El díptico de sonetos «La canción de Altisidora», de José Restrepo Rivera

El colombiano José Restrepo Rivera, más conocido por su faceta como artista plástico (pintor, dibujante y paisajista) que como literato, nació en Envigado, en el departamento de Antioquia, el 21 de febrero de 1886 y murió en Medellín el 3 de diciembre de 1958. El 29 de abril de 1916 —es decir, en el contexto de las celebraciones del III Centenario de la muerte de Cervantes—, apareció publicado en el número 284-285 de la revista El Gráfico de Bogotá un díptico de sonetos titulado «La canción de Altisidora», cuyo contenido explica así David Jiménez:

Los dos sonetos de Restrepo Rivera sobre el episodio de los amores fingidos de Altisidora parecen inspirados por una frase de don Quijote en el capítulo 44 de la segunda parte, cuando la duquesa le ofrece cuatro doncellas de las más hermosas para servirle. El caballero responde que ha levantado una muralla entre sus deseos y su honestidad. El primer soneto se refiere a los deseos: exhorta a don Quijote a echar abajo la muralla y permitir que, aunque engañosos, alborocen su espíritu y pongan fin a su desvelo. El segundo lo anima a mantener en alto la muralla, pues el goce sensual será breve frente a la eternidad del amor. La muralla es Dulcinea[1].

AltisidoraydonQuijote

He aquí el texto de los dos sonetos:

I

Hidalgo sin amor y sin ventura,
que ante los puntos de tus medias verdes
en un abismo de dolor te pierdes,
humillando la escuálida figura.

Depón, cuitado, tu dolor, ahora
que cantando se llega hasta tus rejas
ese alado decir de amantes quejas
con que te miente amor Altisidora.

Lírico engaño que tu pecho expande
y tu esforzado espíritu alboroza,
poniendo grato fin a tu desvelo.

¡Mentira sabia y luminosa y grande,
como es sabia y es grande y luminosa
esta mentira azul del vasto cielo![2]

II

¡Mas no, señor hidalgo! El breve gozo
no exaltará tu ánimo, que ausente
está el Amor, y la encendida mente
y el noble corazón, en el Toboso.

Que mente y corazón jamás rendida
verán tu fama al lisonjero ruego;
ni han de vencer al paladín manchego
el dulce engaño o la canción mentida…

Que si es dulce el engaño y es hermosa
la que te miente amor, otra es tu dama,
¡oh, Señor del Ensueño y de la Idea!,

otro el anhelo que tu sed rebosa,
y otro el fuego divino en que se inflama
tu locura triunfante: ¡Dulcinea![3]


[1] En «Don Quijote en la poesía colombiana. Antología», selección y comentarios de David Jiménez con la colaboración de Bibiana Castro, Literatura: teoría, historia, crítica, 7, 2005, p. 278.

[2] esta mentira azul del vasto cielo: esta formulación recuerda el último terceto del soneto de «uno de los Argensola»  (¿Bartolomé o Lupercio?) titulado «A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa», que dice así: «Porque ese cielo azul que todos vemos, / ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande / que no sea verdad tanta belleza!».

[3] Tomo el texto de «Don Quijote en la poesía colombiana. Antología», pp. 277-278, citándolo con ligeros retoques.

Personajes femeninos del «Quijote»: las mujeres de la nobleza

Otro grupo femenino presente en el Quijote, aunque no muy representado, es el de las mujeres de la nobleza[1]. Podemos recordar, por ejemplo, a doña Guiomar, que aparece en la historia de Roque Guinart, o a la esposa de Antonio Moreno. Pero la única que alcanza un desarrollo más amplio es la Duquesa, a la que vemos por vez primera vestida de cazadora.

Encuentro de don Quijote con la Duquesa

Pero además de ser una gran amazona, es también lectora de novelas de caballerías, y de la Primera Parte del Quijote, y será precisamente el conocimiento de la historia del loco caballero y su simplón escudero lo que le lleve a tramar —junto con su marido— diversas burlas, no exentas de crueldad, de las que ambos son objeto. Los Duques constituyen un buen ejemplo de la nobleza cortesana y ociosa, tan criticada por Cervantes en el Quijote de 1615.

A los Duques se suma en las burlas una de las damas de su Corte, la cruel Altisidora, mujer que urde la escena del «temeroso espanto cencerril y gatuno» (II, 46) y la burla de los pellizcos y alfilerazos, y que se finge muerta de amor por el desdén de don Quijote, para luego «resucitar» como por milagro y desengañarlo despiadadamente.

Altisidora

En conclusión, Cervantes, aprovechando diversos modelos y tipos de mujer que la literatura le ofrecía, crea un rico universo femenino al incorporar en su caracterización el elemento de humanidad. De esta forma, nos entrega un completo retrato de la mujer en general y de diversas mujeres, muy individualizadas, en particular. De ahí que Azorín afirmara que, si hubiera que ponerle otro título al Quijote, este debería ser Un hombre y varias mujeres.


[1] Reproduzco aquí, con ligeros retoques, el texto de Mariela Insúa Cereceda y Carlos Mata Induráin, El Quijote. Miguel de Cervantes [guía de lectura del Quijote], Pamplona, Cénlit Ediciones, 2006.