Dado que don Luis no aparece con mucha frecuencia por esta Ínsula Barañaria, no estará de más recordarle hoy —antes de que se nos enfade…— a través del soneto-homenaje que le dedicó el poeta boliviano Franz Tamayo.
Franz Tamayo (La Paz, 1879-La Paz, 1956), que además de poeta fue político y diplomático, constituye una de las figuras centrales de la literatura boliviana del siglo XX. Entre sus obras poéticas se cuentan Odas (1898) —cuya aparición fue saludada efusivamente por Rubén Darío—, Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia (1905), La Prometheida o las oceánides (1917), Nuevos proverbios (1922), Proverbios sobre la vida, el arte y la ciencia, fascículo segundo (1924), Nuevos rubayat (1927), Scherzos (1932), Scopas (1939) y Epigramas griegos (1945). Su obra puede adscribirse, en líneas generales, al Modernismo: «Es la poesía rara de un indio griego», escribe Juan Quirós[1], quien nos recuerda además el que fuera su lema —hermoso lema, ciertamente— en el terreno de la creación literaria: «La obra de belleza es para siempre».
Y este es el texto —creo que no muy conocido— de su «Soneto en honor de don Luis de Góngora y Argote»:
Gran Don Luis, la rosa ha florecido
en vuestras manos de oriental orífice;
a un pagano donaire de pontífice
el garbo unís de príncipe garrido.Ya Galatea y Tisbe os han sonreído
cual dos estatuas a su amante artífice.
Ya por siempre el canoro dios munífice
guardará vuestras rosas del olvido.Indaga el peregrino apasionado
vuestra morada de cruzado moro
en el país lejano de Eldorado;y una ciudad señala el dios canoro
donde en Alhambras de cristal calado
alza la gloria sus Giraldas de oro[2].
[1] Juan Quirós, Índice de la poesía boliviana contemporánea, La Paz, Librería Juventud, 1964, p. 41.
[2] Tomo el texto de Juan Quirós, Índice de la poesía boliviana contemporánea, p. 52, con un ligero retoque en la puntuación (el verso 2 se cierra ahí con un punto tras orífice).