«Lo bello es darse al mito», de Juan Bernier

Juan Bernier (La Carlota, Córdoba, 1911-Córdoba, 1989) fue uno de los fundadores de la revista de poesía Cántico, en el año 1947, junto con Pablo García Baena y Ricardo Molina. Su producción lírica está formada por los poemarios Aquí en la tierra (1948), Una voz cualquiera (1959), Poesía en seis tiempos (1977) y En el pozo del yo (1982). Existe una edición de su Poesía completa (2011), prólogo y edición de Daniel García Florindo, que incluye además sus poemas recogidos en revistas. García Florindo nos ofrece esta caracterización de la poesía de Bernier:

Bernier es un poeta sensorial y ético, profundamente reflexivo y comprometido que cultivó la poesía como medio de expresión de una verdad íntima muy ajena a cualquier postura o impostura. Una poesía coherente con el individuo que fue, una poesía que lo define en un aspecto fundamental: el valor de la vida en sí misma. De ahí la moral de la compasión por aquellos que no pueden disfrutarla y por él mismo, que como todo ser humano tiene que enfrentarse a la muerte. De ahí que sean grandes temas universales los que acompañan a Bernier en toda su obra: la vida, el amor, el hombre, la muerte o Dios. En fin, interrogantes trascendentales, conflictos humanos a los que se enfrentan desde la razón, desde una postura limpia y heterodoxa, indagadora no ya en el pensamiento de un filósofo, sino en el sentir de un hombre que escribe poesía. Podríamos decir, por último, que la poesía de Bernier va adelgazando en la forma y aumentando en aire metafísico como una hermosa cuerda que va deshilachándose conforme gira en el tiempo de la vida hasta convertirse en una hebra luminosa y esencial[1].

Libro de poesía y unas hojas

Su poema «Lo bello es darse al mito» constituye, si no una poética, sí al menos una bella explicación de la razón para escribir, de su «fe en la poesía» (v. 1), hermosamente condensada luego en los versos 9-10. Dice así:

¿Por qué escribir, por qué esta fe en la poesía,
por qué la catarsis de hundirse, ensimismarse
en algo que se cree un ídolo de luz,
un celestial fetiche de algo trascendente?
Lo bello es darse al mito, a lo que arrastra el alma,
a lo que hace nacer allá en la altura el fantasma
y la imagen del tiempo, parir escalofríos de eternidad,
engendros de la mente para nosotros súmmum del pensamiento puro.

Conversar con lo alto,
ser alguien en el mundo…[2]


[1] Daniel García Florindo, «Juan Bernier o la compasión pagana», en Juan Bernier, Poesía completa, prólogo y edición de Daniel García Florindo, Valencia, Editorial Pre-Textos, 2011, p. 29.

[2] Cito por Juan Bernier, Poesía completa, p. 183.

Siniestro Caravinagre, de Jesús Carlos Gómez Martínez

Este año, el kiliki Caravinagre de Pamplona se ha hecho universalmente famoso porque ha protagonizado el cartel de las fiestas de San Fermín, «que son en el mundo entero / unas fiestas sin igual». ¡Riau, riau!

Aquí tienen ustedes a Caravinagre en una foto correspondiente a estas fiestas del 2012, y podrán comprobar que ni siquiera tan honrosa distinción ha logrado dulcificar la expresión de su cara:

Por mi parte, he tenido el placer de prologar el nuevo libro del escritor navarro Jesús Carlos Gómez Martínez, Siniestro Caravinagre (Pamplona, Ediciones Eunate, 2012), una divertida novela en la que el autor nos desvela todos los delitos y maldades del odioso personaje que se oculta bajo la personalidad del tal kiliki.

Reproduzco a continuación ese prólogo, que en el libro se presenta bajo el título «Gómez Martínez versus Caravinagre»:

El despiadado enfrentamiento entre el autor de este libro, Jesús Carlos Gómez Martínez, y el famoso Caravinagre viene de tiempo atrás y, a tenor de esta nueva entrega literaria, su lucha va camino de convertirse en un combate con tintes épicos.

Todo se remonta al año 1997, cuando nuestro amigo Jesús Carlos nos puso sobre aviso. En una columna periodística calificó a este personaje de “plaga”, y atribuyó su rictus a su alimentación (rica en bombillas, clavos, tuercas y alfileres) y a sus antecedentes criminales y carcelarios.

Más tarde, en 2001, Jesús Carlos se atrevió a contarnos La verdadera historia de los kilikis de Pamplona. En ese libro, hoy agotado, a través de seis breves e ingeniosísimas semblanzas, nos revelaba la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad acerca, no solamente de Caravinagre, sino también de Barbas, Patata, Napoleón, Verrugas y Coletas, bajo cuyas deformes cabezotas se ocultan seis desalmados canallas.

De todos estos facinerosos, Caravinagre es, sin el menor asomo de duda, el más avieso y peligroso, un gánster sin escrúpulos, la auténtica bestia negra de Jesús Carlos, que ha dedicado las últimas décadas al cultivo de la literatura y, especialmente, a la investigación sobre la desbordante actividad criminal de este “kiliki”.

Con la publicación de Siniestro Caravinagre, Jesús Carlos Gómez Martínez nos demuestra que durante este tiempo ha seguido jugándose la vida en pos de la verdad y nos brinda pruebas irrefutables y testimonios únicos y sorprendentes que desenmascaran definitivamente al odioso Caravinagre y que convencerán a todos aquellos que todavía pudieran tener alguna duda sobre la auténtica personalidad de este sujeto.

Hoy Jesús Carlos nos ofrece de nuevo la cruda realidad, y con ello pone de relieve que nos hallamos ante un escritor comprometido, todo un héroe, sin duda; un escritor al servicio de la verdad, que no se arruga ante nada ni ante nadie, tampoco frente a Caravinagre, siempre rodeado de adláteres y sicarios de la peor ralea, que sigue dándole gusto al gatillo de su metralleta y haciendo correr ríos de sangre, y al que le molesta de veras (atención) que lo llamen “feo”.

En este nuevo libro, como en otros anteriores del autor, vuelven a enlazarse varios elementos claves en su producción literaria, a saber: la fantasía, la ironía, el suspense y —de manera indirecta, en esta ocasión— el tema sanferminero. Eso sí, la acción del relato no ocurre solo en Pamplona; sucede también en el Nueva York de 1927 —en plena «ley seca»—, donde «el asesino de la micción», nuestro Caravinagre, impone su ley.

El humor está muy presente a lo largo del libro, en la propia concepción hiperbólica y grotesca de los personajes y de la acción, en los disparatados sucesos que se nos presentan (por ejemplo, los gánsters que se entretienen jugando al parchís y con otras diversiones infantiles), y también por medio de algunos guiños navarrizantes (así, el camión que transporta rabos de boinas en plena ciudad de Nueva York) o, en el plano estilístico, a través de juegos de palabras consistentes en la deformación de frases hechas.

Gómez Martínez tiene algunas otras novelas ya escritas, también comprometidas, que pronto verán la luz. Eso, claro, si no le alcanza antes la venganza de Caravinagre. Porque, a día de hoy, nuestro amigo Jesús Carlos sigue siendo un escritor perseguido; un escritor que investiga, narra y huye. Con su enemigo al acecho, no le queda otro remedio…