Guerra a la guerra de Manuel García y Miserias de Rafael Perpiñán[1] son dos piezas en un solo acto, una en verso, la otra en prosa, pero, en cualquier caso, de estructura y lenguaje muy sencillos. La calidad literaria, obvio es decirlo, es mínima, pues importa mucho más el fondo que la forma: se trata de transmitir un mensaje ideológico (comunista o socialista), que viene a coincidir en ambas obras: un ataque a la guerra (como en Hinkemann, de Ernst Toller), causa de casi todos los males que amenazan a los trabajadores; y un mensaje de unión y solidaridad para hacer frente a esos problemas y plantear una defensa de los intereses comunes del proletariado, frente a la burguesía y los demás poderes o estamentos que lo alienan y explotan. En definitiva, antibelicismo, pacifismo a ultranza, proclamas de la Internacional Obrera.
En ambas obras el número de personajes se reduce a dos, el mínimo imprescindible para que se produzca un diálogo (más que tratarse de un intercambio de opiniones, las de un interlocutor vienen a reforzar las del otro, pues ambos coinciden en sus premisas). Apenas hay acción representada, sino que lo que cuenta es el mensaje encerrado en las palabras de los personajes, lo que da a las obras cierta sensación de estatismo y un tono reflexivo, discursivo.
Hay algunas coincidencias de tipo estructural y en los recursos utilizados. En primer lugar, dos detalles secundarios: las acotaciones se reducen al mínimo imprescindible para consignar algún dato de interés acerca del decorado o del aspecto físico de los personajes (por otra parte, es de suponer que las obras se representarían con gran escasez de medios, con escenarios desnudos o estilizados que, en cualquier caso, el objeto de la obra hace innecesarios o superfluos). En segundo lugar, se da la circunstancia de que algunos hechos o sonidos que ocurren fuera de escena provocan o impulsan la acción: en Guerra a la guerra, los cánticos y músicas militares dan pie a la reflexión del abuelo sobre la guerra; en Miserias, los cantos felices de unos niños provocan los pensamientos pesimistas de Fernando y Alberto.
Más interesante es la coincidencia exacta en ambas piezas en un recurso melodramático, a saber, la orfandad del protagonista (si cabe hablar de «protagonistas» en estas obras) motivada por la guerra: el nieto y Fernando han perdido a sus padres en una guerra que sucedió unos años antes del momento en que se plantea la acción: el padre en las trincheras, la madre, traspasada por el dolor al recibir la noticia. En Miserias se añade otro rasgo típico del melodrama: la anagnórisis final o reconocimiento de la verdadera identidad de una persona por una prenda, en este caso, un medallón.
Otro aspecto en el que coinciden ambas obras es la «ingenuidad» con que están trazadas sus acciones. Por ejemplo: en Guerra a la guerra, el niño de diez años, aparte de actuar de forma reflexiva, madura, queda inmediatamente convencido por el ideario comunista tras la breve explicación de su abuelo, y se muestra decidido a ser un luchador más del partido. En Miserias, Fernando va a lanzarse iracundo sobre el asesino de su padre (e, indirectamente, de su madre) pero se detiene un momento, hay una breve transición y, acto seguido, en lugar de golpearle, le perdona y pronuncia un discurso en el que reconoce que Alberto es inocente, pues él también es una víctima más del sistema, etc.
En cuanto al lugar de representación y al permiso para la misma, Guerra a la guerra estaba organizada por la Agrupación Cultural Deportiva de Artes Blancas y se pensaba realizar, pues fue prohibida, en el Teatro Rosales. Miserias, presentada por el secretario del Círculo Socialista (Zonas Centrales. Distritos Latina-Inclusa), sí obtuvo el correspondiente permiso para representarse exclusivamente en el sitio indicado, la Casa del Pueblo. A las autoridades políticas (recordemos que en las elecciones de 19 de noviembre de 1933 había triunfado la C.E.D.A.) interesaba controlar la repercusión social de estas obras, de forma que era más fácil que se autorizase la representación en un local pequeño y al que asistirían los propios miembros del grupo o partido (casa del pueblo, casino…) que la representación en un local o teatro público, donde el efecto proselitista podía ser más amplio, más difícil de controlar y, por lo tanto, mucho más peligroso y subversivo.
Por último, un dato me llama la atención: ambas obras, que van a ser representadas en diciembre de 1935 y marzo de 1936, respectivamente, están fechadas en febrero y abril de 1934, es decir, por lo menos año y medio antes. ¿Es posible que por esas fechas, finales del 35 y la «primavera caliente» del 36, al vislumbrarse por el enrarecido ambiente nacional la proximidad de la guerra civil, se recuperaran algunos textos anteriores que son precisamente un ataque a la guerra?[2]
[1] Agradezco al Dr. Víctor García Ruiz (Universidad de Navarra) su amabilidad al proporcionarme las copias xerográficas por él obtenidas de estas dos obras.
[2] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «Notas sobre el teatro proletario español de la preguerra: Guerra a la guerra y Miserias», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 11.1, 1995, pp. 68-87.