José María Sanjuán, cuentista

Con sus dos libros de cuentos, El ruido del sol y Un puñado de manzanas verdes, José María Sanjuán viene a representar en las letras navarras la corriente de preocupación social que invadió la narrativa española de los años 50 y 60 del siglo XX. Pero en Sanjuán, al contrario de lo que ocurre en otros autores, el cultivo de una literatura «social» no disminuye ni un ápice su calidad literaria. Por el contrario, el espíritu de sus relatos, y lo mismo su valor artístico, está muy cercano al de un maestro del género, Ignacio Aldecoa, que también supo mirar con la misma nostalgia a los seres más desprotegidos de la sociedad.

Historia de la Literatura Navarra, de José María Corella

Esta circunstancia es interesante en el panorama de la historia literaria de Navarra, porque apenas encontramos en otros escritores navarros de los mismos años una preocupación similar, inmersos como estaban —por lo general— en el cultivo de los temas costumbristas o históricos, o bien centrados en la construcción de mundos narrativos personales (caso de Rafael García Serrano o Carmela Saint-Martin).

Valoración de «El ruido del sol», de José María Sanjuán

Como hemos podido apreciar en las entradas anteriores, todos estos cuentos de El ruido del sol tienen como protagonistas a toreros, ya se trate de espadas profesionales, ya de simples maletillas y aficionados. El libro de José María Sanjuán se asemeja a otros de Ignacio Aldecoa, tanto por el hecho de reunir diversos relatos centrados en un oficio, como por la ternura con que quedan retratados los personajes más desvalidos.

Corrida de toros

En efecto, en todos ellos la acción —cuando la hay— se centra más que en los toreros triunfadores, en los fracasados, en aquellos que no han podido llegar, o en los que llegaron pero ya han visto cómo pasaba su hora. Y más que desde el momento culminante de la corrida, de las diversas suertes taurinas (que en ningún momento se describen), estos cuentos de El ruido del sol se enfocan muchas veces desde la perspectiva de la espera, lenta y angustiosa, de los toreros en sus habitaciones de hotel. Sanjuán sabe captar muy bien la atmósfera asfixiante que —física y moralmente— agobia a estos personajes (el calor, la humedad, las amistades interesadas, etc.), al tiempo que proporciona a sus relatos un marcado y nostálgico tono lírico, muy evocador y sugerente.

Los cuentos de José María Sanjuán: «El último tercio»

Cierra la colección de El ruido del sol «El último tercio» (pp. 179-186)[1], relato que va encabezado por una cita de Hemingway. Laurel, mozo de estoques, ayuda a vestirse al maestro Manuel, al que antes le iban mejor las cosas: su habitación se llenaba de amigos y aficionados, pero hora no acude absolutamente nadie. Esa tarde tampoco toca pelo, igual que las anteriores, pero el torero piensa, como siempre, que todavía le queda alguna oportunidad, que el triunfo se presentará mañana…

Torero

El final, de nuevo, niega esa falsa esperanza: «Y Laurel sabía que no había ya ningún día que se llamara así» (p. 186). Para Manuel no hay ya mañana, como tampoco lo había para Pascual, de «Mañana será un hermoso día»; para Rayo, de «No es bueno volver a empezar»; para José, de «La camisa amarilla», etc.


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

Los cuentos de José María Sanjuán: «Mañana será un hermoso día»

En «Mañana será un hermoso día» (pp. 169-177)[1] el joven Pascual va de noche, a la luz de la luna, a tentar unas reses. Entre paréntesis se van consignando las reflexiones de su monólogo, y el narrador augura la desgracia que le espera en su arriesgado empeño: «Había en el aire una sombra inquietante, de acecho y aventura, de silencio comprimido, de lucha contenida, de tragedia solitaria» (p. 171).

Torero de luz de luna

Pascual consigue dar unos pasos a un toro, pero es cogido. Cuando a la mañana siguiente encuentran su cuerpo, el jinete se lamenta, no de la suerte del muchacho, sino de que esa aventura le ha estropeado varios toros, ya no aptos para la lidia. De nuevo el título cobra tintes de ironía trágica, una vez conocido el desenlace: para el pobre maletilla, sencillamente, no habrá mañana.


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

Los cuentos de José María Sanjuán: «No es bueno volver a empezar»

«No es bueno volver a empezar» (pp. 163-168)[1] presenta a Rayo, un mal torero, ya viejo y acabado, que acude a su amigo Carlos, camarero, para que le preste algo de dinero; éste consiente, aunque le advierte que le iría mejor si dejase de intentarlo como espada y entrase de subalterno en alguna cuadrilla.

Banderillero

En suma, una nueva evocación nostálgica y tierna del torero fracasado, que lo ha intentado, pero que no ha sabido llegar a lo más alto o mantenerse allí.


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

Los cuentos de José María Sanjuán: «Las cenizas de todos nosotros»

El siguiente relato incluido en El ruido del sol es «Las cenizas de todos nosotros» (pp. 149-161)[1]. Cecilio, alias Juanete III, sale de la cárcel de un pueblo y la gente lo señala como el torero del domingo, «el del miedo». Todos sus hermanos han tenido mala suerte en el toreo: Juanete I cayó en una novillada nocturna; Juanete II sufrió la amputación de un pie, porque le cambiaron un buen toro que le había tocado en el lote. El padre, que quiere fundar una dinastía taurina, reprocha a su hijo su cobardía al negarse a torear (razón por la que lo habían metido en el calabozo): «¡Has acabado con todos nosotros!, ¡has terminado con nuestras cenizas…!» (p. 161).

Torero

Pero, en realidad, lo que ha hecho ha sido salvar su vida, sin exponerla inútilmente en el ejercicio de un trabajo para el que no siente la más mínima vocación.


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

Los cuentos de José María Sanjuán: «La camisa amarilla»

«La camisa amarilla» (pp. 141-147)[1] tiene como motivo una de las supersticiones de los toreros, el mal fario de ese color[2]. José, alias Almonteño, ha recibido esa mañana la visita de un extranjero que llevaba una camisa amarilla; y, al hacer el paseíllo, vuelve a verlo en el tendido.

Camisa amarilla

El final deja en suspenso el desenlace, aunque hace presagiar la desgracia: «Y presintió que quizá ya no volvería más a desandar el terreno y la arena que ahora pisaba…» (p. 147).


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

[2] Este color aparecía ya en un pasaje de «El silencio está lleno de ruidos», p. 104.

Los cuentos de José María Sanjuán: «El extraño»

Un torero comenta con otros personajes la faena de esa tarde en «El extraño» (pp. 133-139)[1]. Como en varios otros relatos del libro, el ambiente se hace pesado, asfixiante por el calor. Todos los amigos que se arriman a él lo elogian sin medida; al final pide consejo a otro, en su opinión más sabio que los demás, y éste le dice que ha estado francamente mal. Entonces todos los entusiastas callan.

Faena

Se trata, pues, de una nueva reflexión sobre la adulación que rodea al torero exitoso, que ya se apuntaba en «El triunfador».


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

Los cuentos de José María Sanjuán: «El aire sabe a caliente»

En «El aire sabe a caliente» (pp. 119-132)[1] nos presenta Sanjuán a El Candi y Valero, dos toreros que actúan en ínfimas corridas de pueblos; los dos se alojan en casa de María hasta la hora de la corrida. En el relato va alternando el presente (el torero herido sobre la cama, luego muerto) con el pasado (se cuenta cómo fue cogido en la corrida del pueblo).

Cogida de torero, Manolo Prieto

El alcalde y un amigo acuden a ver al herido, pero María los rechaza, porque ellos son quienes han permitido que saliese una vaca resabiada; también ellos fueron los responsables de la muerte de su hermano, en circunstancias similares. A lo largo del relato se reitera como un leitmotiv ese sabor caliente del aire: «El aire sabe a caliente y resulta sofocante» (p. 123); «Y todo sabía a caliente» (p. 127); «El aire sabe a caliente, casi se mastica» (p. 131), y lo mismo en las palabras finales:

Y al cerrar la puerta se recuesta sobre la madera y siente que el corazón le golpea aceleradamente. Una nube de calor le vela sus ojos. Arriba, bajo el dintel de la puertecilla del cuarto, Valero mira el cuerpo rígido y siente, más que antes, el peso del aire. Agobiante. Caliente (p. 132).


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.

Los cuentos de José María Sanjuán: «Un día es un día»

«Un día es un día» (pp. 107-118)[1] nos presenta a varios personajes: Andrés, Curro, Pedro y Campos. Éste, un picador maduro, y los otros miembros de la cuadrilla, más jóvenes, marchan a Francia, donde torea el matador al que sirven (que hace el viaje en otro coche).

Fernando Botero, La corrida

Cuando paran en un bar a tomar algo, ven que el coche del torero está aparcado a la puerta de una elegante villa. Sus comentarios sugieren que el maestro estará acompañado de alguna hermosa mujer, porque —como indica el título— un día es un día.


[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.