Primero de los sonetos de la historia intercalada de El curioso impertinente, compuesto por Lotario[1] (tomado, con retoques, de La casa de los celos, donde abría la tercera jornada). Lotario —que es con quien se identifica el yo lírico— se pasa el día quejándose y lamentando la ingratitud de Clori, mientras enamora a Camila, casada con Anselmo. Como se anota en la edición del Quijote coordinada por Rico, el poema —cuya cadencia marca muy bien el paso del tiempo: noche, amanecer, mediodía, noche— se apoya en Petrarca, Canzoniere, núm. CCXVI. Desde el punto de vista estilístico, cabe destacar la antítesis paralelística del verso 3 («la pobre cuenta de mis ricos males») y el verso final también bimembre: «al cielo sordo, a Clori sin oídos» (como también lo era el undécimo, «el llanto crece y doblo los gemidos»), donde resulta patente que no hay variación en la situación del amante, para quien solo queda el sufrimiento.
En el silencio de la noche, cuando
ocupa el dulce sueño a los mortales,
la pobre cuenta de mis ricos males
estoy al cielo y a mi Clori dando.
Y al tiempo cuando el sol se va mostrando
por las rosadas puertas orientales,
con suspiros y acentos desiguales
voy la antigua querella renovando.
Y cuando el sol, de su estrellado asiento
derechos rayos a la tierra envía,
el llanto crece y doblo los gemidos.
Vuelve la noche, y vuelvo al triste cuento
y siempre hallo, en mi mortal porfía,
al cielo sordo, a Clori sin oídos.
(Quijote, I, 34, ed. Rico, p. 399)
Segundo soneto de Lotario, que forma serie con el anterior e insiste en el tópico de la «amada enemiga». Camila, sabiendo que ella es la Clori aludida en el texto anterior, le pide que recite más poemas, si sabe algún otro, y Lotario indica: «Sí sé […], pero no creo que es tan bueno como el primero, o, por mejor decir, menos malo» (Quijote, I, 34, ed. Rico, p. 400). Tras ser recitado, anota el narrador: «También alabó este segundo soneto Anselmo como había hecho el primero añadiendo eslabón a eslabón a la cadena con que se enlazaba y trababa su deshonra» (p. 401). Ahora el yo lírico anuncia su muerte desde el primer verso y se sigue quejando de su «bella ingrata» (v. 3), aunque insiste en que no se arrepiente de adorarla. El segundo cuarteto retoma el motivo neoplatónico del rostro dibujado (aquí, esculpido) en el pecho del amante. El segundo terceto desarrolla la imagen de la navegación peligrosa, sin esperanza de llegar a seguro puerto[2].

Como se anota en la edición de Rico, los versos 1 y 8 son ecos de Garcilaso, sonetos I, verso 7, «sé que me acabo, y más he yo sentido», y V, verso 1, «Escrito‘stá en mi alma vuestro gesto». Añadiré que el verso 5, «Podré yo verme en la región de olvido», es otro eco garcilasista que evoca el verso 14 del soneto XXXVIII, «por la oscura región de vuestro olvido».
Yo sé que muero, y si no soy creído,
es más cierto el morir, como es más cierto
verme a tus pies, ¡oh bella ingrata!, muerto,
antes que de adorarte arrepentido.
Podré yo verme en la región de olvido,
de vida y gloria y de favor desierto,
y allí verse podrá en mi pecho abierto
como tu hermoso rostro está esculpido.
Que esta reliquia guardo para el duro
trance que me amenaza mi porfía,
que en tu mismo rigor se fortalece.
¡Ay de aquel que navega, el cielo escuro,
por mar no usado y peligrosa vía,
adonde norte o puerto no se ofrece!
(Quijote, I, 34, ed. Rico, p. 400)
[1] Lotario ha dicho a Anselmo que corteja a una tal Clori, y Anselmo pide a su amigo les recite alguna composición dedicada a esa Clori; Lotario explica que «cuando algún amante loa a su dama de hermosa y la nota de cruel, ningún oprobrio hace a su buen crédito; pero, sea lo que fuere, lo que sé decir, que ayer hice un soneto a la ingratitud desta Clori, que dice ansí» (Quijote, ed. Rico, p. 399). Y luego se añade: «Bien le pareció el soneto a Camila, pero mejor a Anselmo, pues le alabó y dijo que era demasiadamente cruel la dama que a tan claras verdades no correspondía» (p. 400). Para los dos sonetos de Lotario véase Pedro Ruiz Pérez, «Contexto crítico de la poesía de Cervantes», Cervantes. Bulletin of the Cervantes Society of America, XVII, 1, 1997, pp. 73-75. Para Francisco Ynduráin, «La poesía de Cervantes: aproximaciones», Edad de Oro, IV, 1985, p. 224, se da así un juego de elegancia espiritual entre prosa y verso: «en el texto narrativo, los dos sonetos refuerzan y dan relevancia a las pasiones celadas, de que el lector tiene la clave». Andrés Amorós, «Los poemas de El Quijote», en Manuel Criado de Val (dir.), Cervantes: su obra y su mundo. Actas del I Congreso Internacional sobre Cervantes, Madrid, EDI-6, 1981, p. 710, al clasificar los poemas del Quijote, incluye estos dos sonetos en el apartado de «poesía de meditación».
[2] La misma imagen de la navegación se reitera en otros sonetos cervantinos. El sintagma «no usado» se repite en el soneto del enamorado portugués del Persiles que comienza «Mar sesgo, viento largo, estrella clara, / camino, aunque no usado, alegre y cierto».