Buenas relaciones mantuvo Lope con muchos poetas: por ejemplo, con José de Valvivielso, sacerdote y autor de poesías religiosas y excelentes autos sacramentales, que debía de ser uno de los pocos poetas de buen carácter, ameno y bondadoso, a juzgar por los testimonios de sus contemporáneos[1]. En su cargo de censor de libros redactó cerca de cincuenta dictámenes amables y elogiosos. Según dice Montalbán en la Fama póstuma, Valvivielso fue uno de los amigos que asistían a Lope en la hora de la muerte y consolaban sus últimas congojas.
Luis Vélez de Guevara también pertenecía al círculo de amistades. Lope llega a intervenir como mediador en algunos problemas que tuvo Vélez con su mecenas, el conde de Saldaña, al cual había enviado una carta impertinente, según evidencia la que Lope escribe a Saldaña en noviembre de 1608 en la que disculpa a su amigo poeta:
Mirada, Señor Excelentísimo, como suena esta carta, digna fuera del castigo a que la sentenciara cualquiera que no fuere a sus principios, cuya fuente (que es el amor agraviado de Luis Vélez) está clarísima, si bien este arroyuelo de ringlones turbios se ha escurecido pasando por las yerbas y céspedes de la afición ofendida, que en razón de serlo osa y se atreve a igualarse a la grandeza de su dueño, más para demostración de su íntimo sentimiento que porque descompuesto intente volver a Vuestra Excelencia las palabras; que ningún cuerdo tiró flechas al cielo, de donde ellas mismas se vuelven con mayor furia. Del amor dijeron muchos que tenía respuestas como oráculo. Esta carta se ha de entender así, conde mi señor, y no juzgando sus razones por la superficie, que penetrando a las entrañas de las palabras bien se conoce que son celosas, y celos ¿cuándo no han sido hijos de Amor? […] Tiznado dirá Vuestra Excelencia que viene este amor de Luis Vélez en esta carta, y que son amores negros, como los de Etiopia, que aunque negros son hombres. Mas ¿cómo han de venir menos, siendo de un esclavo suyo, que por solo estar herrado ha errado en esto? La benignidad (como Vuestra Excelencia sabe mejor) es un gran atributo en Dios, a quien han de imitar tan grandes príncipes, que quien no sabe perdonar se iguala al mismo que le pudo ofender, pues se confiesa ofendido, y quien perdona hace el más generoso acto que cabe en naturaleza.[…] Luis Vélez ama su virtud, su entendimiento y su vida extraordinariamente. Cesen enojos, príncipe de los señores y señor de los príncipes, y déme desde aquí sus manos para besárselas en nombre de Luis Vélez, mientras él va a humillarse a esos pies que han dado más de algún paso en su remedio; que yo le buscaré y le jabonaré, y aun le echaré en colada, para que vaya tan limpio a esos ojos como lo ha de estar quien ha de asistir al sol, cuya claridad no perdona los átomos.
En otra ocasión envía a Sessa una copla de Vélez de Guevara sobre los amores de Jerónima de Burgos con los actores Juan de San Martín y Salvador Ochoa, elogiando su ingenio y compartiendo las burlas:
Esta copla de Luis a Jerónima de Burgos y San Martín, su galán, me ha dado gusto, y así la envío a Vuestra Excelencia, como melón bueno, y ruego a Dios me le guarde cien mil años.
Jerónima, no se escapa
de caduco vuestro humor,
pues dejáis un Salvador
por un San Martín sin capa.
Mas para saber, en fin,
si sois puerca, echad un cerco,
y sabréis que a cada puerco
la viene su San Martín.
[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.