La acción de la novela de Néstor Luján parte de un hecho histórico real: durante el reinado de Felipe IV, las diplomacias inglesa y española planearon la boda de la infanta María, hermana del rey español, y Carlos, hijo del rey Jacobo I, que era príncipe de Gales y más tarde reinaría como Carlos I. Era un matrimonio que, caso de haberse producido, habría cambiado todas las alianzas tradicionales de la Europa del siglo XVII. Pero había un grave problema: Carlos, inglés, era protestante, y la boda resultaba poco menos que imposible.

Él, cual nuevo caballero andante, aparece en la novela idealmente enamorado de María, a la que nunca ha visto. Entonces decide partir de Inglaterra a España, atravesando a uña de caballo Francia, de incógnito, como un caballero particular, acompañado de su amigo lord Buckingham, favorito del rey. Ambos se presentan en Madrid para activar las negociaciones, por sorpresa, lo que origina una situación grotesca, ya que el príncipe no ha sido invitado y, por tanto, no puede ser recibido con el protocolo correspondiente. Al final, a los ocho días de estar en la Corte, Carlos hace su entrada oficial, cuando su presencia en Madrid era ya un secreto a voces. Es, además, un momento delicado, pues acaba de salir una premática que impide la estancia en España de todos los protestantes extranjeros.
La resolución del problema se va demorando: se pide una dispensa a Roma para el matrimonio; Olivares se opone al proyecto; pasan los meses y la situación permanece estancada, sin conocer el más mínimo avance. Al final, todos se dan cuenta de que el plan es un fracaso inevitable: la permanencia del príncipe Carlos en España ya no tiene ningún sentido y, con una excusa cualquiera, decide regresar a Inglaterra.
Este viaje a España del príncipe de Gales fue real, aunque seguramente no resultó tan romántico ni tan rocambolesco como Néstor Luján nos lo presenta en su novela. Lo que ocurre es que la trama de esta historia amorosa se diluye en la intriga política, en los intrincados hilos de los intereses nacionales en juego, manejados con habilidad por los diplomáticos de uno y otro país.
Paralelamente, existe en la novela otra historia de amor, la que une a María de Coutiño, joven dama portuguesa, y Hugo von Stein, noble y aventurero alemán. Y esta sí que resulta una verdadera historia de amor, sin que el hilo argumental se pierda por los entresijos diplomáticos. A diferencia de la anterior, tiene un final feliz: ambos personajes se conocen y se enamoran mutuamente. Sin embargo, aunque hay correspondencia en los sentimientos, no todo es un camino de rosas en su relación, pues han de vencer algunas dificultades (Hugo es de nobleza inferior a la de María y el hermano de esta se opone al matrimonio, no así su tío, quien es a la vez su tutor). La cuestión se resuelve con el rapto de la prometida —eso sí, con su consentimiento— por parte de Hugo. El hermano de María los persigue con cinco valentones pero los protagonistas, a pesar de su inferioridad numérica, consiguen escapar de los espadachines y refugiarse en un convento, donde contraen matrimonio: Hugo y María se casan y serán muy dichosos juntos. La historia, con sus ribetes folletinescos, resulta amena y de fácil lectura.
En resumidas cuentas, Por ver mi estrella María nos presenta dos historias de amor, pero —desde el punto de vista sentimental— solo una de ellas llega con interés a los lectores. Todavía podríamos añadir una tercera, la de la pareja formada por los criados Francisco y Dorotea, pero esta se desarrolla en un plano muy secundario[1].
[1] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La sociedad española del Siglo de Oro a la luz de las novelas históricas de Néstor Luján: Por ver mi estrella María (1988)», en Álvaro Baraibar, Tapsir Ba, Ruth Fine y Carlos Mata (eds.), Textos sin fronteras. Literatura y sociedad, Pamplona, Eunsa, 2010, pp. 283-300.