«Perdido en tu nombre», de Luis Rosales

En este blog han quedado recogidas ya varias composiciones navideñas de Luis Rosales (Granada, 1910-Madrid, 1992), pertenecientes todas ellas a su poemario Retablo sacro del Nacimiento del Señor (Madrid, Escorial, 1940; 2.ª ed. corregida y aumentada, Madrid, Editorial Universitaria Europea, 1964, ambas ediciones con ilustraciones de José Romero Escassi). Así, pueden leerse aquí las tituladas «De cómo fue gozoso el Nacimiento de Dios Nuestro Señor», «De cómo vino al mundo la oración», «De cómo al contemplar por vez primera los ojos de su hijo, nació una estrella nueva», «De cuán graciosa y apacible era la belleza de la Virgen Nuestra Señora», «Callar…», «Villancico de la falta de fe», «Villancico de las estrellas altas», «Donde se cuenta que en el Portal, humilde, le adoraron tres Reyes» y «De cómo estaba la luz ensimismada en su Creador cuando los hombres le adoraron».

Pues bien, para hoy 3 de enero —fiesta del Santísimo Nombre de Jesús—copiaré su poema «Perdido en tu nombre», incluido en el mismo poemario. Joaquín Juan Peñalva comenta al respecto que

es una décima donde se aborda el tema del nombre de Dios, motivo recurrente en algunos poetas de esta cuerda. Lo que aparece aquí es la interpelación de un yo poemático a la luz de la Navidad, a la que solicita ayuda para hacerse un lugar junto al Padre; se produce, por tanto, una interiorización del sentimiento de la Navidad que logra trascender la dimensión descriptiva presente en la composición[1].

Nombre de Jesús

Y dice así:

Luz navideña del cielo,
dale al alma certidumbre
si perdió con la costumbre
la libertad y el anhelo;
y si al mortal desconsuelo
tus divinas manos son
la tierra de promisión
donde Dios levanta al hombre:
para perderme en tu nombre
¡da espacio a mi corazón![2].


[1] Joaquín Juan Peñalva, La revista «Escorial»: poesía y poética. Trascendencia literaria de una aventura cultural en la alta posguerra, tesis doctoral, Alicante, Universidad de Alicante, 2004, pp. 323-324.

[2] Cito por Luis Rosales, Obras completas, vol. I, Poesía, Madrid, Trotta, 1996, p. 243. La edición de 1940 del Retablo sacro del Nacimiento del Señor incluía quince poemas navideños. En la de 1964 el número subía hasta los 31. En las Obras completas forman el libro, ahora titulado Retablo de Navidad, un total de 39 composiciones, donde este es la última, la 39. En la edición de 1964 era también la que cerraba el volumen, la 31, con una variante en el v. 3 («si perdió por la costumbre»).

«De cómo vino al mundo la oración», de Luis Rosales

Hoy, en la tierra, nace el Amor.
Hoy, en la tierra, nace Dios.

Luis Rosales (Granada, 1910-Madrid, 1992) es uno de los poetas españoles que más bellamente y con mayor intensidad ha cantado la Natividad del Señor, sobre todo en su poemario Retablo sacro del Nacimiento del Señor (Madrid, Escorial, 1940; 2.ª ed. corregida y aumentada, Madrid, Editorial Universitaria Europea, 1964, ambas ediciones con ilustraciones de José Romero Escassi). Ya en años anteriores han salido en este blog algunos de los hermosos y sentidos poemas de este Retablo sacro de Rosales, como los titulados  «De cómo fue gozoso el Nacimiento de Dios Nuestro Señor», «De cómo al contemplar por vez primera los ojos de su hijo, nació una estrella nueva», «De cuán graciosa y apacible era la belleza de la Virgen Nuestra Señora», «Callar…», «Villancico de la falta de fe», «Villancico de las estrellas altas», «Donde se cuenta que en el Portal, humilde, le adoraron tres Reyes» o «De cómo estaba la luz ensimismada en su Creador cuando los hombres le adoraron».

Niño Jesús entre la nieve

Para hoy, para esta Nochebuena en la que celebramos la Buena Nueva de que Dios viene al mundo haciéndose carne mortal para redimir al género humano, copiaré este otro soneto, «De cómo vino al mundo la oración», procedente del mismo libro. En la construcción del poema emplea Rosales una imaginería metafórica de significado transparente, que no requiere comentario, y lo remata con un rotundo verso bimembre. Dice así:

De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;

de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al Señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;

de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;

de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento[1].


[1] Cito por Luis Rosales, Obras completas, vol. I, Poesía, Madrid, Trotta, 1996, pp. 224-225. La edición de 1940 del Retablo sacro del Nacimiento del Señor incluía quince poemas navideños. La de 1964 añadía otros quince, además de introducir correcciones en los poemas aparecidos en la primera edición. En las Obras completas forman el volumen, ahora titulado Retablo de Navidad, un total de 39 poemas, donde este aparece con el número 11. En la edición de 1964, donde se lee sin variantes, era el número 9.

Poesía de Navidad: el «Villancico de las estrellas altas», de Luis Rosales

«María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón»
(Lucas, 2, 19)

Para este día de Año Nuevo, solemnidad de Santa María, Madre de Dios, quiero recuperar el bello y sentido «Villancico de las estrellas altas», de Luis Rosales[1], perteneciente a su Retablo sacro del Nacimiento del Señor (no figura en la edición original de Madrid, Escorial, 1940, pero se incorpora en la segunda edición, corregida y aumentada, Madrid, Editorial Universitaria Europea, 1964).

San José con el Niño en brazos mientras la Virgen descansa acostada

Se trata de un romancillo (versos hexasílabos, por tanto) con rima á a del que cabe destacar su estructura circular y su alegre musicalidad, ligereza y gracia:

La Virgen María
se siente cansada;
San José la acuesta;
la Virgen descansa.

La techumbre rota;
las estrellas altas;
leguas, muchas leguas
llevan caminadas.

La Virgen María
está soleada
por dentro, su sangre
se convierte en savia,

su cuerpo florece
igual que una vara
de nardos o un ramo
de celindas blancas[2].

El niño ha nacido
como nace el alba;
los ojos con risa,
la boca con lágrimas.

En el aire nieve;
en la nieve alas
y el viento que bate
puertas y ventanas.

La Virgen no tiene
rebozo[3] ni manta;
San José la mira,
se quema mirándola.

Entre la penumbra,
pidiendo posada,
la carne del niño
desnuda se halla.

La nieve que cae,
pues del cielo baja,
va formando techo
para cobijarla.

La Virgen María
se siente cansada;
cuando mira al niño
la Virgen descansa[4].


[1] Este poema ya había aparecido en el blog, si bien en una entrada genérica titulada «La Navidad en las letras españolas: el siglo XX (y 3)», de forma que su presencia podía pasar más desapercibida. Creo que, por su calidad, bien merece destacarlo con entrada propia. Por lo demás, en el blog pueden leerse también otros poemas navideños de Luis Rosales como los titulados «De cómo fue gozoso el Nacimiento de Dios Nuestro Señor», «De cómo al contemplar por vez primera los ojos de su hijo, nació una estrella nueva», «De cuán graciosa y apacible era la belleza de la Virgen Nuestra Señora», «De cómo estaba la luz ensimismada en su Creador cuando los hombres le adoraron», «Donde se cuenta que en el Portal, humilde, le adoraron los Reyes» y «Villancico de la falta de fe».

[2] nardos … celindas blancas: el color blanco de ambas flores simboliza la pureza de la Virgen María.

[3] rebozo: «Parte de la capa, el manto y otras prendas de vestir que permite cubrirse la cara» (DRAE).

[4] Luis Rosales, Retablo sacro del Nacimiento del Señor, 2.ª edición, corregida y aumentada, Madrid, Editorial Universitaria Europea, 1964, pp. 26-27, donde es el poema número 2. En la edición de las Obras completas, donde el libro se recoge con el título de Retablo de Navidad, es el poema número 3 (aquí el verso 12 acaba con punto y coma en vez de con coma). Ver Luis Rosales, Obras completas, vol. I, Poesía, Madrid, Trotta, 1996, pp. 218-219. Mantengo la distribución de los versos del romancillo agrupados de cuatro en cuatro y la palabra niño en minúscula.

«De cómo estaba la luz ensimismada en su Creador cuando los hombres le adoraron», de Luis Rosales

¡Aleluya, aleluya, ha nacido el Salvador!

Luis Rosales (Granada, 1910-Madrid, 1992) es uno de los autores españoles que nos han dejado bellos poemas dedicados al tema de la Natividad del Señor. En este sentido cabe recordar especialmente su poemario Retablo sacro del Nacimiento del Señor (Madrid, Escorial, 1940; 2.ª ed. corregida y aumentada, Madrid, Editorial Universitaria Europea, 1964, ambas ediciones con ilustraciones de José Romero Escassi). En el «Prólogo» a la edición de 1964 escribía el poeta:

De niño, allá en Granada y en la infancia, las lucecitas azules y rojas y amarillas del Belén, la plata de las aguas; los pastores y la nieve en la sierra; los ganados, la ermita y el blanco espejeante y acurrucado de la cal en el pueblo; el carrito de bueyes con los adrales, las mieses y el boyero de la aguijada; la risa de mi madre con un poco de musgo sobre el labio, y ¡en fin!, el movimiento de las figuras que íbamos acercando todos los días un poco hacia el Portal. Y yo, alelado, sin movimiento corporal alguno, me pasaba las horas muertas ante la hiedra que festoneaba el nacimiento, me pasaba las horas muertas aprendiendo a nacer. Mientras esta impresión no se me borre seguiré siendo niño. Sí, panderos, sonajas y el bullir de la sangre en Nochebuena, cuando se reunía toda la familia ante el Belén y cantábamos y cantábamos villancicos hasta que el sueño nos rendía. Y luego, algo más tarde, en el año mil novecientos cuarenta, escribí de un tirón este libro. Lo escribí recordándolo, viéndolo, moviendo con la mano sus figuras, y por esto le he llamado Retablo. Desde entonces, todos los años he cumplido esta cita conmigo mismo y con los míos y he escrito villancicos como si los cantara; he escrito villancicos quizás con el deseo de que todo lo que era mío no se acabara de una vez. Ahora los junto todos para juntarme, y doy gracias a los amigos que me ayudaron a escribirlos[1].

Algunos de los poemas del Retablo sacro de Luis Rosales ya han ido apareciendo en este blog en años anteriores: así, por ejemplo, los titulados  «De cómo al contemplar por vez primera los ojos de su hijo, nació una estrella nueva», «De cuán graciosa y apacible era la belleza de la Virgen Nuestra Señora», «Donde se cuenta que en el Portal, humilde, le adoraron tres Reyes»«Callar…», «De cómo fue gozoso el Nacimiento de Dios Nuestro Señor», «Villancico de la falta de fe» y «Villancico de las estrellas altas».

El Greco, Adoración de los pastores (1612-1614). Museo del Prado (Madrid)
El Greco, Adoración de los pastores (1612-1614). Museo del Prado (Madrid)

Hoy reproduciré su hermoso soneto «De cómo estaba la luz ensimismada en su Creador cuando los hombres le adoraron», perteneciente al mismo poemario:

El sueño como un pájaro crecía
de luz a luz borrando la mirada;
tranquila y por los ángeles llevada
la nieve, entre las alas, descendía.

El cielo deshojaba su alegría;
mira la luz al niño ensimismada;
con la tímida sangre desatada
del corazón, la Virgen sonreía.

Cuando ven los pastores su ventura,
ya era un dosel el vuelo innumerable
sobre el testuz del toro soñoliento;

y perdieron sus ojos la hermosura,
sintiendo, entre lo cierto y lo inefable,
la luz del corazón sin movimiento[2].


[1] Cito por Luis Rosales, Obras completas, vol. I, Poesía, Madrid, Trotta, 1996, p. 213. La edición de 1940 incluía quince poemas navideños. La de 1964 añadía otros quince, además de introducir correcciones en los poemas aparecidos en la primera edición. En las Obras completas forman el Retablo sacro un total de 39 poemas.

[2] Rosales, Obras completas, vol. I, Poesía, p. 229, donde es el poema número 18 del Retablo sacro. En la edición de 1940 es el número 9 y el título figura «De cómo estaba la luz, ensimismada en su Creador, cuando los hombres le adoraron». Además, en el v. 4 se lee sin comas «la nieve entre las alas descendía»; en el v. 5 hay coma en vez de punto y coma, y en el v. 9 falta la coma final. En la edición de 1964 es el poema número 15, y el título y la puntuación son los que se reproducen en Obras completas.

«Donde se cuenta que en el Portal, humilde, le adoraron los Reyes», de Luis Rosales

Elijo para este día de los Reyes Magos —Epifanía del Señor— un poema de Luis Rosales perteneciente a su libro Retablo sacro del Nacimiento del Señor (Madrid, Escorial, 1940, con ilustraciones de José Romero Escassi; 2.ª ed., Madrid, Editorial Universitaria Europea, 1964, con ilustraciones de José R. Escassi). Melchor Fernández Almagro, reseñando la nueva edición del libro en la sección «Libros y revistas» de ABC, el 27 de diciembre de 1964, p. 23, comentaba con certeras palabras este soneto:

El fervor religioso, la sencillez en la directa, tiernamente pueril, visión del Niño que llegará hombre, ennoblecido, decantado por la pureza de la memoria; la transparencia de la palabra ingenua y de la imagen creada al paso gozoso del poema son instrumentos de poesía que se sirven mutuamente en la exigencia de sonetos como el que citamos a continuación: «Donde se cuenta que en el Portal, unánime y humilde, le adoraron tres Reyes» […]. La cita adrede de Jorge Guillén permite comprobar la fusión auténticamente lograda de elementos clásicos y actuales, que serán clásicos también; cultos y populares, alentados     por el ingenuo efluvio de la niñez renacida en el hombre mayor, si es que algún día perdió ese aroma sutilísimo que deja la infancia en todo espíritu sensible. Hermosa, perenne, transfigurada puerilidad… De ahí el encanto del villancico. Por otra parte, el villancico para mayor carga de poesía, utiliza emotivos valores de leyenda piadosa, de narración al modo de “enxemplo” medieval; a veces de auto y de balada. Tan diversos y delicados ingredientes los utiliza Luis Rosales en justa medida, pero distinta, claro es, según el tema de cada composición.

El soneto, que va precedido por un verso de Jorge Guillén (el segundo de «Cima de la delicia», de Cántico) a modo de lema, dice así:

«Todo en el aire es pájaro».

Jorge Guillén

Con dulce y grave majestad ferviente,
mientras arde cantando la retama,
llegan los Reyes cuando el sol derrama
su niña antigüedad de oro inocente.

Con boca y labio de abejar riente
donde vuela la miel de rama en rama
besaron al Señor, que les enrama
de alegre mirto el corazón creyente.

Con toque y mano de fluvial espuma,
le ofrecieron el oro desvalido
y el lento incienso de ascensión trigueña:

¡todo en el aire es pájaro y es pluma,
está el cielo en el ser restablecido
y en la indefensa carne el tiempo sueña![1]

LaAdoracionDeLosMagos_Jan-De-Bray

La Adoración de los Magos, de Jan de Bray.

Cabe recordar que Luis Rosales es autor que ha cultivado con frecuencia el tema de la Navidad en sus poemas, algunos de los cuales han ido apareciendo en este blog; así, por ejemplo, los titulados  «De cómo al contemplar por vez primera los ojos de su hijo, nació una estrella nueva» o el «Villancico de la falta de fe».


[1] Cito por la antología Porque esta noche el Amor. Poesía navideña del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, pp. 202-203.