Antes de analizar la comicidad escénica y verbal de la comedia burlesca de El mariscal de Virón, convendrá resumir, con cierto detalle, la acción. En este repaso podremos advertir ya ciertos detalles de la caracterización ridícula de los personajes y lo grotesco de muchas de sus acciones[1].

Jornada I
Vv. 1-70[2]. Hablan el mariscal de Virón y su criado Jaques. Por el diálogo nos damos cuenta de que Carlos, el Mariscal, que anda vestido con ropas viejas y pobres y parece «queso añejo / metido en la ratonera» (vv. 39-40), ha venido a Palacio a entrevistarse con su amada Blanca, mientras Jaques piensa hacer lo propio con la criada Belerma. Ambos nos ofrecen una poco idealizada descripción de Blanca, que es una dama matadora: pero no mata metafóricamente de amor, con los rayos de su mirada, sino en sentido real, por la sífilis que transmite a cuantos caballeros la tratan y frecuentan. En su conversación mencionan también al Rey y su «cortijo» (v. 11). Comenta el Mariscal que él hubiera acompañado al Duque de Saboya, pero ya el Rey ha salido a recibirlo.
Vv. 71-106. El Rey, el Duque de Saboya, el Conde de Fuentes, la Reina, Blanca y Belerma. El Rey da la bienvenida al Duque, quien se queja de jaqueca y almorranas (enfermedades muy poco heroicas que sufren varios personajes de comedias burlescas). Luego el de Saboya dedica varios piropos a la Reina (sin importarle demasiado la presencia del Rey), pero ella se alegra más de ver al Mariscal. Blanca y Belerma alaban la valentía de Carlos; luego ellas y todas las damas se van y quedan el Rey, el Duque de Saboya, el Conde de Fuentes y el Mariscal.
Vv. 107-205. El Rey y el Duque hablan de la belleza de las damas, que comparan grotescamente con «ranas en laguna» (v. 112). El Duque de Saboya elogia a la reina (la llama «buena pieza», v. 108) en presencia del Rey. Este cree que Blanca está perdida por él. Siguen después disparatando sobre la idea ser soldados. El Mariscal se ofrece para alojar al Duque. Mientras, el Conde de Fuentes busca al de Virón. Dialogan los dos, sin darse cada uno cuenta de la identidad del otro. Luego se dan a conocer y hablan todos de la paz entre Francia y Saboya.
Vv. 206-367. Blanca y Belerma conversan sobre un sueño que ha tenido la primera, en el que Carlos y el Rey, en vez de batirse en duelo por el amor de la dama, apostaban a «quién más comía buñuelos» (v. 281). En tan peculiar desafío, ganaba el Rey y Carlos moría, pero comenta que ella se holgó con su muerte. Belerma, que confiesa amar a Jaques, queda asombrada por el sueño de su señora. En esto divisan a un hombre que se acerca (se trata del Rey, que también persigue a Blanca). En los vv. 328-363, dos músicos glosan unos versos disparatados que aluden al amor y al engaño.
Vv. 368-427. Llega el Rey con el rostro encubierto. Blanca y Belerma creen que el hombre que viene es Jaques, que debe estar acompañado del Mariscal. Pero se trata del Rey, que busca a Blanca, quien se ha ido de la Corte porque, según explica, no tenía qué comer (los nobles se retiraban de la Corte a sus posesiones rurales porque allí los gastos eran menores). El Rey también tiene ahora hambre y pide que le guisen unas espinacas. Él mismo manifiesta que es un rey que siempre hace su gusto (vv. 410-411): un mal rey, por tanto.
Vv. 428-523. El Mariscal y un criado hablan desde adentro. Carlos quiere entrar donde están el Rey y Blanca; el criado se lo quiere impedir porque Blanca está espulgando al Rey (y quizá algo más…). Entra Carlos, los encuentra solos y a oscuras y pide cuentas al Rey por esta acción. El Rey le cede a Blanca y, de paso, lo nombra Duque de Virón y Par de Francia. Se marcha el Rey y Carlos se despide de su dama (vv. 508-523), en una escena en la que los dos intercambian apodos ridículos. El Mariscal anuncia que se va a las Vistillas (alusión costumbrista madrileña).
Jornada II
Vv. 524-564. Jaques busca al Duque de Saboya para anunciarle que el Mariscal viene a visitarlo; el criado del Duque dice que está jugando a los toros con Lafín.
Vv. 565-618. El Duque de Saboya y el Mariscal, con Lafín, conspiran contra el Rey de Francia; el Duque, siguiendo el consejo de Lafín, ofrece a Carlos la mano de su hermana, con una dote ridícula: la ropa de un paje, los mendrugos de una dueña, el haca de un rodrigón, unos juros que «en mi tierra / son como pueblos en Francia» (vv. 605-606), etc. El Mariscal acepta, aunque lamenta haber dado ya su amor a Blanca. El Duque le pide que deje a la «gabacha».
Vv. 619-740. Batalla entre franceses y españoles. El Mariscal, que se duerme, y el Conde de Fuentes se enfrentan, y luego este se marcha. Llega Jaques y Carlos le dice que tiene sueño. El Mariscal se dispone a dormir y Jaques se va «a espulgar / detrás de aquel alcacer» (vv. 661-662). Vuelve el Conde de Fuentes y el Mariscal le revela el trato que ha hecho con el Duque de Saboya, que le ofrece a cambio la mano de su hermana. El Conde lo llama traidor. Se insultan mutuamente, hasta que se oye el grito de guerra de los franceses. Los vv. 721-740 son un breve soliloquio del Mariscal.
Vv. 741-780. El Rey y el Mariscal hablan con Lafín acerca del desarrollo de la batalla. Carlos parece arrepentido de haber pactado con el Duque, cosa que Lafín advierte; para no ser acusado, decide informar al Rey sobre la traición de Carlos y matarlo. Anochece y la victoria queda por los franceses.
Vv. 781-876. Blanca y Belerma conversan, mientras un músico entona una canción sobre los ojos de la dama, que grotescamente compara a «abrojos» y «luciérnagas en rastrojos» (vv. 791-806). Blanca pregunta a Belerma quién le ha mandado esta música infernal, y la criada responde: «trújotela Barrabás» (v. 813). Llega Jaques con una carta y Blanca la lee, enterándose así de que Carlos se va a casar con Margarita, la hermana del Duque de Saboya.
Vv. 877-1036. Aparece el Mariscal y Blanca le reprende por haberse olvidado de ella, mientras el Rey y Lafín escuchan escondidos, al paño. Carlos explica que se rindió al Rey y que ya no quiere la boda con Margarita. Blanca advierte que el Rey ha escuchado sus reproches a Carlos y trata de disfrazar sus palabras. El Rey se desemboza y, sabedor de que ha sido traicionado, exige al mariscal de Virón que confiese sus culpas. Blanca dice que todo lo que ha referido ha sido soñado. El Mariscal se disculpa ante el Rey.
Vv. 1037-1166. El Mariscal y el Rey. El Mariscal relata su enfrentamiento con el Conde de Fuentes. Discuten.
Vv. 1167-1192. Soliloquio del Mariscal en el que asegura que se vengará de Lafín por parlero. Después, se queda dormido.
Vv. 1193-1228. El Rey viene con Suisón y varios soldados a prender al Mariscal, al que descubren durmiendo. Carlos habla entre sueños y dice que Lafín engaña al Rey. Suisón pide al Rey que llame a más gente para hacer prisionero al Mariscal, pero el Rey responde con una alusión escatológica: «Yo no he menester ayuda […]. Antes pienso que me he ido…» (vv. 1211-1215). El Rey ordena prender a Carlos y encerrarlo en el castillo de la Bastida.
Jornada III
Vv. 1229-1306. El Rey, el Mariscal preso, Suisón y el Canciller. Por el diálogo de los personajes nos enteramos de que el Mariscal ha sido sentenciado a muerte por traidor.
Vv. 1307-1708. Primero el Rey y Lafín. Luego, largo monólogo del Mariscal en el que, para disculparse, enumera sus dilatadas hazañas bélicas, apelando al perdón del Rey. Insiste en que quiere a Blanca. El Rey confirma al Mariscal que no hay perdón y que va a ser ejecutado: es más, le pide que se deje ahorcar sin hacer mayores aspavientos.
Vv. 1709-1773. Soliloquio del Mariscal en el que apela al honor y se lamenta por su mala suerte. Se despide del público pues «tocan a degollar» (v. 1773).
Vv. 1774-1997. Jaques y Belerma, escondidos, planean huir (vv. 1774-1805). Llegan Lafín, el Rey y Suisón buscando a Blanca. Jaques y Belerma salen de su escondite y afirman que no han tenido nada que ver con los hechos del Mariscal. El Rey dice que no teman, pues solo le interesa encontrar a Blanca. Belerma le dice que Blanca se fue a ver la ejecución de Carlos. Sale luego Blanca y cuenta al Rey con todo lujo de detalles cómo fue degollado el Mariscal: Carlos murió, pero ha resucitado (son habituales en las comedias burlescas estos «muertos resucitados»). El Rey responde que tendrá que matar al Mariscal «a la jineta» (v. 1973), es decir, tendrá que darle una segunda muerte (como eran dos las formas de montar a caballo). El Rey anuncia a Blanca que la va a casar inmediatamente, esa misma tarde. La comedia se cierra con la disparatada indicación de Jaques a Belerma: «quiero ser tu casamiento / dando a aquestos disparates / feliz fin en un convento» (vv. 1195-1197).
[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).
[2] La numeración de las citas responde a la siguiente edición: Juan de Maldonado, El Mariscal de Virón, ed. de Milena M. Hurtado y Carlos Mata Induráin, en Comedias burlescas del Siglo de Oro, VII, El Mariscal de Virón. No hay vida como la honra. El robo de Elena. El muerto resucitado, ed. del GRISO, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011, pp. 27-187 (que utiliza como texto base el de 1658). Más detalles sobre la pieza se pueden ver en el estudio preliminar a esa edición y también en Milena M. Hurtado y Carlos Mata Induráin, «Algo más sobre comedia burlesca y Carnaval: a propósito de El Mariscal de Virón, de Juan de Maldonado», eHumanista. Journal of Iberian Studies, 2, 2002, pp. 161-175. El texto de esta entrada actualiza lo recogido en esos dos trabajos conjuntos de Hurtado y Mata Induráin.