Imaginería barroca en los autos marianos de Calderón: representaciones emblemáticas y metáforas varias

Hemos visto en La Hidalga la imagen de la Naturaleza esclava, con la cara herrada. Otra representación emblemática tópica es la del amor ciego: pues bien, Calderón recurre a ella en PS, p. 804b[1], a la hora de presentar el sacrificio de Isaac, al que se ve en el primer carro, que figura una montaña, con los ojos vendados (porque Abrahán, al ir a inmolar a su hijo único, da indicio de un Amor ciego a Dios).

Rembrandt, El sacrificio de Isaac. Museo del Ermitage (San Petersburgo, Rusia)
Rembrandt, El sacrificio de Isaac. Museo del Ermitage (San Petersburgo, Rusia)

Metáfora tópica es la de hierba=esmeralda, por el color verde de la piedra preciosa. Laureta, comentando que la región está infestada de bandidos, señala que no hay hierba «que amaneciendo esmeralda, / rojo rubí no anochezca» (MC, p. 1143a); aquí se añade el elemento rubí para significar la hierba cubierta por la sangre de las víctimas de los salteadores. En QH, se menciona la esmeralda (ya sin mención del término real hierba) «vuelta / en acero» (p. 666a), para indicar que el campo está cubierto por las tropas de Sísara (acero es, a su vez, metonimia por armas). En otra ocasión no se refiere a la hierba sino a la mies verde, en combinación con la metáfora oro=trigo: «golfos de oro, arroyos de esmeralda» (ER, p. 1094a). Con semejante valor lírico encontramos la equiparación de la lana de las ovejas con plata, cristales ‘agua’ y nieve:

Desde Faran a Maón,
lindes que el Carmelo cercan,
corren con temor las aguas,
cuando descienden a ellas [las ovejas]
a consumir sus cristales;
y en el esquilmo a que llegas,
golfos de nieve verás
que les hacen competencia,
pues entre plata que corre
y plata que se está queda,
su misma lana las reses
tal vez se beben sedientas (FC, p. 638b).

Otras imágenes o metáforas frecuentes en los autos responden a un sentido religioso o están tomadas directamente de pasajes bíblicos: aguas=tribulaciones de la vida (MC, pp. 1141b y 1146b); la Nave de la Iglesia (MC, p. 1146b); hombre=templo vivo de Dios (MC, p. 1146b); las estrellas y las arenas ‘fecundidad’, ya en la descendencia de Abrahán (PS, pp. 802b y 805a) o de Isaac y Rebeca (PS, p. 818a), ya para encomiar el número de tropas (CA, p. 572b); el hombre como pequeño mundo (FC, p. 636b; MC, p. 1148a); seno materno=primer sepulcro del hombre (HV, p. 116b); el dedo de Dios como buril que deja escrita la ley de gracia (HV, p. 118a y MC, p. 1140a), etc.

Otras, en cambio, pertenecen a la tradición lírica: lágrimas=perlas (MC, p. 1142b); las flores del prado y las estrellas del cielo (PS, p. 810b); Babilonia ‘confusión’ (FC, p. 648a); Ofir, metonimia por ‘oro’, que sirve como imagen para el ‘color rubio del cabello’ (ER, p. 658a); orbe=Babilonia (ER, p. 660a); edificios=Narcisos (CA, p. 566b); Culpa=volcán, Etna (HV, p. 118a, como suele ser habitual, asociada a personajes como la Culpa; la imagen del volcán como bostezo de la tierra en FC, p. 639a); Luzbel=estrella arrancada=luz desasida=errado cometa (FC, p. 639a); los cuatro elementos (ER, p. 672b)…[2]


[1] Todas las citas corresponden a Pedro Calderón de la Barca, Obras completas, tomo III, Autos sacramentales, ed. de Ángel Valbuena Prat, 2.ª reimp. de la 2.ª ed., Madrid, Aguilar, 1991. En lo que sigue emplearé las abreviaturas de las Concordancias de Flasche: HV (=La Hidalga del valle), MC (=A María el corazón), ER (=Las espigas de Ruth), QH (=¿Quién hallará mujer fuerte?), FC (=La primer Flor del Carmelo), PS (Primero y segundo Isaac), CA (=El cubo de la Almudena) y OM (=Las Órdenes Militares).

[2] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «Imaginería barroca en los autos marianos de Calderón», en Ignacio Arellano, Juan Manuel Escudero, Blanca Oteiza y M. Carmen Pinillos (eds.), Divinas y humanas letras. Doctrina y poesía en los autos sacramentales de Calderón, Kassel, Edition Reichenberger, 1997, pp. 253-287.

Elementos alegóricos y emblemáticos en el «Persiles»

La alegoría de la vida humana como peregrinación es fundamental en el Persiles: cubre todo el texto, y no parece necesario citar ejemplos. Destacaré, sí, la especial recurrencia de imágenes relacionadas con la navegación, también en sentido alegórico[1]. En cuanto a la emblemática[2], las imágenes más reiteradas son la de la Fortuna (con su rueda y el clavo para fijarla cuando está en el momento próspero) y la de la Ocasión con su guedeja de cabellos que debe asirse (ver pp. 697b, 711a, 743a, 765b, 780a, 799a, 800b, 816b, 822a[3], etc.). Hay que señalar que en el Persiles la Fortuna se equipara con la Providencia: «aquella que comúnmente es llamada Fortuna, que no es otra cosa sino un firme disponer del cielo» (p. 822a).

Cabe destacar dos pasajes articulados de forma alegórico-emblemática: la competición de barcas en el episodio de la boda de los pescadores (II, 10) y el sueño de Periandro (II, 15). Cuando los viajeros asisten a las bodas de unos pescadores, Auristela arregla las parejas trocadas para que se casen Selviana con Solercio y Leoncia con Carino: «Esto quiere el cielo», indica (p. 741a). En las fiestas nupciales, salen en competición cuatro barcas, que forman una hermosa alegoría: una representa a un vendado Cupido; otra, al Interés como gigante pequeño; la tercera, a la Diligencia, mujer desnuda y con alas; la última, la que vence finalmente, a la Buena Fortuna.

En II, 15 se nos refiere el sueño de Periandro en el que se le aparece primero la Sensualidad:

Volved, señores, los ojos, y haced cuenta que veis salir del corazón de una peña, como nosotros lo vimos, sin que la vista nos pudiese engañar; digo que vimos salir de la abertura de la peña, primero un suavísimo son, que hirió nuestros oídos y nos hizo estar atentos, de diversos instrumentos de música formado; luego salió un carro, que no sabré decir de qué materia, aunque diré su forma, que era de una nave rota que escapaba de alguna gran borrasca; tirábanla doce poderosísimos jimios, animales lascivos. Sobre el carro venía una hermosísima dama, vestida de una rozagante ropa de varias y diversas colores adornada, coronada de amarillas y amargas adelfas. Venía arrimada a un bastón negro, y en él fija una tablachina o escudo, donde venían estas letras SENSUALIDAD. Tras ella salieron otras muchas hermosas mujeres, con diferentes instrumentos en las manos, formando una música, ya alegre y ya triste, pero todas singularmente regocijadas (p. 750a).

Luego se le presenta Auristela como la Castidad, emblema de la pureza, acompañada de dos doncellas, la Continencia y la Pudicicia («amigas y compañeras, acompañamos perpetuamente a la Castidad», p. 750b), las cuales anuncian que irán con ella hasta el fin de las peregrinaciones y trabajos «en la alma ciudad de Roma» (p. 750b).

Arnaldo emplea la imagen de la yedra y el muro (también yedra y olmo) para referirse a la unión de Renato y Eusebia: «Gocéisle luengos años [el bien], señor Renato, y gócele en vuestra compañía la sin par Eusebia, yedra de vuestro muro, olmo de vuestra yedra, espejo de vuestro gusto y ejemplo de bondad y agradecimiento» (p. 759b). Al final de III, 14 se indica que Auristela sin Periandro es «yedra sin arrimo», cuando este cae desde lo alto de la torre: «¡Ay de mí, otra vez sola y en tierra ajena, bien así como verde yedra a quien ha faltado su verdadero arrimo!» (p. 791a); y en IV, 1 se repite la misma imagen: «Lejos nos hallamos de nuestras tierras, no conocidos de nadie en las ajenas, sin arrimo que sustente la yedra de nuestras incomodidades» (p. 803b).

El olmo y la yedra

A su vez, Arnaldo se equipara con la mariposa que se acerca peligrosamente a la luz, aquí la de los ojos de Auristela: «Contó asimismo cómo se murmuraba que por la ausencia de Arnaldo, príncipe heredero de Dinamarca, estaba su padre tan a pique de perderse, del cual príncipe decían que, cual mariposa, se iba tras la luz de unos bellos ojos de una su prisionera» (p. 759b).

La mariposa y la luz

Encontramos también el emblema tópico de la ingratitud, la víbora que pica al labrador que la ha abrigado en su pecho (p. 775b); en fin, de Isabela Castrucho, en su espera constante de Andrea Marulo, se dice que ha sido roca firme frente a los embates de las olas del mar (p. 801b)[4].


[1] Por ejemplo, en estas palabras de Martín Banedre: «pero ya mi suerte, cansada de llevar la nave de mi ventura con próspero viento por el mar de la vida humana, quiso que diese en un bajío que la destrozase toda» (p. 774b).

[2] Ver John T. Cull, «Emblem motifs in Persiles y Sigismunda», Romance Notes, 32, 1992, pp. 200-208; e Ignacio Arellano, «Elementos emblemáticos en La Galatea y el Persiles», Bulletin of Spanish Studies, vol. 81, 4-5, 2004, pp. 571-584. Para el uso de la emblemática en otras obras de Cervantes, pueden verse los diversos trabajos que ha dedicado Arellano al tema: «Motivos emblemáticos en el teatro de Cervantes», Boletín de la Real Academia Española, 77, 1997, pp. 419-443; «El género de los emblemas y el simbolismo visual en la obra de Cervantes», Hispanistica, 5, 1997-1998, pp. 39-48; «Visiones y símbolos emblemáticos en la poesía de Cervantes», Anales cervantinos, 34, 1998, pp. 169-212; «Más sobre el lenguaje emblemático en el Viaje del Parnaso de Cervantes», Lexis, 23, 2, 1999, pp. 317-336; y «Los emblemas en el Quijote», en Rafael Zafra y José Javier Azanza (eds.), Emblemata aurea, Madrid, Akal, 2000, pp. 9-32.

[3] Cito el Persiles por la edición de Florencio Sevilla Arroyo en Miguel de Cervantes, Obras completas, Madrid, Castalia, 1999.

[4] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «El Persiles de Cervantes, paradigma del arte narrativo barroco», en Ignacio Arellano y Eduardo Godoy (eds.), Temas del Barroco hispánico, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004, pp. 197-219.