El poema «Al apóstol san Pedro» de sor Jerónima de la Ascensión (1605-1660)

La tudelana sor Jerónima de la Ascensión (1605-1660) tomó el hábito de Santa Clara en el convento de su ciudad natal el 25 de agosto de 1633[1]. Por encargo de su confesor, escribió unos Ejercicios espirituales[2] en los que expone una vía de perfeccionamiento interior carente casi por completo de visiones y revelaciones. En el capítulo XXIX de esta obra, folios 150v-157v, figuran recogidos varios poemas suyos («Pónense algunos versos que fervorosa escribió»): son los que comienzan «Amor, amor, amor, / ¡y qué bien has herido…», «Amor, amor, amor, / ¡y qué bien has cumplido…», «Dueño y amante mío…», «De tu divina clemencia…», «A fertilizar el mundo…», «Cuando en la noche mejor…», «Aunque el amor no creció…», «Grande es nuestra dignidad…», «¡Al blanco, al blanco, almas limpias…», «Un enamorado amante…» y «Al que en la cena legal…».

En una entrada anterior ya transcribí la composición dedicada «A la circuncisión del Niño Jesús». Copiaré hoy otro de sus poemas, el dedicado «Al apóstol san Pedro», formado por veinte versos de romance con rima á e más una seguidilla a modo de remate.

SanPedro

Al que en la cena legal[3]
el enamorado amante
ordenó de sacerdote
hoy la Iglesia fiesta le hace[4].
Liberal con él anduvo,
y tan divino trueque hace,
que de pescador de peces
pescador de almas le hace[5].
Prosigue en este favor,
pues le ha entregado unas llaves
con que abra y cierre con ellas
los tesoros de su Padre[6].
Pero tal vez le permite,
porque favores tan grandes
no le causen altiveces,
que una esclavilla le engañe[7];
mas como había de hacer
audiencia de nuestros males
también pasase por ellos
para que nadie le espante.

¡Feliz fue en vos la culpa[8]
pues alcanzasteis,
con el llanto que hicisteis,
bienes tan grandes![9]


[1] Esta entrada forma parte del proyecto de investigación Modelos de vida y cultura en la Navarra de la modernidad temprana, dirigido por Ignacio Arellano, que cuenta con una ayuda de la Fundación Caja Navarra, «Convocatoria de ayudas para la promoción de la Investigación y el Desarrollo 2015», Área de Ciencias Humanas y Sociales.

[2] La ficha completa del libro es: Ejercicios espirituales que en el discurso de su vida, desde que tuvo uso de razón, hizo y ejercitó con el favor divino la venerable madre sor Jerónima de la Ascensión, religiosa y abadesa que fue del convento de Santa Clara de la ciudad de Tudela, de Navarra. Escribiolos la misma de su mano y letra con viva mortificación suya, por precepto de obediencia de su Provincial el M. R. P. fray Miguel Gutiérrez, letor jubilado y calificador del Santo Oficio de la Inquisición, para consuelo y aliento de las almas pías. Y para mejor inteligencia, hizo el dicho padre la Introdución, que se pondrá al principio. Contiene lo que va en este libro dotrina muy provechosa, no solo para personas que tratan de perfección, sino también para los padres espirituales que las gobiernan y para predicadores. Va dirigido a la soberana Reina de los Ángeles, María Señora nuestra, protectora de los justos, y abogada de los pecadores, Zaragoza, en la imprenta de Miguel de Luna, 1661.

[3] cena legal: la Última Cena, que se hacía entre los judíos para cumplir con el precepto legal de celebrar la Pascua.

[4] hoy la Iglesia fiesta le hace: la festividad de san Pedro se celebra el 29 de junio.

[5] pescador de almas le hace: tras la pesca milagrosa, Jesús le anuncia a Simón Pedro que será pescador de hombres (Lucas, 5, 8-11), y él y sus compañeros, dejándolo todo, deciden seguir al Maestro.

[6] unas llaves … tesoros de su Padre: estas llaves simbolizan las puertas del cielo y del infierno; Jesús le dijo a Pedro: «Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos» (Mateo, 16, 19).

[7] una esclavilla le engañe: se refiere a la criada de la casa del Sumo Sacerdote que identifica a Pedro como uno de los que iban con Jesús, lo que dará lugar a la triple negación del discípulo (Marcos, 14, 66-72).

[8] Feliz fue en vos la culpa: la expresión felix culpa se aplica más frecuentemente a la caída en pecado de Adán y Eva: con su desobediencia a los mandatos divinos, pecaron, pero esa misma circunstancia de la culpa deja abierta la puerta a la redención de todo el género humano. Aquí se refiere al arrepentimiento de Pedro tras las negaciones.

[9] Incluido en Ejercicios espirituales, Zaragoza, en la imprenta de Miguel de Luna, 1661, fol. 157v.

Sor Jerónima de la Ascensión (1605-1660) y su poema «A la circuncisión del Niño Jesús»

La corriente de poesía ascético-mística con nombre femenino está representada, en la Navarra del siglo XVII, por la carmelita descalza sor Ana de San Joaquín, a la que ya dediqué un par de entradas previas comentando sus poemas «Para gloria de Jesús…» y «¡Oh, Jesús, dulce memoria!…»; y por la clarisa sor Jerónima de la Ascensión, cuya figura evocaré brevemente hoy[1]. Nacida en Tudela en 1605, durante su juventud estuvo dirigida espiritualmente por el padre jesuita Francisco González Medrano; tomó el hábito de Santa Clara en el convento de su ciudad natal el 25 de agosto de 1633.

Tudela (Navarra)

Según recogen sus biógrafos, dentro del claustro dio permanentes muestras de gran virtud, especialmente la de la resignación. Llegó a ser abadesa de la comunidad y, por encargo de su confesor, escribió unos Ejercicios espirituales[2], obra comenzada el 7 de noviembre de 1650 en la que expone una vía de perfeccionamiento interior carente casi por completo de visiones y revelaciones, y en la que se incluyen algunos versos suyos. Falleció en su convento tudelano el 11 de octubre de 1660.

En efecto, en los folios 150v-157v de sus Ejercicios espirituales figuran recogidos varios poemas suyos (capítulo XXIX, «Pónense algunos versos que fervorosa escribió»): son los que comienzan «Amor, amor, amor, / ¡y qué bien has herido…», «Amor, amor, amor, / ¡y qué bien has cumplido…», «Dueño y amante mío…», «De tu divina clemencia…», «A fertilizar el mundo…», «Cuando en la noche mejor…», «Aunque el amor no creció…», «Grande es nuestra dignidad…», «¡Al blanco, al blanco, almas limpias…», «Un enamorado amante…» y «Al que en la cena legal…». Se trata de versos sencillos que, como afirma fray Miguel Gutiérrez, compuso «sin haber estudiado el arte poética». De todos ellos, transcribiré aquí la composición dedicada «A la circuncisión del Niño Jesús»:

Aunque el amor no creció,
porque siempre fue ab eterno,
¿quién nos ha amado infinito
sin poder ser más ni menos?

Hoy se ven mayores muestras
dando su pequeño cuerpo
porque el cuchillo ejecute
la ley que es para los reos.

No atiende a lo que parece,
que quiere más mi remedio
que su propia estimación,
que es condición de su pecho.

Jesús por nombre le ponen
porque no sea manifiesto,
que aunque pecador parece,
no es sino Redentor nuestro.

Es Jesús la melodía
y panal que da recreo,
que así le llamó Bernardo,
el regalado del cielo.

Jesús enamorado,
Jesús divino,
Jesús que das vida,
¡ay, Jesús mío![3]


[1] Esta entrada forma parte del proyecto de investigación Modelos de vida y cultura en la Navarra de la modernidad temprana, dirigido por Ignacio Arellano, que cuenta con una ayuda de la Fundación Caja Navarra, «Convocatoria de ayudas para la promoción de la Investigación y el Desarrollo 2015», Área de Ciencias Humanas y Sociales.

[2] La ficha completa del libro es: Ejercicios espirituales que en el discurso de su vida, desde que tuvo uso de razón, hizo y ejercitó con el favor divino la venerable madre sor Jerónima de la Ascensión, religiosa y abadesa que fue del convento de Santa Clara de la ciudad de Tudela, de Navarra. Escribiolos la misma de su mano y letra con viva mortificación suya, por precepto de obediencia de su Provincial el M. R. P. fray Miguel Gutiérrez, letor jubilado y calificador del Santo Oficio de la Inquisición, para consuelo y aliento de las almas pías. Y para mejor inteligencia, hizo el dicho padre la Introdución, que se pondrá al principio. Contiene lo que va en este libro dotrina muy provechosa, no solo para personas que tratan de perfección, sino también para los padres espirituales que las gobiernan y para predicadores. Va dirigido a la soberana Reina de los Ángeles, María Señora nuestra, protectora de los justos, y abogada de los pecadores, Zaragoza, en la imprenta de Miguel de Luna, 1661.

[3] Cito por Antología de poetisas líricas, tomo II, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1915, pp. 23-24.