Me limitaré a señalar, brevemente, algunos detalles significativos sobre la presencia de elementos dramáticos en el Persiles:
1) El relato de Antonio en I, 5-6, ante un auditorio atento y con el impresionante telón de fondo de la isla bárbara en llamas, tiene cierto carácter de representación dramática.
2) El episodio de III, 8 protagonizado por los dos alcaldes villanos Tozuelo y Pedro Cobeño presenta un marcado tono entremesil.
3) Recordemos, asimismo, todo lo sucedido en Badajoz, cuando los peregrinos coinciden en un mesón con una compañía de recitantes; un poeta remendón de comedias viejas opina que Auristela podría ser una buena farsanta e indica a Periandro que, en vez de usar el lienzo que mandó pintar para explicar la historia de sus sucesos, debería componerse una comedia sobre este asunto (más tarde, en IV, 8 nos enteramos de que el poeta ha escrito, en efecto, una comedia sobre Periandro y Auristela). Además el Corregidor los invita a su casa a ver una representación de la fábula de Céfalo y Pocris.
4) Recurso repetido en varias obras dramáticas es el del jinete que cae de su montura (imagen simbólica de que su razón no domina sus deseos); lo mismo sucede aquí en III, 7 con el polaco Ortel Banedre, descabalgado cuando iba cegado por el deseo de venganza («ciego de vuestra cólera», le dice Periandro, p. 775b[1]).
5) En fin, encontramos el recurso de la mujer disfrazada de varón, de amplio uso en el teatro (en la novela, vemos a Auristela vestida de hombre en la isla bárbara, y además a Periandro con ropas femeninas)[2].
[1] Cito el Persiles por la edición de Florencio Sevilla Arroyo en Miguel de Cervantes, Obras completas, Madrid, Castalia, 1999.
[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «El Persiles de Cervantes, paradigma del arte narrativo barroco», en Ignacio Arellano y Eduardo Godoy (eds.), Temas del Barroco hispánico, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004, pp. 197-219.