«El muerto resucitado» de Lucas Merino y Solares: imágenes grotescas, palabras coloquiales, insultos e intertextualidad

Hay dispersas en los versos de la comedia algunas imágenes grotescas[1], como la consistente en llamar candil del cielo al sol (p. 2a)[2]; pero, sobre todo, quiero destacar la más articulada descripción de los asnos que montan Foncarral y Leganés en su combate singular:

LEGANÉS.- Aguardaba montado en un cuatralbo,
bruto asnal, medio tuerto, negro y albo,
ancha la frente, plana la oreja,
despoblada la crin, fuerte cerneja;
largo el cuello tenía, corto el rabo;
aquel todo desierto, este pelado;
y en su figura, paso y tomo
aun ganaba con mucho al mismo plomo (p. 14).

Pero las características del otro jumento no se quedan atrás:

LEGANÉS.- Yo montaba un rucio valeroso,
arrogante y soberbio, aunque sarnoso,
garañón admirable, algo cenceño,
nieto, por línea recta, de un isleño,
que al herir sus ijares el acero
daba con todo en tierra, él el primero (p. 15).

Burros

Los personajes de estas obras no dudan en emplear palabras vulgares, frases hechas, muletillas, elementos, en fin, característicos de un registro lingüístico impropio de su elevada —en teoría— condición social: mondongo, camorra, cantar la palinodia, armar con queso ‘engañar’, quedar a la luna de Valencia, estar hecho un cesto, papelón ‘mal trance, situación desairada’, a humo de paja, se me da un bledo, por aquesta cruz, hecho un diablo, casar o reventar, resollar, zarzal ‘enredo, lío’, erre que erre, hecho un tigre, acordarse de algo lo mismo que de su abuela, canta que se las pela, hartazgo, mamar callos, lleve el diablo, Entre estas y estotras, se le puso en la cabeza, con mil diablos, sin decir oste ni moste, a puto el postre… De la misma forma, son muy frecuentes los insultos, que todos los personajes usan para referirse a los demás: mentecato, locos, papanatas, bobas, tronera ‘loco’, camastronazo, bestias, salvajes, loca, buena alhaja, perra inhumana, jumento, mequetrefes, calaveras infelices, pobrete, ingrata falaz, desleal, salvaje, traidor, infame, maldito, babieca… A esta misma categoría podríamos asimilar las referencias intertextuales presentes en la comedia, como el verso romanceril «La mañana de San Juan» (p. 10b), la letrilla calderoniana glosada por los galanes «Aprended, flores, de mí» (p. 8a) o la alusión al convidado de piedra (p. 16), que remite al famoso título de El burlador de Sevilla y convidado de piedra.


[1] Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Cito por Lucas Merino y Solares, El muerto resucitado, en Madrid, por Gabriel Ramírez, 1767. Hay edición moderna de María José Casado en Comedias burlescas del Siglo de Oro, tomo VII, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: alusiones satíricas

CalleMayorMadridEl panorama de la comicidad verbal de La celosa de sí misma[1] se completa con una serie de alusiones satíricas diversas. En primer lugar, todas las del primer acto al Madrid de la época: la iglesia de la Victoria[2], la calle de la Ropería y la calle Mayor, lugar «donde se vende el amor / a varas, medida y peso» (p. 1060). Este era uno de los peligros de Madrid descritos por Remiro de Navarra en su libro del mismo título; y, en efecto, hay toda una alegoría de la corte como proceloso mar en el que los galanes están expuestos a los abordajes de las damas, más peligrosos que un ataque de corsarios ingleses u holandeses. «Cada manto es un escollo. / Dios te libre de que encalle / la bolsa por esta calle», previene Ventura a su incauto señor (p. 1060). Los doscientos escudos de don Melchor correrán desbocados si no les tira de las riendas ‘los cordones del bolsillo’ (p. 1061), porque las damas huelen a los forasteros a una legua de distancia para sacarles los dineros (pp. 1103-1104). En fin, la corte es una tienda donde todas las mercaderías se compran; como resume don Sebastián, «Tiene en sus calles / todos los vicios Madrid» (p. 1114).

Otras alusiones contemporáneas hacen referencia a la suciedad de las calles, a los famosos lodos de Madrid. Así, se comenta en distintas ocasiones la costumbre de vaciar los orinales y arrojar las inmundicias desde las ventanas a unas horas fijas (pp. 1075, 1149, 1153, 1154[3] y 1156). Esta práctica tan poco salubre da lugar a un chiste cuando se afirma que una calle no hará información de limpieza (p. 1153), jugando con otro significado de la expresión, ‘el requisito legal para obtener un hábito’.

Aparte de todo lo dicho en entradas anteriores sobre la rapacidad femenil y la sátira de las viejas-niñas, al fondo satírico y folclórico pertenecen también las quejas contra determinados oficios o estados: Ventura viene «enfadado de venteros» (p. 1084); el alguacil de corte (p. 1116), el gato tabernero (p. 1132) y los robos de los mulatos (p. 1132); hay alusiones tópicas a la curiosidad femenina (p. 1099), a los secretos que guardan los coches (p. 1115), a la mala calidad de las mulas de los buleros (p. 1128) y de las mulas de alquiler (p. 1157), a la necedad de los montañeses, que no saben apreciar el valor de los diamantes (pp. 1128-1129), a la misa corta que oye el cazador (pp. 1062 y 1066-1067); tampoco falta la consabida mención negativa de las dueñas, comparadas con el pecado (p. 1164). También cabría recordar en este apartado la anécdota que refiere Sebastián (que busca a su amigo Juan de Bastida y nadie lo conoce, pp. 1063-1064); y las de don Melchor (la forma en que Apeles pintó a Alcides) y Ventura (el hombre que se enamoró de una mujer por sus bellas espaldas y que, al mirarla de frente, resultó ser una negra de fea catadura, pp. 1072-1073)[4].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Se dice que la iglesia de la Victoria es cursada ‘recorrida, frecuentada’ por «toda dama / de silla, coche y estrado» (p. 1061), y allí los galanes son «espolines, gorgoranes / y mazas de aquestas monas» (p. 1061), es decir, acompañantes perpetuos; más tarde se añade que la Vitoria es «la parroquia de las damas» por excelencia (p. 1066).

[3] Ahí leemos: «y ya empiezan / perfumeras mantellinas / a arrojar quintas esencias».

[4] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: creaciones léxicas

No podemos olvidar las abundantes creaciones léxicas[1], casi todas ellas en boca del gracioso Ventura, que usa con frecuencia de esas «palabras […] / aplicadas a tu humor», como las define don Melchor, es decir, propias de su condición humorística: vuestra dueñería, esplendora, escudillizar, estropajizar, bacinizar, desescarpinar, en la réplica que dirige a Quiñones (p. 1075), melindrizar el bolsillo (p. 1092), bufonizar frialdades (p. 1100, en boca de don Melchor), mano aruñante, nari-judaizante, boqui-chica (p. 1100), chiricondado (p. 1110), escudante (p. 1111), ensortijar (p. 1115), patibobo, alma Garibaya (p. 1127), ojimorena, engüerar las bodas (p. 1130), ojitapada (p. 1133), pajilacayo (p. 1134), escudero chirinol (p. 1134), chirinolada, chiricondesa (p. 1154), etc.

Neologism

En este apartado podemos incluir también las expresiones creadas por yuxtaposición de dos nombres, el segundo con valor adjetival, como el famoso ejemplo «clérigo cerbatana» del Buscón de Quevedo: rostro polifemo, cara juaneta (p. 1072), cara pantera (p. 1073), atrevimientos ladrones (p. 1077, en boca de doña Magdalena), mujer enigma (p. 1100), etc.[2]


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: los chistes del gracioso

Otros chistes del gracioso, en La celosa de sí misma, presentan mayor complejidad y requieren una explicación algo más detallada[1]. Examinemos este diálogo:

MELCHOR.- Si a ver aquel ángel vuelvo,
no sé cómo he de poder
casarme.

VENTURA.- ¿Ángel, y de negro,
con uñas? Llámole diablo.

MELCHOR.- Es sol de nubes cubierto.

VENTURA.- Bien dices que es sol… con uñas (p. 1083).

Hay que tener en cuenta que sol con uñas, según recoge el DRAE, es frase figurativa y familiar que sirve para designar a «Este astro cuando se interponen algunas nubes ligeras que no le dejan despedir su luz con toda claridad y fuerza». Así pues, la expresión empleada por el gracioso puede entenderse en dos planos: 1) en primer lugar, la dama es sol con uñas en tanto en cuanto su mano, que se ha comparado metafóricamente con el sol, está cubierta con un guante; 2) pero la dama es también sol con uñas porque, pese a ser sol (metáfora trillada para designar la belleza o la bondad de una persona), oculta tras su apariencia exterior sus verdaderas cualidades e intenciones: es sol ‘mujer hermosa’, pero con uñas, y uñas connota aquí su ‘rapacidad’.

SolConNubes

Otro chiste hay en la indicación de Ventura de que la dama misteriosa puede ser una «doncella despalmada / como nave que inverniza» (p. 1102). Despalmar es, en sentido recto, «Limpiar y dar sebo a los fondos de las embarcaciones que no están forradas de cobre» (DRAE), pero cabe entender el participio separando el prefijo des- e interpretando literalmente los elementos componentes, des-palmada. Una doncella despalmada será, pues, una doncella que ha perdido su palma (la palma es el atributo de la virginidad), es decir, una doncella que no es tal.

Un tercer chiste lo encontramos en la afirmación de Ventura de que se ha convertido en lacayo de anillo; dice el gracioso a doña Magdalena: «pues sin haber sido papa / me hacéis de anillo lacayo», en alusión a la sortija que le ha dado la dama. La expresión está calcada sobre obispo de anillo, también llamado obispo in partibus infidelium, que es «El que toma título de país o territorio ocupado por los infieles y en el cual no reside» (DRAE). Luego se juega también con conde de anillo (p. 1149): don Melchor es conde de anillo, en el sentido de ‘falso, que no responde a una realidad verdadera’, pues la condesa con quien se va a casar es igualmente fingida[2].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: juegos de palabras

Hay muchos otros juegos de palabras en esta comedia de Tirso[1]: don Melchor desea que la dama sea imagen de la Soledad, no de la compañía, es decir, ‘que no la traiga’ (p. 1067); el comentario de que don Melchor ha sido potrero del bolsillo, al sacarle una piedra que contenía (p. 1081); las alusiones a la barriga de opilada que habrá tomado el acero, refiriéndose al mismo bolsillo; el juego con doscientos escudos y doscientos de azotes (p. 1082); el comentario de que la de la desconocida será una cara a letra vista (p. 1102), por el deseo de contemplarla de don Melchor; la mención de yemas y claras, refiriéndose a las caras de las monedas doradas (p. 1134); el Ite, missa est que da Ventura a dos cajas de dulces (p. 1141); otro chistecillo del gracioso, a quien los ojos de la dama, con sus pestañas, le parecen un vellón (p. 1142)…

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Encontramos asimismo juegos onomásticos, ya con el nombre propio de Ventura: Venturilla / mi ventura (p. 1078), «Ahora sí que soy Ventura» (p. 1133) y varios más similares en las pp. 1082, 1095, 1115 y 1118. También con el de Santillana, escudero viejo, al que el gracioso llama «Nuño Salido» y «vuestra ancianidad»: como el buen anciano tiene como nombre de pila Suero, le dice que le sorberán los éticos (p. 1009). Otros juegos son reminiscencias de pasajes bíblicos, como la alusión a los llamados y escogidos (p. 1104; luego la emplea también doña Magdalena, p. 1126, en tono serio); o del Romancero: «Mediodía era por filo» (p. 1079)[2].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: algo más sobre la comicidad verbal

Como ya señalé en alguna entrada anterior, esta comedia de Tirso[1] rebosa de comicidad verbal, con numerosos juegos de palabras y chistes, en su mayor parte puestos en boca del criado Ventura.

Letras

Algunos de esas alusiones del gracioso están basadas en dilogías: de pesado (el bolsillo es tan pesado que parece necio, p. 1081); de preñado ‘lleno de cosas’ y ‘embarazado’, siendo esta segunda acepción operante por la mención de virgen (p. 1081); de sortija ‘anillo’ y ‘juego consistente en correr la sortija’, jugando además con la palabra precio, que designaba el ‘premio de las justas literarias’ (p. 1082); de ay, ay, ay ‘exclamaciones de don Melchor’ y ‘un baile de la época’ (p. 1104); de celebrada ‘encarecida’ y ‘misa celebrada’ (p. 1112); de faltas ‘ausencia de la menstruación’, ‘mataduras y defectos de una caballería’ y ‘errores en el juego de la pelota’ (p. 1116); de reverencias ‘saludo de cortesía’ y ‘tratamiento eclesiástico’, segundo significado atraído por la alusión inmediata a paternidades (p. 1140); de alba ‘vestidura religiosa’ y ‘amanecer’ (p. 1141), etc. También son frecuentes los juegos con las distintas acepciones de mano, como en este pasaje:

Mano, si en bolsillos fiera,
en sortijas franca y linda,
mano ginovesa o fúcar,
mano de papel batida,
mano de reloj de Flandes,
de cabrito o de cabrita,
de almirez que hace almendrada
y de misal manecilla (p. 1112).

Otros juegos de palabras están basados en fáciles paronomasias, como dedal y Dédalo, devanador y devaneos, ébano y Eva no (p. 1082); primo y primero (p. 1082); yerros ‘errores’ y [hierros] ‘cadenas’ de amor (p. 1086); cabello y cabe ello (p. 1087); muda y mudanzas (p. 1100); Chirinola y chirimía (p. 1110) o Chirinola y chilindrina (p. 1112); doblón y doblar de las campanas (p. 1131; luego el juego es entre doblón y doblar las rodillas, p. 1140); escudos, escudero y escudería (p. 1132). Puro floreo verbal es esta mezcla de paronomasias y derivaciones que hace Ventura:

Ya, ojos, pierdo la ojeriza
con que el bolso nos aojaste.
Ojalá ese ojal [dé] vista
al dios sin ojos ni ojetes[2],
pues es hojuela en almíbar.
Ojo a la margen, señor (p. 1111).

O esta acumulación de palabras que empiezan por la letra f:

… esta es mano, y no la otra,
flemática, floja y fría,
frágil, follona, fullera,
fiera, fregona y francisca (p. 1112).

En fin, la misma escena se remata con otro juego de paronomasia y aliteración: «¡Oh mano que mana minas!» (p. 1113)[3].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Enmiendo aquí el texto de la edición. Blanca de los Ríos, por su parte, en la edición de Aguilar, edita: «Ojale ese ojal de vista / el dios sin ojos ni ojetes».

[3] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: el dinero

En entradas anteriores he revisado cuestiones relacionadas con la belleza femenina y el lenguaje galante en La celosa de sí misma de Tirso de Molina[1]. En cuanto al dinero, Ventura pinta a las mujeres como verdaderas pidonas, entusiastas amigas, como diría Quevedo, de Santo Tomé. Y así, si lo único que ve don Melchor de la dama de la Victoria es la mano (una mano gustada a sorbos, con intermitencias, como si jugara al escondite[2]), Ventura lo único que intuye, aunque no la vea, es su uña rapaz: «¡Ay qué uñas aguileñas! / ¡Ay qué bello rapio, rapis! / ¡Ay qué garras monederas!» (p. 1068). Si el galán comenta, refiriéndose a los encajes de la manga del vestido, que era una mano adornada con una vuelta de red, el gracioso verá en esa la red la imagen perfecta de la pescadora de bolsillos ajenos; y si aquel habla de su puño abierto (de nuevo en referencia al vestido), el criado comentará que no estuvo cerrado el que les tomó los dineros (pp. 1092-1093). Ventura se escandaliza de que su amo dé a la tapada su propio bolsillo[3], comentando humorísticamente: «Espiró nuestro bolsillo: / Requiscat in pace, amén» (p. 1078), y el acto I se remata con un nuevo lamento suyo por los dineros perdidos: «¡Ay mis escudos doscientos, / espirasteis en Madrid» (p. 1095).

Niñas-contando-monedas

En su concepto, las mujeres oliscan las faltriqueras y «si no exhalan el aliento / dorado, vuelven el rostro, / escupen y hacen un gesto» (p. 1080). Por eso, cree que la «ninfa» volverá por la Victoria tan solo si intuye «otro bolsillo preñado / de doradas gollorías» (p. 1101). En las escenas siguientes siguen los dicterios del cuitado Ventura contra esa «mano de tejo / que hemos engastado en oro» (p. 1084), verdadera «mano […] de Judas, / pues lleva bolsa y dineros» (p. 1087; recuérdese que Judas era quien guardaba la bolsa con el dinero común de los apóstoles). Todas estas prevenciones del criado contra las uñas femeninas las confirma su compañera Quiñones, quien comenta que todas las damas reciben con gusto las dádivas de sus amados, al afirmar que «Es grande hechicero el dar» y que, jugando del vocablo, «en los estudios de amor / sólo hay libros de recibo» (p. 1089)[4].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Ventura se sorprenderá de este amor de su amo, que entra por la grosura, por la mano, no por los ojos (p. 1072), vía de transmisión de los espíritus amorosos, según las idealizadas teorías neoplatónicas.

[3] Reprocha a su amo que va a hacer un mal papel, yendo a vistas sin un real, pues le parecerá a la novia un pelón que aspira a casarse con ella por el interés, por el dinero de su dote: «Pero agora, yendo a vistas / sin un real, por Dios, que temo / que al instante que te mire / le has de oler a perro muerto» (p. 1080), haciendo un juego de palabras entre el significado literal: ‘le has de parecer mal, como el olor de un perro muerto’ y la expresión formulística dar perro muerto, alusiva al engaño consistente en engañar a alguien (se decía sobre todo cuando no se pagaba a una prostituta por sus servicios). En cambio, la prometida de don Melchor es rica, y el oro nunca es feo; con dinero puede ser tenida como prototipo de belleza, como Elena de Troya, y de honestidad, como Lucrecia (p. 1062).

[4] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: la burla del culteranismo

En La celosa de sí misma de Tirso de Molina, un aspecto importante en la parodia del lenguaje amoroso es la burla del culteranismo[1]. Por ejemplo, cuando don Melchor elogia la famosa mano diciendo que es «blancura tierna» y «cristal animado», Ventura apunta: «Di candor, si intentas / jerigonzar critiquicios», etc. (p. 1069).

Mano

Al enseñar doña Magdalena un ojo, don Melchor elogiará la «belleza en cifra» de ese «lucero», ocasión que aprovecha Ventura para animarle en el empleo acumulativo de metáforas e imágenes cultistas:

Mata, rinde, esplende, brilla,
hermoso rasgón de gloria,
luminosa saetía
para las flechas de amor.
Sé culto aquí, critiquiza (p. 1111).

Más tarde juega con la indicación de que los diamantes son «a lo culto rutilantes» (p. 1128). Por último, cuando el galán insista en calificar la blanca mano de «nieve helada» y use otras metáforas con las mismas connotaciones de ‘blancura’, Ventura volverá a insistir en su burla anticulterana:

Quitad la encella a esa nata,
si es que hay natas con encellas;
que yendo a decir cuajada,
andan, desde que hablan cultos,
las metáforas bastardas (p. 1142)[2].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: la sátira antifemenina

Otra cuestión interesante es la sátira antifemenina en La celosa de sí misma[1]. Las mujeres constituyen el blanco principal de los ataques de Ventura, en un doble aspecto, su hipócrita coquetería (se fingen bellas y jóvenes cuando son feas y viejas) y su rapacidad (en opinión del gracioso, toda mano femenina es «aruñadero […] de bolsillos», p. 1083). Para Ventura, en efecto, la belleza de la mujer no es más que solimán y manto, esto es, cosméticos y trucos de ocultación, todo pura apariencia. Cuando ve que su amo se enamora a las primeras de cambio de una tapada, le reprende:

¿Mas que has visto alguna cara
margenada de guedejas,
que el solimán albañil
hizo blanca siendo negra;
manto soplón, con más puntas
que grada de recoletas…? (pp. 1067-1068).

Don Melchor ha juzgado a ciegas, deslumbrado por la corteza externa, y por una belleza incierta está dispuesto a dejar la hermosura probada de su prometida doña Magdalena. Su adláter se lo reprocha en esta tirada que merece la pena copiar íntegra:

¿Es posible que haya amor
que la hermosura divina
de tal dama menosprecie
por una mujer enigma,
por una mano aruñante,
que con blancura postiza
a pura muda y salvado,
sus mudanzas pronostica?
¿Sin haberla visto un ojo,
sin saber si es vieja o niña,
nari-judaizante o chata,
desdentada o boquichica?[2]

Mujer con gorguera

Poco después sigue desarrollando esta idea, la posibilidad de que su amo se haya enamorado de una mujer vieja y fea:

Y si fuese, como creo,
en lugar de Raquel, Lía,
con el un ojo estrellado
y con el otro en tortilla;
los labios de azul turquí,
cubriendo dientes de alquimia,
jalbegado el frontispicio
a fuer de pastelería,
y como universidad
rotuladas las mejillas,
¿qué has de hacer? (p. 1101).

Y continúa argumentando: puede ser una buscona —una bolsona, dirá en otra parte—, pobre, o no hidalga, o quizá noble, sí, pero no virgen. En fin, esta obsesión de don Melchor con los ojos y la mano de la desconocida servirá para que Ventura pueda tranquilizar a doña Ángela, cuando le pregunte si ella podría competir con la rival amorosa. El criado le indica, grotescamente, que bastará con que le enseñe la nariz, el hocico y la dentadura, elementos que no entran en el modelo canónico de la descriptio femenina:

Mostralde vos la nariz,
con el rosado matiz
de ese rostro soberano,
el hocico y dentadura,
cocándole con el dote;
que a Magdalena y su bote
olvidará… (pp. 1117-1118)[3].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Y sigue: «¡Que en cáscara te enamores! / ¡Que bien del espejo digas / sin ver no más que la tapa! / ¡De una dama en alcancía! / ¡De la tumba, por el paño! / ¡De la toca, por la lista! / ¡Del pastelón, por la hojaldre! / ¡De la sota, por la pinta! / ¡De la espada, por la vaina!» (p. 1100). Ventura cree que la tapada será tan vieja como un censo perpetuo (p. 1081). A esta sátira de las mujeres pidonas, viejas rejuvenecidas y falsas doncellas se une la mención de la costumbre de teñirse los ojos (cfr. pp. 1142-1143).

[3] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.

La comicidad verbal en «La celosa de sí misma» de Tirso de Molina

La comicidad verbal predomina de forma muy clara en La celosa de sí misma[1], pues prácticamente cada réplica del criado Ventura, el gracioso, es un chiste o un juego de palabras. Para ordenar de alguna forma la materia humorística del tejido verbal de la comedia establezco varios apartados: en el primero resumo las réplicas humorísticas que tienen que ver con las mujeres, el amor y el dinero; en segundo lugar, apunto dilogías, paronomasias y juegos de palabras; explico a continuación algunos chistes más complejos del gracioso; y, por último, consigno las creaciones léxicas de Ventura y las variadas alusiones satírico-burlescas que se encuentran dispersas a lo largo de la comedia. Lo iremos viendo en sucesivas entradas.

Comento primero unidos estos tres temas, las mujeres, el amor y el dinero, pues resultan inseparables en el discurso del criado. Incluyo también aquí la parodia del lenguaje amoroso y de la descriptio puellae, la sátira de la mujer pedigüeña, etc.

Un buen ejemplo de comicidad verbal articulada en una serie es la «declaración amorosa» de Ventura a Quiñones. Don Melchor ha empleado varias metáforas para referirse a la mano de la desconocida, un sol cuyo ocultamiento dentro del guante venía a ser un eclipse, la oscuridad de Noruega, un ocaso que ciega sus esperanzas, etc. A continuación, Ventura se dirige a la dueña con estas palabras (que parodian el estilo cultista):

¿Tiene vuesa dueñería
la mano, cual su señora,
culta, animada, esplendora,
gaticinante y arpía?
¿Brillarale la uñería
cuando el caldo escudillice,
o la loza estropajice,
exhalando cada vez
las aromas que a las diez
vierta cuando bacinice?
Desescarpine ese pie…
Iba a decir esa mano (p. 1075)[2].

Mano

Este contrastar paralelamente las acciones o las palabras de amo y criado se repite en otras ocasiones. Así, cuando don Melchor pide a la tapada que se descubra el manto de esta forma:

Oh, hermosa señora mía,
¿cuándo ha de romper el alba
los crepúsculos oscuros,
dese sol nubes avaras?
¿Cuándo dirá mi ventura,
después de noche tan larga,
que el cielo corrió cortinas,
y amaneció la mañana?,

Ventura replica:

¿Cuándo, oh bella Chirinola,
costurera ballenata,
pues con agujas del sol
nos cosiste ropa blanca,
desnudándoos ornamentos,
pues alba mi amo os llama,
los dos os podremos ver
en sobrepelliz o en alba?
¿Cuándo dirá «Ropa fuera»
el ciego amor que os enmanta,
o rasgará, por leeros,
la cubierta de esa carta? (p. 1141).

Los dos piden a la desconocida que muestre su rostro, pero uno valiéndose de imágenes cultas y el otro por medio de referencias burlescas, por los términos de comparación escogidos, incongruentes en el contexto de una situación amorosa: alusiones a vestiduras eclesiásticas, la muletilla «ropa fuera» (empleada en galeras por el cómitre cuando la chusma tenía que acelerar el ritmo de boga) o la comparación del manto con el sobre de un carta[3].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Junto a las creaciones léxicas no faltan imágenes degradantes y escatológicas: el vaciado de los servicios, arrojando las inmundicias por la ventana, se hacía a unas horas fijas, al grito de «¡Agua va!», y a eso se refiere la mención de «las aromas que a las diez / vierta cuando bacinice».

[3] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.