El «Soneto para un alumbramiento», de Jesús Górriz Lerga

Ya en otras ocasiones he traído al blog algunos poemas navideños de Jesús Górriz Lerga (Pamplona, 1932-2016). En una entrada antigua pueden leerse el «Villancico del anuncio gozoso», el «Villancico del vagabundo», el «Villancico del corolario que resume el gozo», los «Gozos para entonar en la Nochebuena» y el «Romancillo de la Natividad del Señor», y en una más reciente, de estas mismas navidades, he añadido su «Villancico que repite la letanía de siempre». Hoy traigo el «Soneto para un alumbramiento», perteneciente también a su poemario Memorial del gozo (Pamplona, edición del autor, 1994), todo él de temática navideña. La composición se basa en la invocación de Cristo como «luz de luz» del Credo («… Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero…»), repetida paralelísticamente a lo largo de los catorce versos.

luz

Lumen de lumine

En la luz de tu luz amanecido,
por la luz de tu luz iluminado,
con la luz de tu luz transfigurado,
tras la luz de tu luz enardecido.

Con la luz de tu luz esclarecido,
tras la luz de tu luz alucinado,
en la luz de tu luz ensimismado,
por la luz de tu luz reconocido.

Con la luz de tu luz favorecido,
por la luz de tu luz vivificado,
en la luz de tu luz sobrecogido.

A la luz de tu luz encaminado,
con la luz de tu luz estremecido,
en la luz de tu luz glorificado[1].


[1] Lo cito por Jesús Górriz Lerga, Obra poética (1950-2006), introducción de Miguel dʼOrs, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Cultura y Turismo, Institución Príncipe de Viana), 2006, p. 186.

 

El «Villancico que repite la letanía de siempre», de Jesús Górriz Lerga

El nombre de Jesús Górriz Lerga (Pamplona, 1932-2016) ya se había asomado a este blog como fino cultivador poético de la temática navideña, al tratar precisamente de «La Navidad de los poetas navarros». Todo un poemario suyo está dedicado a esta materia; me refiero a Memorial del gozo (Pamplona, edición del autor, 1994), título significativo, porque gozo e inmensa alegría es lo que nos trae la Navidad. Como certeramente escribe Miguel dʼOrs,

Memorial del gozo es una colección de villancicos (en el hoy usual sentido navideño del término), que prolonga una tradición, casi tan antigua como la poesía española misma, en que brilla una larga teoría de figuras ilustres, desde Gómez Manrique, Fray Ambrosio Montesino, Fray Íñigo de Mendoza, Juan del Encina y otros poetas de hacia 1500 —de nombre conocido o no— influidos por el franciscanismo y la “devotio moderna” hasta contemporáneos jóvenes, como José Mateos o Abel Feu, pasando por Lope de Vega, Góngora, Gerardo Diego, Luis Rosales, Aquilino Duque o los hermanos Murciano; una tradición —no puedo dejar de notarlo— considerablemente viva entre los poetas navarros de la segunda mitad del siglo XX, supongo que en gran parte a causa del fuerte sustrato católico, y aun sacerdotal en no pocos casos, que los caracteriza[1].

En esa entrada anterior ya quedaron transcritos algunos poemas suyos como el «Villancico del anuncio gozoso», el «Villancico del vagabundo», el «Villancico del corolario que resume el gozo», los «Gozos para entonar en la Nochebuena» y el «Romancillo de la Natividad del Señor». Hoy transcribo su «Villancico que repite la letanía de siempre», perteneciente a ese mismo poemario, Memorial del gozo, que se construye como una acumulación de vocativos dirigidos a la Virgen María, como una letanía, entre los que destacan los nombres de flores a Ella aplicados (clavelina, retama, camelia, rosa, buganvilla, azucena…).

Virgen

Jan Brueghel el Joven, Virgen con el Niño.

La emotividad del texto se refuerza por el empleo de diminutivos (doncellica, galanica, virgencica), en tanto que el uso del hexasílabo (romancillo, pero con rima diferente en cada estrofa) dota de grácil musicalidad al poema.

A la clavelina,
a la perla fina.
(Lope de Vega)

Clavelina blanca,
doncellica hermosa
retama florida,
florecida rosa
que donáis de amores
lo que de graciosa.

Estrella del alba,
camelia bendita,
preciosa entre todas,
que disteis la vida
al Dios del Eterno
para su venida.

Limpia como el oro,
madre virginal,
galanica y bella,
rosa en su rosal,
que nos dais al niño
celeste y mortal.

Clavelina blanca
flor de buganvilla,
virgencica guapa,
serena y sencilla,
que dais a la tierra
tan buena semilla.

Azucena abierta,
granada crecida,
sol del Sol más claro,
perla, la más fina…[2]


[1] Miguel dʼOrs, introducción a Jesús Górriz Lerga, Obra poética (1950-2006), Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Cultura y Turismo, Institución Príncipe de Viana), 2006, p. 23.

[2] Lo cito, con algún ligero retoque, por Jesús Górriz Lerga, Obra poética (1950-2006), p. 189.

La Navidad de los poetas navarros: Jesús Górriz Lerga

Otro poeta que se ha acercado con fina sensibilidad al tema navideño es Jesús Górriz Lerga —quizá su nombre, Jesús, le predispone a ello, como a los “Ángeles” que mencionaba en una entrada anterior—. En efecto, tiene todo un libro, del año 1994, dedicado a este asunto, de bello e ilustrativo título: Memorial del gozo, porque gozo e inmensa alegría es lo que nos trae la Navidad. Además de mencionar algunos títulos de poemas tan sugerentes como el «Villancico del payaso que adoró al Niño en representación de todo el circo» o el «Villancico del hombre del siglo XX», quiero copiar el titulado «Villancico del anuncio gozoso», que dice así:

¡Echa pregón, pregonero;
grita tu pregón de gloria!

Que despierte el mundo entero
y reviva la memoria
al son de la Buena Nueva.

¡Echa pregón, pregonero,
mientras la tierra se nieva
y en el frío de la cueva
nos nace el Dios verdadero!

(Ya el arcángel mensajero
lo anunció con su mensaje,
a los pastores primero,
y al resto del paisanaje…)

¡Grita el pregón, pregonero,
y desborde la alegría
este anuncio que nos llega
entre las claras del día:
LA VIRGENCICA MARÍA
HA DADO A LUZ, EN BELÉN,
A JESÚS, EL DIOS HERMOSO…

Belén es maravilloso
por los siglos de los siglos,
amén.

También podemos recordar su «Villancico del vagabundo»:

¿No había posada
para ti en Belén…?
No me extraña nada:
a los vagabundos
nadie quiere bien.
Pero eso… ¿qué importa?
En este portal,
si bien se le mira,
no se está tan mal…
Y eso que la noche
va en nuestro favor
y llena de estrellas
todo alrededor.
¿No había posada
para ti en Belén…?
Te lo dije antes:
a los caminantes
nadie quiere bien.
Ya voy viendo claro.
¿Tú has venido al suelo,
y vienes de arriba,
nacido del cielo?
¡Bienhaya la dicha
de nacer en cueva!,
que es cosa de pocos
—y que no se lleva—.
La brisa acaricia
el sueño del hombre
que va por el mundo
sin lucir su nombre.
¿No había posada
para ti en Belén…?
¿Y nadie le dijo
a tu madre… ven?
Yo tampoco tuve
sitio en el mesón.
Cosa que me alegra
ya, de corazón.

La Navidad del vagabundo

En fin, de ese mismo poemario es el «Villancico del corolario que resume el gozo», que constituye una  lograda síntesis poética de la esencia de la alegría de la Navidad:

Amorosamente Dios
Verdaderamente vino
Hermosamente al portal
Indefensamente niño.
Felizmente nos nació
Gozosamente en Belén
Silenciosamente Dios
Rematadamente bien.

Ya en 1968, Górriz había publicado en la revista Pregón unos «Gozos para entonar en la Nochebuena», de influencia clásica, tal vez guilleniana, al decir de Arbeloa:

¡Aleluya, aleluya,
que floreció el tomillo!
Nace Dios en Belén
y el mundo tiene brillo.

¡Aleluya, aleluya,
toda la nieve es hielo!
El establo perdido
cobra fulgor de cielo.

¡Aleluya, aleluya,
el agua de la fuente
sabe a mieles y a vino
de modo permanente!

………

¡Aleluya, aleluya,
los Tres Reyes de Oriente
adoran al Dios Niño
y se pasma la gente!

¡Aleluya, aleluya,
la noche se ha incendiado!
La voz suena a concierto,
el aire huele a nardo.

¡Aleluya, aleluya,
se apaga el Nacimiento!
Pero lo vemos todos
claramente por dentro.

Podemos recordar por último su «Romancillo de la Natividad del Señor», «casi familiar, de puro clásico», de nuevo en palabras de Arbeloa:

A la media noche
se inundó el Portal
de luz y aleluyas
y olor celestial.

Dios era nacido
en carne mortal
de Santa María,
Madre Virginal.
A la media noche,
toda de cristal…

Trajeron panderos
Florencio y Pascual,
flautas y rabeles
trajo cada cual,
con gran alborozo
de tan buen Zagal.

A la media noche,
entre el palmeral
que a la vieja gruta
sírvele de umbral,
Dios era nacido,
en carne mortal,
de Santa María,
Madre sin igual.

Fue cosa de puro
gozo elemental…
A la media noche
Dios vino al Portal.