Lope de Vega y el mecenazgo (3): con el duque de Alba

Una vez que pasan los años de destierro del reino, al que fue condenado en el proceso que le entabló Jerónimo Velázquez, Lope se instala en Toledo y entra al servicio de don Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont, V duque de Alba, nieto del famoso general de Flandes[1]. Durante unos cinco años se desempeña como secretario del duque, con residencia en Alba de Tormes junto a su mujer Isabel de Urbina.

Alba de Tormes

En Alba escribe varias comedias (El maestro de danzar, El favor agradecido, El leal criado…) y sobre todo La Arcadia, novela pastoril en clave donde se cuentan bajo el disfraz poético algunos sucesos amorosos del duque. En la Égloga a Claudio traza una pequeña autobiografía en la que recuerda su estancia en Alba y la escritura de esta «historia verdadera»:

Sirviendo al generoso duque Albano
escribí del Arcadia los pastores,
bucólicos amores
ocultos siempre en vano
cuya zampoña de mis patrios lares
los sauces animó de Manzanares.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

La muerte trunca la felicidad del Fénix

Sin embargo, esta felicidad disfrutada en Alba de Tormes se va a ver truncada: Isabel pasa enferma un año, en que Lope cuida amorosamente de ella, y finalmente muere al dar a luz a su segunda hija, Teodora, en ese año de 1594, dedicándole Medinilla una sentida elegía[1]. Y Lope la recuerda en el primer aniversario de su muerte:

Belisa, señora mía,
hoy se cumple justo un año
que de tu temprana muerte
gusté aquel potaje amargo.
Un año te serví enferma,
¡ojalá fueran mil años!,
que así enferma te quisiera
continuo aguardando el pago.
Solo yo te acompañé
cuando todos te dejaron,
porque te quise en la vida
y muerta te adoro y amo.

Vanitas, Barthel Bruyn

La niña Teodora fallecería también pronto, y Lope expresará su dolor en un soneto de las Rimas, «A la sepultura de Teodora de Urbina»:

Mi bien nacido de mis propios males,
retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa
mi destierro y consuelo hiciste iguales;

segunda vez de mis entrañas sales;
mas, pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?

Ciego, llorando, niña de mis ojos,
sobre esta piedra cantaré, que es mina
donde el que pasa al indio, en propio suelo

halle más presto el oro en tus despojos,
las perlas, el coral, la plata fina.
Mas, ¡ay!, que es ángel y llevolo al Cielo.

De otro titulado «A dos niñas» (incluido asimismo en las Rimas) se ha pensado que podría estar dedicado a la muerte de sus hijas, aunque se ha discutido el sentido funeral del poema, que admite más bien una lectura en clave amorosa:

Para tomar de mi desdén venganza
quitome Amor las niñas que tenía,
con que miraba yo como solía
todas las cosas en igual templanza.

A lo menos conozco la mudanza
en los antojos de la vida mía;
de un día en otro no descanso un día,
del tiempo huye lo que el tiempo alcanza.

Almas parecen de mis niñas puestas
en mis ojos que baña tierno llanto.
¡Oh, niñas, niño Amor, niños antojos!

¡Niño deseo que el vivir me cuestas!
Mas ¿qué mucho también que llore tanto
quien tiene cuatro niñas en los ojos?


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

Lope e Isabel: años tranquilos en Alba de Tormes

En 1590 terminan los dos años de destierro del reino y puede regresar a Castilla, aunque todavía no a la Corte[1]. Se asienta con su esposa en Toledo, donde se acomoda con don Francisco de Ribera Barroso, futuro marqués de Malpica, hecho que Pérez de Montalbán sitúa a la vuelta de la jornada de Inglaterra:

Al volver de esta desgraciada expedición, Lope marchó a Madrid y entró al servicio del marqués de Malpica, y después, con el mismo carácter, sirvió al conde de Lemos.

No sabemos cuánto tiempo duró en servicio de don Francisco. En cualquier caso, es mucho más importante su acomodo con don Antonio Álvarez de Toledo, duque de Alba, al que acompañará hasta sus estados en Alba de Tormes (Salamanca). Allí, en su palacio junto al río, el duque ha formado una rica corte artística y literaria, de la que forman parte también Pedro de Medina (Medinilla) y Juan Blas de Castro. En esta idílica corte ducal de Alba de Tormes permanecerá Lope hasta 1595. Su señor, que se ha casado el 23 de julio de 1590 con doña Mencía de Mendoza y Enríquez, es preso por desobediencia y ha de pasar tres años encerrado en el castillo de La Mota (Valladolid). En la fiesta de toros que se organiza para celebrar su regreso, el 15 de mayo de 1593, muere don Diego de Toledo, hermanastro del duque, y Lope le dedica una bella elegía.

Alba de Tormes por Nacho Alcalde

Al igual que los de Valencia, son estos años de sosiego al lado de su esposa Isabel, que es su musa literaria bajo el nombre poético de Belisa: «Ella parece inspirarle, provocarle, una estremecida emoción, casi un fervor poético», escribe Villacorta. En el poema «Descripción de la Tapada», la evoca bellamente «Suelto en ondas el mar de sus cabellos…». Por lo demás, el desempeño de su cargo como secretario o gentilhombre de cámara del duque de Alba le deja bastante tiempo libre para escribir (en Alba de Tormes firma varias comedias: El maestro de danzar, El leal criado, Laura perseguida, El dómine Lucas, El caballero del milagro…). Además, puede mantener contactos con el ambiente universitario de Salamanca (se sabe que el 26 de enero de 1594 alquiló una casa en esa ciudad), y se ha apuntado, como ya vimos en una entrada anterior, la posibilidad de que siguiese sus estudios en la célebre universidad salmantina, pero en modo alguno están documentados. Dedica un poema, «Descripción del Abadía», a la finca con hermosos jardines propiedad del duque en la sierra entre Salamanca y Cáceres.


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.