Una de las formas que en ocasiones adopta la poesía lírica de tipo popular (y luego las recreaciones popularistas) es la del diálogo[1]: es decir, en el poema no encontramos una sola voz lírica enunciativa, sino que aparece un interlocutor interno, una segunda voz enunciadora, con lo que la composición se convierte en un diálogo (pudiendo ser mayor o menor el número de réplicas intercambiadas). Pues bien, de entre los 26 villancicos[2] que encontramos al interior de Las Abidas (1566), del tudelano Jerónimo Arbolanche, algunos de ellos adoptan esa modalidad dialogística. Un magnífico ejemplo de ello lo tenemos en el que comienza «¿Cómo os vais, señora mía…» (fols. 103r-103v)[3]. Como es obvio, al editar modernamente el texto, el añadido de los guiones de diálogo delante de cada réplica facilita la lectura y mejor comprensión del texto:
—¿Cómo os vais, señora mía,
llevando mi alma robada?
—Yo, pastor, no llevo nada.—Si lleváis mil corazones
y entr’ellos mi corazón,
y en sola una perfectión
lleváis dos mil perfectiones,
no aguardéis a los pregones:
volved la cosa robada.
—Yo, pastor, no llevo nada.—Lleváis nombre de dulzura
más dulce que nadi oyó,
y si alguna le llevó,
fue prestado, por ventura,
hasta ser vuestra hermosura
en el mundo celebrada,
—Yo, pastor, no llevo nada.—¿Y ese aire tan donoso,
ese semblante risueño,
ese andar tan halagüeño,
ese reír amoroso
y ese mirar tan sabroso,
que lleváis el alma atada?
—Yo, pastor, no llevo nada[4].
Aquí, esa estructura dialogística, frecuente como indicaba, en la poesía de tipo tradicional, se extiende a lo largo de toda la composición y responde al diálogo entre un pastor y una pastora (a la que denomina señora mía, haciendo uso del léxico propio del amor cortés). El pastor reprocha a la amada el robo de su alma y le pide su devolución antes de que le sea reclamada por medio de un pregón.
El poema, como los demás villancicos de Arbolanche que venimos examinando estos días, no ofrece mayor dificultad para su comprensión. Desde el punto de vista léxico, bastaría con advertir que en el v. 9, «volved la cosa robada», el imperativo vale ʽdevolved, restituidʼ; y en el v. 12, nadi es forma propia del navarro-aragonés por nadie. Nótense además las grafías cultas perfectión, perfectiones en los versos sexto y séptimo.
Por lo demás, el poema pondera la belleza y dulzura de la amada, capaz de robar mil almas y mil corazones. Por lo que hace al ornato retórico, destaca en el último pie el uso de la anáfora («Y ese … ese … ese … ese… y ese») combinada con el paralelismo, que sirve para introducir una serie de cinco prendas de la amada (aire donoso, semblante risueño, andar halagüeño, reír amoroso, mirar sabroso) que atan el alma del enamorado pastor, llevándosela así robada.
Queda únicamente por comentar que el emisor de este poema es Abido, quien lo entona en la despedida de los pastores tras haber participado en la celebración de las fiestas agonales en el palacio del rey Gárgoris. Abido conserva intacto el sentimiento de amor por la ninfa Isabela, fallecida tras sufrir una fatal caída (en el Libro I). La marcha de la amada («¿Cómo os vais, señora mía, / llevando mi alma robada?») es, en este sentido, definitiva, irreversible, de forma que en el contexto narrativo en que se sitúa este poema cabe imaginar que ese diálogo es, en realidad, un desdoblamiento de la voz lírica, el yo de Abido en galante conversación —imaginaria, ficticia— con el tú de su amada Isabela. Como sucede con el resto de las composiciones insertas en Las Abidas, son textos que pueden estudiarse como poemas líricos independientes, pero conviene no olvidar la función específica que desempeñan en el conjunto de la historia amorosa que les sirve de marco.
[1] Esta entrada forma parte del proyecto de investigación Modelos de vida y cultura en la Navarra de la modernidad temprana, dirigido por Ignacio Arellano, que cuenta con una ayuda de la Fundación Caja Navarra, «Convocatoria de ayudas para la promoción de la Investigación y el Desarrollo 2015», Área de Ciencias Humanas y Sociales.
[2] En su tesis doctoral Elementos líricos en «Las Abidas» (1566) de Jerónimo Arbolanche, Pamplona, Universidad de Navarra, 2015, realizada bajo mi dirección, María Francisca Pascual Fernández ha localizado —y estudiado— un total de 26 villancicos en el conjunto de Las Abidas. Para el villancico, cabe remitir a los trabajos de Antonio Sánchez Romeralo, El villancico. Estudios sobre la lírica popular en los siglos XV y XVI, Madrid, Gredos, 1969; y de Isabella Tomassetti, Mil cosas tiene el amor. El villancico cortés entre Edad Media y Renacimiento, Kassel, Reichenberger, 2008. Para el autor y su obra, es referencia obligada la erudita aportación de Fernando González Ollé: Jerónimo Arbolanche, Las Abidas, Madrid, CSIC, 1969-1972, 2 vols., que incluye el estudio y la edición facsimilar de la obra, además de un vocabulario y notas. Ver también mi artículo «La poesía pastoril y amorosa de Jerónimo Arbolanche», Río Arga. Revista de Poesía, núm. 109, primer trimestre de 2004, pp. 27-31.
[3] La parte final del villancico «El zagal pulido, agraciado…» (fols. 48r-48v), comentado en una entrada anterior, era también dialogada.
[4] Las Abidas, Zaragoza, en casa de Juan Millán, 1566, Libro V, fols. 103r-103v. Está incluido en mi antología Poetas navarros del Siglo de Oro, Pamplona, Fundación Diario de Navarra, 2003, pp. 22-23.