y Blanca le está espulgando» (vv. 434-435), a lo que el Mariscal responde: «y todos juntos veréis / cómo le mato los piojos» (vv. 438-439); Jaques desea al Duque que Dios le «dé dos mil diviesos» (v. 555); el Duque a su vez ofrece al Mariscal la mano de su hermana, que también es «hermana de la Capacha» (v. 590), clara alusión al Hospital de Antón Martín, donde curaban a los enfermos de sífilis; Jaques se va a espulgar detrás de un alcacer (vv. 661-662); Suisón advierte que deben llamar más gente, para arrestar al Mariscal, pero el Rey responde que no ha «menester ayuda» (v. 1211), pues ya ha evacuado (v. 1215), y poco después Lafín, continuando la alusión escatológica, le advierte: «procurad aflojaros» (v. 1340); Jaques huele mal porque, literalmente, se ha cagado de miedo (vv. 1798-1799), y más adelante insiste en la misma circunstancia cuando le dice a Belerma: «catad que oleremos mal» (v. 1825).


[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).

[2] La numeración de las citas responde a la siguiente edición: Juan de Maldonado, El Mariscal de Virón, ed. de Milena M. Hurtado y Carlos Mata Induráin, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, VII, El Mariscal de Virón. No hay vida como la honra. El robo de Elena. El muerto resucitado, ed. del GRISO, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011, pp. 27-187 (que utiliza como texto base el de 1658). Más detalles sobre la pieza se pueden ver en el estudio preliminar a esa edición y también en Milena M. Hurtado y Carlos Mata Induráin, «Algo más sobre comedia burlesca y Carnaval: a propósito de El Mariscal de Virón, de Juan de Maldonado», eHumanista. Journal of Iberian Studies, 2, 2002, pp. 161-175. El texto de esta entrada actualiza lo recogido en esos dos trabajos conjuntos de Hurtado y Mata Induráin.