La Virgen sueña caminos, está a la espera. La Virgen sabe que el Niño está muy cerca.
Vaya para hoy, tercer domingo de Adviento (tiempo de espera y de esperanza), este bello soneto de Rafael Morales (Talavera de la Reina, Toledo, 1919-Madrid, 2005) centrado en la Encarnación del Verbo, que —en su sencillez poética— no requiere de mayor comento.
Bartolomé Esteban Murillo, La Anunciación (c. 1660). Museo del Prado (Madrid).
Igual que la caricia, como el leve temblor del vientecillo en la enramada, como el brotar de un agua sosegada o el fundirse pausado de la nieve,
debió ser, de tan dulce, tu sonrisa, oh, Virgen Santa, Pura, Inmaculada, al sentir en tu entraña la llegada del Niño Dios como una tibia brisa.
Debió ser tu sonrisa tan gozosa, tan tierna y tan feliz como es el ala en el aire del alba perezosa,
igual que el río que hacia el mar resbala, como el breve misterio de la rosa que, con su aroma, toda el alma exhala[1].
[1] Cito por la antología Porque esta noche el Amor. Poesía navideña del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, p. 72.
Bartolomé Esteban Murillo, San Francisco Javier (c. 1670). Wadsworth Atheneum (Hartford, Connecticut, Estados Unidos)
1506 El 7 de abril nace en el castillo de Javier (Navarra) Francisco (Francés) de Jaso y Azpilicueta. Su padre, Juan de Jaso, era Presidente del Real Consejo del rey de Navarra, Juan III de Albret. Su madre, doña María de Azpilicueta, pertenecía a una noble familia de la que formaba parte Martín de Azpilicueta, el llamado «Doctor Navarrus». Francisco era el benjamín de cinco hermanos: Magdalena, Ana, Miguel, Juan y él mismo.
1512 Conquista de Navarra por las tropas castellano-aragonesas al mando de don Fadrique Álvarez de Toledo, duque de Alba, por orden de Fernando el Católico, rey ya de Aragón y Castilla.
1515 Muerte de su padre en el exilio. Navarra es incorporada a la Corona de Castilla.
1516 Miguel y Juan, los hermanos de Francisco, partidarios del legítimo rey de Navarra, don Juan de Albret, participan en una incursión bélica para tratar de recuperar el reino, que fracasa. Ambos son encarcelados; la familia es desposeída de sus propiedades, y el castillo desmochado por orden del gobernador, el cardenal Cisneros.
1521 Una nueva invasión navarro-francesa al mando del duque de Foix penetra hasta Logroño, permitiendo a los leales al rey Juan de Albret recuperar el control casi total del reino, si bien por poco tiempo. El 20 de mayo Íñigo López de Loyola —que combate con las tropas guipuzcoanas del emperador Carlos— es herido en la defensa del castillo de Pamplona, asediado por el ejército navarro-francés.
1524 Francisco Javier tiene tomada la determinación de ir a estudiar a París, en la célebre Universidad de la Sorbona. Antes cursa estudios en diferentes ciudades navarras, entre ellas Pamplona.
1528 Viaja a París para proseguir sus estudios en la Sorbona.
1529 Conoce a Ignacio de Loyola.
1531 Se gradúa en París en filosofía. Comienza estudios de teología.
1532-1533 La conversión de Javier se produce entre diciembre de 1532 y junio de 1533 (según Schurhammer). Ignacio le recuerda la frase evangélica: «¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?» (Mateo, 16, 26).
1534 El 15 de agosto, una vez finalizados sus estudios, Javier, Ignacio y otros compañeros pronuncian en la Cripta del Martirio de Montmartre sus votos de pobreza y castidad y prometen peregrinar a Tierra Santa. Francisco se queda en París otros dos años más estudiando teología, después de participar en los Ejercicios espirituales impartidos por Ignacio de Loyola.
1537 Viaja con Ignacio a Italia. En Roma visitan al papa Paulo III para pedirle su bendición antes de emprender el viaje a Tierra Santa, viaje que no se iba a poder realizar por haber entrado en guerra Venecia con el imperio turco. El 24 de junio Javier es ordenado sacerdote en Venecia, donde se dedica a predicar. Ante la tardanza del viaje a Jerusalén, vuelven a Roma y se ofrecen al papa para ser enviados a cualquier otro lado.
1540 El papa aprueba formalmente la Compañía de Jesús. Javier marcha a Lisboa, pasando por Azpeitia para entregar cartas de Ignacio de Loyola a su familia. La iniciativa de marchar a Portugal se debe a la solicitud del embajador portugués en Roma, don Pedro de Mascarenhas, que pidió a Ignacio de Loyola, en nombre del rey don Juan III, algunos hombres suyos para enviarlos a las Indias Orientales. Para ese viaje, Francisco fue nombrado por el papa «legado suyo en las tierras del mar Rojo, del golfo Pérsico y de Oceanía, a uno y otro lado del Ganges».
1541 Javier parte de Lisboa el 7 de abril hacia las colonias portuguesas en la India como nuncio papal en el lejano Oriente. El 22 de septiembre llega a Mozambique, donde se queda hasta febrero del año siguiente. Allí ayuda en el hospital y percibe el mal trato que se da a los negros, lo cual le lleva a tener los primeros enfrentamientos con las autoridades civiles portuguesas.
1542 El 6 de mayo, después de efectuar escalas en Melinde y Socotora, llega Javier a Goa (ciudad que luego sería capital de la India Portuguesa). Prepara un texto divulgativo basado en el catecismo de Juan Barros y comienza a predicar la doctrina católica por la ciudad, a la vez que asiste a moribundos, visita a presos y socorre a pobres. Trata de aprender la lengua del país. Tras rechazar el puesto de director del seminario de San Pablo, en octubre de 1542 se embarca para las islas de la Pesquería, en la costa de Goa, donde permaneció más de un año. Aprende el idioma tamil y traduce a esa lengua parte de los textos cristianos. Evangeliza a los indios paravas y recorre las ciudades de Tuticorrín, Trichendur, Manapar y Combuture, encontrando la oposición de los brahmanes de la región.
1543 En el mes de noviembre se encuentra en Goa con sus compañeros micer Paulo y Mansilla y se entrevista con el obispo de la ciudad, Juan de Alburquerque, para pedirle misioneros. Este destina a seis sacerdotes para esa labor y Javier se vuelve con ellos a la Pesquería. En el viaje escribe varias cartas a sus compañeros de Roma, señalando que «muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes por no haber personas que se ocupen en la evangelización». En la Pesquería permanece un mes con los makuas, donde bautizará a más de 10.000 personas.
1545 Parte a las islas Molucas en compañía de Juan Eiro, llegando a Malaca poco después. Durante tres meses aprende algo del idioma, traduce algunos textos de la doctrina católica y se familiariza con la cultura local. Escribe al rey de Portugal sobre «las injusticias y vejaciones que les imponen [a los nativos] los propios oficiales de Vuestra Majestad».
1546 Viajes por el archipiélago malayo. En el mes de enero sale hacia la isla de Amboino. Recorre diferentes islas de la región y en Baranula (Ceran), según cuenta la tradición, un cangrejo le devuelve el crucifijo que había perdido durante una tempestad. En junio llega a Ternate, rico centro comercial de especias y última posesión portuguesa. Permanece allí tres meses. Otros tres meses los pasa en las islas del Moro, y de allí emprende el viaje de vuelta a Malaca. Llega a Cochín el 13 de enero de 1548.
1548 Recorre diversos lugares de la India realizando labores de reordenación y supervisión de las misiones establecidas en este extenso territorio y en las Molucas.
1549 El domingo de Ramos de este año Javier emprende el viaje a Japón, acompañado de sus compañeros Cosme de Torres y Juan Fernández y el traductor Anjirō, llegando a su destino el 15 de agosto. Permanece un año en Kagoshima, entonces capital del reino Sur del Japón. Su estancia en tierras japonesas se extiende por dos años y tres meses. Con ayuda de su compañero Pablo de Santa Fe trata de evangelizar a sus gentes.
1550 Se dirige al norte del Japón. Funda una pequeña colectividad cristiana en Hirado. Llega a Yamaguchi, luego a Sakai y, finalmente a Meaco, donde intenta, sin conseguirlo, ser recibido por el emperador. Se traslada a Yamaguchi de nuevo y obtiene del príncipe la garantía de respeto a los conversos al cristianismo. Su predicación da como fruto la creación de una comunidad católica que permanece hasta nuestros días. Muchos de los convertidos son samuráis. Cuenta en cambio, con la fuerte oposición del clero local, los bonzos.
1551 En septiembre le llama el príncipe de Bungo, quien le permite predicar en esas islas.
1551 Abandona Japón para visitar las misiones de la India. Realiza el viaje de vuelta en la nao Santa Cruz, capitaneada por Diego de Pereira, quien le brinda la idea de organizar una embajada a China en nombre del rey de Portugal. Al llegar a Malaca se entera de que la India ha sido nombrada provincia jesuítica independiente de Portugal y que él es su provincial.
1552 El 24 de enero llega a Cochín y el 18 de febrero a Goa. Realiza preparativos para el viaje a China y parte rumbo a ese país el 14 de abril en la nao Santa Cruz del capitán Pereira. Le acompañan el sacerdote Gago, el hermano Álvaro de Ferreira, Antonio de Santa Fe (de origen chino) y un criado indio llamado Cristóbal. Cuando llegan a Malaca tienen problemas con el capitán de Mares, Álvaro de Ataide, que retrasa el viaje por dos meses e impide que Pereira siga al mando de la nao.
1552 Desembarca en el islote de Sancian (Shangchuan), a 150 km. de Cantón, cerca de Macao, China. Allí permanece a la espera de un barco chino que les introduzca, clandestinamente, en el continente. El 3 de diciembre, a los 46 años de edad, Francisco Javier fallece a causa de unas fiebres.
1553 Desenterrado, se descubre que su cuerpo está incorrupto. El 22 de marzo es enterrado en Malaca, en la iglesia de Santa María del Monte. Después su cuerpo es conducido a Goa, adonde llega en la primavera de 1554.
1614 Un sacerdote jesuita secciona su brazo derecho —con el que bautizó a miles de personas— y se traslada como reliquia a Roma, donde se venera en la iglesia del Gesù.
1619 El 25 de octubre es beatificado por el papa Paulo V.
1621 Es nombrado patrón de Navarra por la Diputación del reino.
1622 Es canonizado —San Francisco Javier— el 12 de marzo por el papa Gregorio XV, junto con San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Felipe Neri.
1623 Llega a Goa la noticia de su canonización, la cual se solemnizó con una gran ceremonia al año siguiente, 1624. Sus restos son depositados en una urna de plata.
1624 Es ratificado como patrón de Navarra por las Cortes del reino (desde 1657 compartirá el patronazgo con San Fermín de Amiens —y también con Santa María la Real—).
1748 Es nombrado patrono de todas las tierras al este del cabo de Buena Esperanza.
1904 Es nombrado patrono de la Obra de la Propagación de la Fe.
1927 El papa Pío XI le nombra patrono de las Misiones junto a Santa Teresita del Niño Jesús.
1952 El papa Pío XII lo proclama patrono del Turismo.
Paso ahora a examinar la opinión de aquellos autores que han dedicado su atención específica a los autos marianos[1], comenzando por la del padre Aicardo. Para él, «Calderón fue el poeta concepcionista por antonomasia»[2] y nos legó seis autos que califica como «enteramente concepcionistas»: Primero y segundo Isaac, Las espigas de Ruth, La primer Flor del Carmelo, ¿Quién hallará mujer fuerte?, Las Órdenes Militares y La Hidalga del valle. Incluye los cuatro primeros porque tanto Rebeca, como Ruth, como Abigail y como Débora y Jael son personajes bíblicos femeninos que Calderón rodea de emblemas concepcionistas: esas mujeres son «figuras todas de la Inmaculada, aunque maravillosamente diferentes entre sí»[3]. Jael y Débora se nos presentan como «la Virgen María, libertadora del pueblo de Dios»; Abigail respondería a la advocación de la Virgen como Madre de los Afligidos; Ruth sería la Madre Inmaculada, y Rebeca la Inmaculada Tota Pulchra. En Las Órdenes Militares el tema concepcionista se introduce por la necesidad de probar la ascendencia de Cristo, presentado como soldado aventurero. En cuanto al sexto, La Hidalga, es «concepcionista y concepcionista sin acción a dos luces, sin alegoría ninguna»[4].
Bartolomé Esteban Murillo, Virgen del Rosario con Niño (Museo del Prado)
En fin, se refiere a la mezcla de lo mariano y lo eucarístico con estas palabras:
Calderón de la Barca realizó en sus autos la aspiración del pueblo español de reunir en uno sus dos privilegiados amores, el del Santísimo Sacramento y el de la Pura Concepción, y son por esta manera los autos eucarístico-concepcionistas el mejor comentario y la mejor expresión del elogio famosísimo y tan debatido en aquel entonces: Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar y la pura y limpia Concepción de la Bienaventurada Virgen María[5].
Comenta el padre Aicardo que existen otros autos que rozan lo mariano; en muchos de ellos Calderón se limita a la enunciación escueta del misterio de la Inmaculada Concepción; en otros lo desarrolla con cierta extensión, aportando diversas pruebas del mismo: el Protoevangelio, la salutación angélica, ciertas acomodaciones de los libros sapienciales, la razón teológica con el célebre entimema de Escoto: «Potuit, decuit; ergo fecit»,etc. Señala que ha podido contabilizar hasta un total de sesenta y dos pasajes en los que se hace alguna alusión al misterio mariano, pero sin alcanzar, a su juicio, la suficiente entidad como para considerar también concepcionistas los autos en que aparecen[6].
[1] Citaré por Pedro Calderón de la Barca, Obras completas, tomo III, Autos sacramentales, ed. de Ángel Valbuena Prat, 2.ª reimp. de la 2.ª ed., Madrid, Aguilar, 1991.
[2] José María Aicardo, «Inspiración concepcionista en los autos sacramentales de Calderón», Razón y Fe, 11-12, 1904, pp. 113-148. La cita corresponde a la p. 117; y añade: «Calderón, pues, se vio arrastrado por su amor, pero no menos por su españolismo y por las circunstancias, a ser en España el poeta de la Concepción».
[3] Aicardo, «Inspiración concepcionista en los autos sacramentales de Calderón», p. 137.
[4] Aicardo, «Inspiración concepcionista en los autos sacramentales de Calderón», p. 146.
[5] Aicardo, «Inspiración concepcionista en los autos sacramentales de Calderón», p. 127.
[6] Remito para más detalles a Carlos Mata Induráin, «Imaginería barroca en los autos marianos de Calderón», en Ignacio Arellano, Juan Manuel Escudero, Blanca Oteiza y M. Carmen Pinillos (eds.), Divinas y humanas letras. Doctrina y poesía en los autos sacramentales de Calderón, Kassel, Edition Reichenberger, 1997, pp. 253-287.
Como ya he indicado en otras ocasiones, Víctor Manuel Arbeloa (Mañeru, Navarra, 1936- ) es un escritor que ha abordado con frecuencia la temática navideña, y lo he hecho como estudioso y como creador, en distintos momentos de su dilatada trayectoria poética (véase la entrada que le dediqué hace algún tiempo). En el blog han quedado recogidos también su «Villancico cruel a un subnormal no nacido» y, hace unos pocos días, su «Nana en el día de los Inocentes». Vaya hoy, para esta festividad de la Epifanía (o manifestación) del Señor, su poema «Epifanía», correspondiente a la sección «Dios se ha revelado» de su poemario Dios es hombre para siempre (1966). Se trata de una composición arromanzada (con rima í o), pero con la particularidad de que los versos impares son heptasílabos y los pares pentasílabos.
La adoración de los Reyes Magos, de Bartolomé Esteban Murillo.
Ante él se postrarán todos los reyes
y le servirán todos los pueblos. (Salmo 71, 11)
Hasta Belén llegaron
tres peregrinos
tres magos babilonios
tres adivinos
cabalgando una estrella
por los caminos
El oro del Dios Rey
los ha atraído.
La nube del incienso
del Dios Santísimo.
Y la mirra olorosa
del Dios nacido.
Hasta Belén llegaron
tres peregrinos…
Todos los continentes
todos los siglos
se fueron tras la estrella
del regocijo
¡Al espacio y al tiempo
rige este Niño!
Hasta Belén llegaron
tres peregrinos
tres magos babilonios
tres adivinos
cabalgando una estrella
por los caminos[1]
[1] Cito por Víctor Manuel Arbeloa, Obra poética (1964-2010), prólogo de Jesús Mauleón, Pamplona, Gobierno de Navarra (Departamento de Cultura y Turismo, Institución Príncipe de Viana), 2010, p. 161.