Cuatro citas sobre libros de «El nombre de la rosa», de Umberto Eco

La entrada de hoy, sin que sirva de precedente, será breve. Son tan solo cuatro citas sobre libros extractadas de mi relectura de Umberto Eco, El nombre de la rosa, trad. de Ricardo Pochtar, Barcelona, Debols!llo, 2009:

«Hasta entonces había creído que todo libro hablaba de las cosas, humanas o divinas, que están fuera de los libros. De pronto comprendí que a menudo los libros hablan de libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí» (p. 410).

«Los libros no se han hecho para que creamos lo que dicen, sino para que los analicemos. Cuando cogemos un libro, no debemos preguntarnos qué dice, sino qué quiere decir, como vieron muy bien los viejos comentadores de las escrituras» (p. 451).

Umberto Eco

«El bien de un libro consiste en ser leído. Un libro está hecho de signos que hablan de otros signos, que, a su vez, hablan de las cosas. Sin unos ojos que lo lean, un libro contiene signos que no producen conceptos. Y por tanto, es mudo» (p. 566).

«Así volví a descubrir lo que los escritores siempre han sabido (y que tantas veces nos han dicho): los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia que ya se ha contado. Lo sabía Homero, lo sabía Ariosto, para no hablar de Rabelais o de Cervantes» (Apostillas a «El nombre de la rosa», pp. 745-746).

(Post scriptum: Podían haber sido algunas citas más pero, ay, una violenta ráfaga de viento se llevó los papelillos con mis efímeras notas mientras esperaba a la villavesa con mis hijos… Imposible salir corriendo tras ellas. Estas que copio forman parte de los escasos papeles salvados del naufragio. Sic transit gloria mundi…)

(Nota bene para foráneos: Villavesa=autobús urbano en la ciudad de Pamplona y su comarca.)

Un consejo de Lope: «Multum legendum, sed non multa»

La entrada de hoy es un elogio de Lope de Vega, en forma de soneto incluido en La Filomela, de los libros y la lectura, del «estudio liberal, discreto amigo»; y, al mismo tiempo, un consejo sobre qué se debe leer, condensado en la expresión latina del título, que procede de Plinio el Joven: «Multum legendum, sed non multa», ‘hay que leer mucho, pero no muchas cosas; es mejor frecuentar unos pocos libros, pero buenos, los de los clásicos, que no muchos, pero malos’[1]. Es idea parecida a la que expresa Quevedo en un verso de su soneto «Desde la Torre»: «con pocos pero doctos libros juntos».

El poema de Lope dice así:

Multum legendum, sed non multa (Plin. Iun., lib. 6)

Libros, quien os conoce y os entiende,
¿cómo puede llamarse desdichado?
Si bien la protección que le ha faltado,
el templo de la fama le defiende.

Aquí su libertad el alma extiende
y el ingenio se alienta dilatado,
que, de profano vulgo retirado,
en solo amor de la virtud se enciende.

Ame, pretenda, viva el que prefiere
el gusto, el oro, el ocio al bien que sigo,
pues todo muere, si el sujeto muere.

¡Oh, estudio liberal, discreto amigo,
que solo hablas lo que un hombre quiere,
por ti he vivido, moriré contigo!

No sabemos si Lope nos da este consejo a fuer de viejo, que diría Machado, pero sí que lo hace a fuer de Fénix… Así que, por supuesto, lo damos por bueno (¡es de Lope!) y lo hacemos nuestro.


[1] Víctor-José Herrero Llorente, en su Diccionario de expresiones y frases latinas, 3.ª ed. muy corregida y aumentada, Madrid, Gredos, 1992, p. 272a, recoge la expresión bajo el número 4944: «Multum legendum ese, non multa: “Se debe leer muchas veces lo mismo, pero no muchas cosas” (Plin., Ep. 7, 9, 15)». Y como número 4945 la variante: «Multum legere potius quam multa: “Leer el mismo libro muchas veces, mejor que muchos libros una sola vez”».