Los personajes en «Doña Blanca de Navarra» de Navarro Villoslada (y 5)

Otro personaje con cierta importancia en esta narración de Francisco Navarro Villoslada[1] es el simpático Juan Marín, alias Chafarote. El leal y bonachón escudero de Jimeno, buen amigo del comer y del beber, constituye una figura sanchopancesca muy repetida en toda la novela histórica romántica española. En la segunda parte lo encontramos convertido en el hermano Juan, el ermitaño lego que acompaña a Inés; pero el narrador nos informa de que sus penitencias «no excluían los buenos bocados». Cuando tiene que pasar una noche de invierno al aire libre y sin probar ningún alimento se queja a la penitente con estas graciosas palabras:

¡Ermitaño soy yo, voto a cribas, y me pinto solo para rezar; pero, señora, con buenos bocados y mejores tragos!… Para nada se necesita comer más y mejor que para hacer penitencia.

Escudo de armas del Conde de LerínEn la novela existen otros muchos personajes, algunos bien caracterizados dentro de su tipicidad: don Luis de Beaumont, Conde de Lerín y caudillo del bando beamontés, «hombre escéptico y frío» que se singulariza por su talento, sagacidad y audacia; su rival, mosén Pierres de Peralta, cabeza del bando agramontés, también ambicioso y «ancho de mangas en achaques de conciencia»; el fraile de Irache, el Padre Abarca, notable por su temor supersticioso y su profundo antisemitismo; Sancho de Rota, el famoso bandido de las Bardenas, que aparece marginalmente en el capítulo III de la primera parte; don Gastón de Foix, el hijo de doña Leonor, que tendrá que debatirse entre sus pasiones (el amor, los celos) y sus deberes (la amistad, la hospitalidad); la judía Raquel, que pasa entre los cristianos por bruja y hechicera; o Jehú, el avaricioso médico judío de la reina doña Leonor.


[1] Para este autor ver Carlos Mata Induráin, Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dpto. de Educación, Cultura, Deporte y Juventud-Institución Príncipe de Viana), 1995. Y para su contexto literario remito a Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.

Los personajes en «Doña Blanca de Navarra» de Navarro Villoslada (1)

Todos los personajes de la novela de Francisco Navarro Villoslada[1] son tipos planos, de un solo trazo. En efecto, en estas obras los análisis psicológicos no suelen ser muy profundos; el universo novelesco se divide de forma maniquea en dos grupos claramente diferenciados: los buenos son muy buenos, y los malos muy malos. Además, casi todos los personajes están dotados de una notable carga simbólica: doña Blanca y su trasunto Catalina simbolizan la inocencia, el candor, la pureza; Jimeno, la nobleza; Inés, la resignación cristiana; Leonor, la perfidia y, en otro plano, el amor maternal; el Conde de Lerín, la astucia, etc.

Escudo de mosen Pierres de Peralta

Con los personajes históricos como doña Blanca, doña Leonor, su hijo Gastón, mosén Pierres de Peralta, Luis de Beaumont o Felipe de Navarra —por citar solamente los principales—, se mezclan en la novela los personajes ficticios: Jimeno, Inés, Chafarote, etc. Los primeros suponen una especie de pie forzado para el autor, dado que su carácter resulta conocido por otras fuentes y el novelista no puede modificarlo a su antojo, si quiere resultar creíble. Por el contrario, es la presencia de los personajes ficticios la que le permite introducir los principales episodios y sucesos de su invención.


[1] Para este autor ver Carlos Mata Induráin, Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dpto. de Educación, Cultura, Deporte y Juventud-Institución Príncipe de Viana), 1995. Y para su contexto literario remito a Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.

Historia y ficción en «Doña Blanca de Navarra» de Navarro Villoslada (y 2)

Leonor de Trastámara, Condesa de FoixAl comenzar la segunda parte de la novela de Francisco Navarro Villoslada[1], se ha producido un salto temporal, y la acción se sitúa en el año 1479. Doña Leonor es reina gobernadora, pues su padre se sigue titulando rey de Aragón y de Navarra. La situación de guerra civil se mantiene: el Conde de Lerín continúa siendo el caudillo del bando beamontés, en tanto que mosén Pierres de Peralta y don Felipe de Navarra, mariscal del reino, encabezan el de los agramonteses. El segmento histórico más importante de esta segunda parte se corresponde con la coronación de la reina doña Leonor de Navarra, verificada el 28 de enero de 1479, tras la muerte en Barcelona de don Juan II, y su corto reinado, pues murió el 12 de febrero. Navarro Villoslada respeta esas dos fechas históricas, pero cambia el lugar de la coronación, que no se verificó en Estella, sino en Tudela; además, hace coincidir la muerte de doña Leonor con el aniversario de la muerte de la Princesa de Viana, cosa que no se corresponde exactamente con la realidad histórica si damos por buena la fecha de 2 de diciembre de 1464 para el fallecimiento de doña Blanca.

Existen alusiones a muchos otros sucesos y personajes históricos que van salpicando las páginas de la novela: el matrimonio de doña Blanca con don Enrique de Castilla, Príncipe de Asturias (el futuro Enrique IV); la boda de doña Magdalena, hermana del rey francés Luis XI, con el joven Gastón de Foix, y la muerte de este en un torneo celebrado en Liburne; la paz alcanzada en Cataluña, con el nombramiento del hijo de don Juan II, Fernando (con el tiempo el Católico) como Príncipe de Gerona; la sorpresa de Pamplona, ocurrida en 1471; el matrimonio del Conde de Lerín con una hija natural de don Juan II; la excomunión de mosén Pierres de Peralta por haber dado muerte al obispo de Pamplona don Nicolás de Chávarri; el asesinato de Felipe de Navarra a manos del Conde de Lerín, etc. Son datos que refuerzan el fondo histórico de la novela, aun sin ser la parte principal de la misma, pequeñas noticias que van esmaltando la narración y que contribuyen a dar al conjunto un aire de verosimilitud.

Por otra parte, al final de la obra, en unas páginas que funcionan como epílogo, se mencionan los sucesos históricos posteriores relativos al reino de Navarra, que culminarían con la pérdida de su secular independencia: la muerte de Francisco Febo, el reinado de Catalina de Foix y Juan de Albret y la conquista del reino por las tropas de Fernando el Católico al mando del Duque de Alba, con la consiguiente incorporación a la Corona de Castilla[2].


[1] Para este autor ver Carlos Mata Induráin, Francisco Navarro Villoslada (1818-1895) y sus novelas históricas, Pamplona, Gobierno de Navarra (Dpto. de Educación, Cultura, Deporte y Juventud-Institución Príncipe de Viana), 1995. Y para su contexto literario remito a Carlos Mata Induráin, «Estructuras y técnicas narrativas de la novela histórica romántica española (1830-1870)», en Kurt Spang, Ignacio Arellano y Carlos Mata (eds.), La novela histórica. Teoría y comentarios, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 145-198; 2.ª ed., Pamplona, Eunsa, 1998, pp. 113-151.

[2] Las últimas palabras de la novela son: «Pero de estos sucesos hablaremos, con el favor de Dios, en otra obra». Navarro Villoslada quiso, en efecto, redactar otra novela histórica sobre la conquista de Navarra, que no llegó a culminar, pero de la que se conservan distintas versiones en su archivo bajó el epígrafe común de Pedro Ramírez.