Este segundo texto de Góngora es una letrilla que se presenta bajo el epígrafe «En persona del Marqués de Flores de Ávila, estando enfermo». La voz lírica corresponde a la maravilla, que se refiere a algunas características de otras flores (clavel, jazmín, alhelí, girasol) con las que se compara. Como señala Suárez Miramón en nota al v. 1, el flores del estribillo es «juego con el nombre del marqués (Flores) y el símbolo barroco más utilizado para expresar la fragilidad natural». En el estribillo se juega también con el propio nombre de la flor, que si antes ha sido maravilla (de hermosura, de frescura…) ahora apenas es sombra de sí misma, y por eso su ejemplo constituye una enseñanza para las demás flores («pues de vosotras ninguna / deja de acabar así», vv. 9-10). Por lo demás, como en otros poemas de esta serie que estamos examinando, el texto insiste en la escasa duración de la belleza de la flor: la medida de un solo día, el tiempo que va de la aurora a la noche, es lo que separa la cuna del ataúd (vv. 5-6), el nacimiento de la muerte.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui
y hoy sombra mía aun no soy.
La aurora ayer me dio cuna,
la noche ataúd me dio;
sin luz muriera si no
me la prestara la luna:
pues de vosotras ninguna
deja de acabar así,
aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.
Consuelo dulce el clavel
es a la breve edad mía,
pues quien me concedió un día
dos apenas le dio a él;
efímeras del vergel,
yo cárdena, él carmesí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui
y hoy sombra mía aún no soy.
Flor es el jazmín, si bella,
no de las más vividoras,
pues dura pocas más horas
que rayos tiene de estrella;
si el ámbar florece, es ella
la flor que él retiene en sí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.
El alhelí, aunque grosero
en fragancia y en color,
más días ve que otra flor,
pues ve los de un mayo entero:
morir maravilla quiero
y no vivir alhelí.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui,
y hoy sombra mía aun no soy.
A ninguna flor mayores
términos concede el sol
que al sublime girasol,
Matusalén de las flores:
ojos son aduladores
cuantas en él hojas vi.
Aprended, flores, en mí
lo que va de ayer a hoy,
que ayer maravilla fui
y hoy sombra mía aún no soy[1].