En «Mañana será un hermoso día» (pp. 169-177)[1] el joven Pascual va de noche, a la luz de la luna, a tentar unas reses. Entre paréntesis se van consignando las reflexiones de su monólogo, y el narrador augura la desgracia que le espera en su arriesgado empeño: «Había en el aire una sombra inquietante, de acecho y aventura, de silencio comprimido, de lucha contenida, de tragedia solitaria» (p. 171).
Pascual consigue dar unos pasos a un toro, pero es cogido. Cuando a la mañana siguiente encuentran su cuerpo, el jinete se lamenta, no de la suerte del muchacho, sino de que esa aventura le ha estropeado varios toros, ya no aptos para la lidia. De nuevo el título cobra tintes de ironía trágica, una vez conocido el desenlace: para el pobre maletilla, sencillamente, no habrá mañana.
[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.