Es en la segunda jornada de la comedia de Calderón, ya lo apuntaba en una entrada anterior, cuando se va a desarrollar la ficción de don Diego como falso astrólogo: el galán reprocha a doña María que tenga a su enamorado escondido en Madrid. Doña María, enfadada, piensa que ha sido Beatriz quien la ha traicionado, y entonces don Diego le pide a su criado: «Sácame, por Dios, Morón, / de tan grande confusión, / con alguna industria» (p. 139a)[1], a lo que éste replica en aparte: «¿A mí / me falta hoy una mentira, / no sobrándome otra cosa / todo el año?» (p. 139a). Don Diego se ofrece a corroborar cualquier cosa que maquine: «Yo te ayudaré a mentir» (p. 139a).
Morón explica entonces que su amo es un «grande astrólogo», y por eso conoce la permanencia de don Juan en la Corte (don Diego no puede disimular su sorpresa ante esta extraña ficción: «Él dirá mil disparates», «Él dirá mil desatinos», p. 139b). Ahora va a haber un nuevo secreto que guardar, pues la práctica de la astrología resultaba, cuando menos, sospechosa, por su posible relación con la brujería y la hechicería. Así que don Diego le pide a doña María que lo guarde con estas palabras:
Y pues que fío de ti este secreto, aunque seas mujer, sabe desmentir la opinión que las acusa de fáciles (p. 140b)[2].
Un avance de la ficción va a consistir precisamente en la divulgación de la fama de astrólogo de don Diego por toda la ciudad, tarea de la que se va a encargar fundamentalmente don Antonio: «aquí doy / principio a la industria mía» (p. 143b); este personaje entrará de lleno en el juego de la mentira: «¡por Dios, don Diego, que el mentir es gusto!» (p. 146a), y casi hasta llegará a creer sus propias mentiras: «Tanto una novedad Madrid esfuerza, / que mi mentira la creí por fuerza» (p. 146a). Por otra parte, se añade un nuevo secreto a la lista: don Diego promete a doña Violante llevar a su casa esa noche a don Juan, al que adora, si le asegura que guardará el secreto, y así lo hace la dama.
La tercera jornada comienza con nuevos fingimientos, y así doña María alecciona a don Juan sobre lo que ha de decir a su padre Leonardo: «Advierte / bien en lo que has de fingir» (p. 151a); en efecto, el galán le dice al viejo que viene de Zaragoza para resolver un pleito en la Corte; luego subraya la criada Beatriz: «Y ¡qué bien Don Juan fingió!» (p. 152a). Por su parte, doña María también engaña a su padre fingiendo que ha perdido una joya (en realidad, se la ha entregado a su amante); don Diego engaña a doña Violante haciéndola creer que don Juan la ama (ya había advertido don Juan «que es muy fácil de engañar / la mujer enamorada», p. 149b, en alusión precisamente a doña Violante); a su vez, doña Violante quiere castigar el desvío de don Juan fingiendo que ama a don Carlos, etc., etc.
Crecen, pues, las burlas y los enredos; todos atosigan a don Diego con consultas en las que se ve apurado para mostrar los conocimientos de una ciencia astrológica que no posee; tanto es el cansancio y el hastío, que se lamenta de que haya corrido por Madrid su fama de astrólogo: «¿En qué laberinto / me pusisteis, don Antonio?» (p. 156a). Al final, toda la ficción astrológica se desmorona, quedando castigado don Diego; en la escena final todos le reprochan su falsa astrología; doña Violante, más explícita, advierte: «No creas a este embustero, / porque en cuanto dice miente» (p. 161b). Las últimas réplicas aluden a la circunstancia del secreto inicial no guardado:
BEATRIZ.- Ya mi señora no pierde, supuesto que está casada, en cuanto llegue a saberse. Yo le dije tus amores [A su ama.] a Morón.
MORÓN.- Y brevemente yo se los dije a Don Diego.
ANTONIO.- Y él a mí.
CARLOS.- Yo estoy presente, a quien vos se lo dijisteis, porque yo estaba inocente, y se lo dije a Violante.
MORÓN.- ¡Muy lindo secreto es este!
[1] Cito por Pedro Calderón de la Barca, El astrólogo fingido, en Obras completas, tomo II, Comedias, ed. de Ángel Valbuena Briones, Madrid, Aguilar, 1956, pp. 127-162. Ahora contamos con la edición crítica de las dos versiones de El astrólogo fingido por Fernando Rodríguez-Gallego, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011.
[2] También doña Violante le dirá a don Diego: «Si teméis el secreto, / muy bien sabré guardarle, / aunque mujer» (p. 147b). Morón se asombra de lo bien que fingió su amo: «Que así / lo has fingido, que yo mismo / casi, casi lo creí» (p. 141a); don Diego le agradece que lo sacara de ese momento de peligro: «Dame tus brazos, / pues de tanta confusión / hoy me has librado, Morón» (p. 142a), y le recompensa con un diamante porque «fingiste tan bien»; acto seguido le explica: «Morón, la buena mentira / está en parecer verdad» (p. 142b).