Jerónimo de Cáncer: comedias bíblicas y otras de asunto religioso

El Arca de Noé (1665, escrita por Cáncer y Velasco junto con Martínez de Meneses y Rosete[1]) es comedia de asunto bíblico: es la historia de Noé, el gran privado de Dios, padre de la Edad segunda, y de sus hijos. En la Jornada III, la de Cáncer, se explica cómo el arca de los animales es trasunto de un «Arca mejor, en que el mismo / Verbo ha de librar el mundo / de el diluvio del delito» (p. 59a).

Gran éxito alcanzó, reeditándose varias veces, El bruto de Babilonia (1668, con Matos Fragoso y Moreto[2]), que refiere el cautiverio del pueblo de Dios en Babilonia. Se integra en esta comedia el sueño del rey Nabucodonosor interpretado por el profeta Daniel (la estatua gigantesca con pies de barro derribada por una piedrecilla, que será el Mesías); el episodio de Daniel y los leones; la historia de la casta Susana contemplada en el baño por los viejos; y la de los judíos arrojados al horno sin que se quemen. El título hace referencia a Nabucodonosor, que exige ser adorado como Dios de Asiria («Dios he de ser, Dios me llamo», p. 22a), viendo castigada su soberbia al quedar convertido en bruto irracional.

BrutodeBabilonia

En fin, La Virgen de la Aurora (1670, con Moreto[3]) dramatiza la tradición de una imagen de Nuestra Señora que los vecinos de Escamilla arrojaron a un estanque, de donde la sacó un lego franciscano para llevarla a Madrid y rendirle el debido culto. A esto hace referencia la seguidilla que canta el ciego: «A un estanque os echaron, / Virgen Divina; / ¿quién vio pila tan grande / de agua bendita?» (p. 310a). Es bello el soneto que declama Manuel al rescatar la imagen y algunos versos cantados por los Músicos, como los que abren la comedia:

MÚSICOS.- Norabuena sea
prioste en la fiesta
de la Niña bella
el rico Juan Tarro.
Anda, Maldonado,
que la fiesta es buena.
Norabuena sea (Jornada I, p. 282a)[4].


[1] El Arca de Noé, de Don Antonio Martínez, y Don Pedro Rosete Niño y Don Gerónimo Cáncer, en Parte veinte y dos de comedias nuevas, escogidas de los mejores ingenios de España, Madrid, Andrés García de la Iglesia a cargo de Juan Martín Merinero, 1665.

[2] La gran comedia del bruto de Babilonia, de D. Juan de Matos Fragoso, D. Agustín Moreto, Don Gerónimo Cáncer, en Parte treinta. Comedias nuevas, y escogidas de los mejores ingenios de España, Madrid, Domingo García Morrás a cargo de Domingo Palacio Villegas, 1668.

[3] La Virgen de la Aurora, de don Agustín Moreto y don Gerónimo Cáncer, en Parte treinta y cuatro de comedias nuevas, escritas por los mejores ingenios de España, Madrid, Joseph Fernández de Buendía a cargo de Manuel Meléndez, 1670.

[4] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, «Cáncer y la comedia burlesca», en Javier Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, vol. I, De la Edad Media a los Siglos de Oro, Madrid, Gredos, 2003, pp. 1069-1096.

Elementos mitológicos y de la Antigüedad clásica en el «Persiles»

Encontramos en el Persiles un aprovechamiento importante de la mitología, del mundo bíblico y de la Antigüedad clásica que contribuye a su ornato. Por ejemplo, se alude al mito de Apolo y Dafne:

Ya estaba Arnaldo en el esquife de la nave, y ya llegaba a la orilla, cuando se adelantó Periandro a recebille; pero Auristela no se movió del lugar donde primero puso el pie, y aun quisiera que allí se le hincaran en el suelo y se volvieran en torcidas raíces, como se volvieron los de la hija de Peneo, cuando el ligero corredor Apolo la seguía (p. 712b)[1].

Apolo y Dafne

Y también encontramos la inversión del mito, cuando Antonio el mozo es requerido de amores por la lasciva Rosamunda: «Ves aquí, ¡oh nuevo cazador, más hermoso que Apolo!, otra nueva Dafne que no te huye, sino que te sigue» (p. 718b).

Otro mito utilizado es el de Argos, gigante de cien ojos, emblema de la vigilancia atenta. Antonio el mozo lo es por vigilar la belleza de Auristela, Transila y Constanza: «Servíales de Argos el mozo Antonio, de lo que sirvió el pastor de Anfriso. Eran los ojos de los dos [Mauricio y Antonio] centinelas no dormidas, pues por sus cuartos la hacían a las mansas y hermosas ovejuelas que debajo de su solicitud y vigilancia se amparaban» (p. 720b). De forma semejante, Periandro es Argos de la belleza de Auristela: «este Argos de esta ternera de Auristela» (p. 731b).

Otro personaje mitológico aludido es Ganimedes, para connotar ‘belleza masculina’: «¿Quién puede ser este luchador, este esgrimidor, este corredor y saltador, este Ganimedes, este lindo…» (p. 731b), referido a Periandro; «No ha de enamorar el amante con las gracias de otro; suyas han de ser las que mostrare a su dama; si no canta bien, no le traiga quien la cante; si no es demasiado gentilhombre, no se acompañe con Ganimedes» (p. 760b). En III, 21 llega Andrea Marulo para ver a Isabela: «Venga, venga —replicó Isabela— ese putativo Ganimedes, ese contrahecho Adonis, y déme la mano de esposo, libre, sano y sin cautela» (p. 801b).

A su vez, el consejero del rey que expulsará a los moriscos es equiparado a un Atlante, en boca del jadraque (p. 786a). En otra ocasión, mientras pasan un río, cae Feliz Flora al agua, y la saca Antonio, estableciéndose la comparación con Europa: «… tras quien se abalanzó con no creída presteza el cortés Antonio, y sobre sus hombros, como a otra nueva Europa, la puso en la seca arena de la contraria ribera» (p. 792b). Croriano dormido tiene la misma hermosura del dios del amor, es un «hermoso Cupido» (p. 795b), y la impresión que causa en Ruperta es la misma que la que produce el escudo de Medusa: «halló en él la propiedad del escudo de Medusa, que la convirtió en mármol» (p. 795b). En III, 15 hay una alusión a Hércules y Deyanira (pp. 791b-792a), a propósito de las camisas hechizadas, «ricas por el lienzo, y por la labor vistosas», enviadas por Lorena a Domicio.

Por lo que toca a alusiones al mundo clásico y bíblico, en II, 17 Sinforosa abandonada por Periandro es equiparada a «otra engañada y nueva Dido» (p. 753a). La belleza de Auristela, que en Roma sigue causando total admiración, queda equiparada a la de la diosa del amor: «—Yo apostaré que la diosa Venus, como en los tiempos pasados, vuelve a esta ciudad a ver las reliquias de su querido Eneas» (p. 807b). En IV, 1 el español autor de Flor de aforismos peregrinos afirma reunir las propiedades de Marte con las de Mercurio y Apolo porque mezcla en su persona las armas y las letras (p. 804a). En fin, Ruperta disponiéndose a asesinar a Croriano, el matador de su esposo, evoca en su discurso para darse aliento la historia bíblica de Judit y Holofernes (p. 795a; algo muy adecuado, porque ya quedó dicho que Ruperta conserva la cabeza de su esposo)[2].


[1] Cito el Persiles por la edición de Florencio Sevilla Arroyo en Miguel de Cervantes, Obras completas, Madrid, Castalia, 1999.

[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «El Persiles de Cervantes, paradigma del arte narrativo barroco», en Ignacio Arellano y Eduardo Godoy (eds.), Temas del Barroco hispánico, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004, pp. 197-219.