Disparates y juegos de palabras en «El muerto resucitado» de Lucas Merino y Solares

Las comedias burlescas se llamaban también en la época comedias «en chanza» o «de disparates»[1]. Y, en efecto, con una sucesión de disparates verbales o lógicos se van construyendo estas piezas: «Si con Foncarral me caso, / prometo ser monja luego» (p. 4a)[2], «antes ciegues que tal veas» (p. 4b), «oí decir a mi abuela / que dos yernos no era fácil / teniendo solo una hembra» (p. 5a), «Sacad hachas al terrero / porque en él he visto un ruido» (p. 7a), la Princesa pide a sus galanes que canten para que su padre no pueda oírlos (p. 7a), el Príncipe señala que el año y medio que va a durar su Academia poética «es muy poco / para la priesa que llevo» (p. 7b; lo lógico sería que dijese que es mucho tiempo dada la prisa que tiene en casar a su hija), etc.

Disparate

También abundan otros juegos de palabras, basados en dilogías, paronomasias, etc.: «Del Príncipe las grandezas, / como no pueden contarse, / tomó el partido la fama / de que pudieran cantarse» (p. 1a); «pero ya no se distingue / el oro del oropel» (p. 2b); «muy sola en una solana» (p. 3b); «Salid, hija, que es guisado / que no ha menester cazuela» (p. 5a), con dilogía de guisado ‘asunto, negocio’ y ‘un tipo de comida’ que facilita el chiste; cuando Leganés afirma: «Mira que yo soy Barón», Foncarral replica: «Mira que yo no soy hembra» (p. 5a), chiste basado en la homofonía de barón ‘título nobiliario’ y varón ‘hombre’ (p. 5a), que reaparece en forma muy similar en la p. 14: «el Barón, si es varón, es un babieca»; si Leganés indica: «Mis estados son muy vastos» ‘extensos’, la chistosa respuesta de Foncarral será: «Más bastas son mis calcetas» (p. 5a), es decir, ‘burdas, ásperas’; «Partimos luego el sol en un instante, / llevando a prevención un pujavante» (p. 15), chiste con la frase hecha partir el sol, que era colocar a los contedientes de un duelo de forma tal que la posición del sol no perjudicase a ninguno de ellos (aquí se interpreta literalmente, y por eso llevan un arma cortante[3]); «muy entera doncella y no afectada» (p. 15b), con dilogía de entera ‘virgen’ e ‘íntegra, fuerte de carácter o ánimo’, etc. Algunos de los chistes se basan en el empleo de latinajos humorísticos: requien aeternam / aleluya (p. 5b), capita vestra (p. 11a), virtus unita fortior (p. 11a), in totum (p. 12b).


[1] Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Cito por Lucas Merino y Solares, El muerto resucitado, en Madrid, por Gabriel Ramírez, 1767. Hay edición moderna de María José Casado en Comedias burlescas del Siglo de Oro, tomo VII, volumen dirigido por Carlos Mata Induráin, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2011.

[3] Es chiste repetido en otras burlescas: El caballero de Olmedo, vv. 687-690: «Don Rodrigo.– Aguardad, que el arrebol / del sol me ofende; ¿traéis / cuchillo? Don Alonso.– Pues ¿qué queréis? Don Rodrigo.– ¿Qué quiero? Partir el sol»; La mayor hazaña de Carlos VI, vv. 759-762: «Si sois por dicha español, / reñid, que yo os aseguro, / aunque hace tan gran escuro, / de partir con vos el sol».

«La celosa de sí misma» de Tirso de Molina: juegos de palabras

Hay muchos otros juegos de palabras en esta comedia de Tirso[1]: don Melchor desea que la dama sea imagen de la Soledad, no de la compañía, es decir, ‘que no la traiga’ (p. 1067); el comentario de que don Melchor ha sido potrero del bolsillo, al sacarle una piedra que contenía (p. 1081); las alusiones a la barriga de opilada que habrá tomado el acero, refiriéndose al mismo bolsillo; el juego con doscientos escudos y doscientos de azotes (p. 1082); el comentario de que la de la desconocida será una cara a letra vista (p. 1102), por el deseo de contemplarla de don Melchor; la mención de yemas y claras, refiriéndose a las caras de las monedas doradas (p. 1134); el Ite, missa est que da Ventura a dos cajas de dulces (p. 1141); otro chistecillo del gracioso, a quien los ojos de la dama, con sus pestañas, le parecen un vellón (p. 1142)…

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Encontramos asimismo juegos onomásticos, ya con el nombre propio de Ventura: Venturilla / mi ventura (p. 1078), «Ahora sí que soy Ventura» (p. 1133) y varios más similares en las pp. 1082, 1095, 1115 y 1118. También con el de Santillana, escudero viejo, al que el gracioso llama «Nuño Salido» y «vuestra ancianidad»: como el buen anciano tiene como nombre de pila Suero, le dice que le sorberán los éticos (p. 1009). Otros juegos son reminiscencias de pasajes bíblicos, como la alusión a los llamados y escogidos (p. 1104; luego la emplea también doña Magdalena, p. 1126, en tono serio); o del Romancero: «Mediodía era por filo» (p. 1079)[2].


[1] Todas las citas de La celosa de sí misma corresponden a: Tirso de Molina, Obras completas, III, Doce comedias nuevas, ed. de María del Pilar Palomo e Isabel Prieto, Madrid, Fundación Castro, 1997, pp. 1055-1164. Otra edición moderna es: Tirso de Molina, La celosa de sí misma, ed. de Gregorio Torres Nebrera, Madrid, Cátedra, 2005. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).

[2] Para más detalles sobre la comedia remito a Carlos Mata Induráin, «Comicidad “en obras” y “en palabras” en La celosa de sí misma», en Ignacio Arellano, Blanca Oteiza y Miguel Zugasti (eds.), El ingenio cómico de Tirso de Molina. Actas del II Congreso Internacional, Pamplona, Universidad de Navarra, 27-29 de abril de 1998, Madrid / Pamplona, Instituto de Estudios Tirsianos, 1998, pp. 167-183.