El soneto «Ante el “Quijote” de la Academia, impreso por Ibarra», de Manuel Machado

Este soneto de Manuel Machado pertenece a la sección «Proloquios» de su recopilación poética Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias), publicada en el año 1943. Se trata de una entusiasta evocación de esa joya bibliográfica que es el Quijote impreso por Joaquín Ibarra en 1780, en cuatro volúmenes, a petición de la Real Academia Española y siguiendo sus normas ortográficas y sintácticas. La valoración de esta elegante edición la sintetiza certera y magníficamente el último verso de la composición: «el mejor libro en la mejor imprenta».

El Quijote de Joaquín Ibarra (1780)
El Quijote de Joaquín Ibarra (1780).

El texto del poema es como sigue:

De Elzevirios, de Aldos y Plantinos[1]
insigne sucesor fue Ibarra un día
gloria de la española Artesanía,
sol magnificador de sus caminos…

Logra el trabajo con amor destinos
de Arte supremo. Ibarra lo sabía
y penetró con clásica maestría
del suyo los secretos peregrinos.

De Bodoni y Didot[2] rival triunfante,
la página de Ibarra el sello ostenta
claro, severo, pulcro y elegante.

Y su Quijote insigne representa
la cifra de la gloria culminante:
el mejor libro en la mejor imprenta[3].


[1] De Elzevirios, de Aldos y Plantinos: nombres de ilustres impresores clásicos con los que entronca Ibarra. Con Elzevirios alude a Lodewijk Elzevir —Luis Elzevir I— (1540-1617), fundador en Leiden (Países Bajos) de una larga dinastía de impresores holandeses que permaneció activa hasta 1712, de cuyos talleres se calcula que salieron unas 1.600 ediciones. El humanista Aldus Pius Manutius, Aldo Manuzio (Aldo Manucio en español) o Aldo el Viejo (1449-1515) fue el fundador en Venecia de la Imprenta Aldina, famosa por sus elegantes impresiones de obras clásicas y por la invención de las letras itálicas o cursivas. En fin, Christoffel Plantijn (c. 1520-1589), conocido como Christophorus Plantinus en latín y como Cristóbal Plantino en español, fue otro célebre impresor y librero flamenco. Junto con Arias Montano se encargó de la impresión de la Biblia Políglota Regia, siendo nombrado por ello «architipógrafo regio» por Felipe II. Su no menos célebre imprenta ubicada en Amberes, denominada Officina Plantiniana, se conserva en la actualidad como Museo Plantin-Moretus, por su yerno Jan Moretus, heredero de Plantino en el negocio impresor.

[2] Bodoni y Didot: se refiere a Giambattista Bodoni (1740-1813), impresor y tipógrafo italiano que creó varios tipos de letra serifa que todavía se utilizan en la actualidad (la fuente Bodoni); y a Firmin Didot (1764-1836), grabador, impresor y tipógrafo francés, miembro de la más célebre familia de impresores franceses, al que se le recuerda por sus ediciones de grabados de Giovanni Battista Piranesi y por ser el creador de la técnica de la estereotipia. Al igual que Bodoni, también da nombre a una célebre fuente tipográfica, los caracteres Didot, que tradicionalmente han constituido el tipo estándar nacional para las publicaciones francesas.

[3] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 490.

«San Juan de la Cruz», soneto de Manuel Machado

Siguiendo con la serie de poemas de Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947) que evocan temas y personajes de nuestros Siglos de Oro, copiaré hoy su soneto dedicado a «San Juan de la Cruz». Se trata de la composición que encabeza la sección «Horario» de su libro Cadencias de cadencias (nuevas dedicatorias), publicado en Madrid, por Editora Nacional, el año 1943.

El soneto reza como sigue:

Juan de la Cruz: Poeta del Divino
Amor. Carne del alma, estremecida
de Eternidad en flor. Nardo de vida
hacia otra Vida abierto, peregrino.

Hasta el Supremo Bien fue tu destino
alzar un alma de Beldad transida,
de la ternura por la senda erguida
y el éxtasis que pone en pie el camino.

La gloria del Amado en sus criaturas,
la soledad sonora, la callada
música[1] de divinos embelesos,

del Carmelo las sacras cumbres puras…
Todas las hizo tuyas tu mirada
en el más inefable de los besos[2].


[1] la soledad sonora, la callada / música: eco directo del «Cántico espiritual»: «… la noche sosegada / en par de los levantes de la aurora, / la música callada, / la soledad sonora, / la cena que recrea y enamora».

[2] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 535. Figura publicado con variantes en el número 25, de noviembre de 1942, de la revista Escorial. Ver Ángel Manuel Aguirre, «Verso y prosa de Manuel Machado no incluido en la edición de sus Obras completas», Cuadernos Hispanoamericanos, núms. 304-307, tomo I, octubre-diciembre 1975-enero 1976, p. 126.

«Un hidalgo», soneto de Manuel Machado

Este soneto de Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947), «Un hidalgo», pertenece a la sección «Siglo de Oro» de su libro Museo. El texto es uno de los 19 poemas de ese poemario incluidos en el volumen Alma. Museo. Los cantares (1907), segunda edición de Alma (1902), los cuales se distribuyen en cuatro subsecciones: «Oriente», «Primitivos», «Siglo de Oro» y «Figulinas»[1]. En su discurso de ingreso en la Real Academia Española explicará el poeta a propósito de ese triple título:

He aquí un título que puede ya servir de epígrafe a toda mi obra lírica: Alma (poesías del reino interior, realidades puramente espirituales). Museo (poesía de la Historia a través de las obras de arte más famosas). Los Cantares (poesía sentimental y aun sensual, poesía de la vida rota que culmina en El mal poema)[2].

El Greco, El caballero de la mano en el pecho. Museo del Prado (Madrid)
El Greco, El caballero de la mano en el pecho. Museo del Prado (Madrid).

El soneto —de versos alejandrinos: de catorce sílabas, con una cesura al medio, 7 + 7— dice así:

En Flandes, en Italia, en el Franco Condado
y en Portugal, las armas ejercitó. Campañas,
doce; tiempo, cuarenta años. En las Españas
no hay soldado más viejo. Este viejo soldado

tiene derecho a descansar y estar ahora
paseando por bajo los arcos de la plaza
—solemne—, y entre tanto que el patrio sol desdora
sus galones —magnífico ejemplar de una raza—,

negar que la batalla de Nancy se perdiera
si el gran Duque de Alba ordenado la hubiera;
negar su hija al rico indiano pretendiente,

porque no es noble asaz Don Bela. Y, finalmente,
invocar sus innúmeras proezas militares
para pedirle unos ducados a Olivares[3].


[1] Ver para más detalles Eloy Navarro Domínguez, «El “Museo” de Manuel Machado», Philologia Hispalensis, 9, 1994, pp. 17-32.

[2] Manuel Machado, y José María Pemán, Unos versos, un alma y una época. Discursos leídos en la Real Academia Española, Madrid, Diana, 1940, p. 79; tomo la cita de Navarro Domínguez, «El “Museo” de Manuel Machado», pp. 17-18.

[3] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 166. Como curiosidad, encuentro el soneto reproducido, con el epígrafe «Figuras de la Raza» precediendo al título, en La Falange. Diario de la tarde, Año I, núm. 93, Cáceres, 17 de diciembre de 1936, p. 1.

«Gloria e infierno de don Francisco de Quevedo», de Manuel Machado

Traigo hoy al blog este poema, creo que muy poco conocido, de Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947) dedicado a Quevedo, al que se presenta en forma idealizada (cfr. los vv. 13-14, «oh cifra de la trágica amargura / del Ideal enfrente de la vida»), representante señero de la España imperial y heroica de unas décadas atrás («la aventura» y «la hazaña», v. 2). El texto transmite la idea de que la voz de Quevedo se alza en sus escritos de «poeta» y «filósofo» (v. 12) frente a la decadencia generalizada de su tiempo en todos los órdenes de la vida: la sociedad («ya se “apicara” y se corrompe España», v. 3), la política («las gotosas manos de Olivares», v. 4), la milicia («La ilustre lanza convertida en caña», v. 6), la Corte («en torpe intriga la guerrera saña», v. 7) y la literatura («y el Romancero en lúbricos cantares…», v. 8). En el volumen de sus Poesías completas la composición aparece recogida entre la «Poesía dispersa» de Manuel Machado, en una sección cuyos poemas se agrupan bajo el epígrafe «[Poemas de guerra y posguerra (1936-1947)]».

Retrato de Francisco de Quevedo y Villegas (siglo XVII), atribuido en el pasado a Diego Velázquez y actualmente a Juan van der Hamen. Instituto Valencia de Don Juan (Madrid)
Retrato de Francisco de Quevedo y Villegas (siglo XVII), atribuido en el pasado a Diego Velázquez y actualmente a Juan van der Hamen. Instituto Valencia de Don Juan (Madrid).

Transcribo, sin necesidad de mayor comentario ni anotación, el texto del soneto:

Ya no hay Mundos que hallar en esos mares.
Lejos de la aventura y de la hazaña,
ya se “apicara” y se corrompe España
en las gotosas manos de Olivares.

A más entendimiento más pesares…
La ilustre lanza convertida en caña,
en torpe intriga la guerrera saña
y el Romancero en lúbricos cantares…

Abrir un libro tuyo me da miedo…
Fiera pena, sin llanto ni ternura,
de tu obra genial surge encendida…

¡Oh poeta, oh filósofo, oh Quevedo,
oh cifra de la trágica amargura
del Ideal enfrente de la vida![1]


[1] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, ed. de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 719. En el v. 3 corrijo la errata «aveentura».

«Ante Jesús crucificado», de Manuel Machado

Vaya para hoy, martes de Semana Santa, el soneto «Ante Jesús crucificado», de Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947), que pertenece a la sección «Horario» de su poemario de 1943 Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias). Ilustro el poema con el Cristo de la iglesia catedral de San Bernardo (Chile), del siglo XVIII, que perteneció a las religiosas carmelitas de Santa Teresa.

Cristo de la iglesia catedral de San Bernardo (Chile), del siglo XVIII

¿Y fue, Señor, por mí, por esta podre,
ofensa de la luz, del aire estrago;
por este engendro deleznable y vago,
de vil materia repugnante odre?

¿Las torpes ansias de este bruto inerte
tal pudieron, Señor, que por él fuiste
eso tan espantosamente triste
que es, al morir, un condenado a muerte?

¿Que por mí en esa Cruz estás clavado?
¿Que por mí se horadaron tus divinas
manos y estás ahí desnudo y yerto?

¿Que por mí mana sangre tu costado?
¿Que por mí coronado estás de espinas?
¿Que por el hombre, en fin, Dios está muerto?[1]


[1] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, edición de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 540. El poema se publicó en el número 28, de 1943, de la revista Escorial (p. 235).

Poesía de Navidad: «Bethlem», de Manuel Machado

De Manuel Machado (Sevilla, 1874-Madrid, 1947) ya ha parecido en este blog un conocido poema navideño suyo, «El Niño divino (villancico de Navidad)». Hoy copiaré su soneto «Bethlem», construido como un apóstrofe al «Señor» (v. 1), del que se pondera su eterna bondad, su amor sin condiciones al sujeto lírico a pesar de la maldad (v. 12) y las ofensas por este cometidas (vv. 1, 12 y 14). En los dos cuartetos encontramos la contraposición de la condición divina y la humana a través de algunas antítesis (pureza / mísera torpeza, vv. 3-4; grandeza / nulidad y pobreza de este gusano vil, vv. 7-8). Por lo demás, cabe destacar en el texto que la mención del apelativo «celestial cordero» (v. 10) trae aparejada una alusión a la misión redentora de Cristo («para el sacrificio señalado», v. 12), esto es, a su futura muerte en la Cruz como sacrificio expiatorio de los pecados de la humanidad.

Rafael Sanzio, Sagrada Familia del cordero (c. 1507). Museo del Prado (Madrid)
Rafael Sanzio, Sagrada Familia del cordero (c. 1507). Museo del Prado (Madrid)

El poema dice así:

Nunca, Señor, pensé que te ofendía
porque jamás creí que a tu pureza
alcanzase la mísera torpeza
de quien, aun de quererlo, ¡no podría!

Triste de mí, tampoco concebía
que pudiera caber en tu grandeza
amar la nulidad y la pobreza
de este gusano vil, que dura un día.

Pero al llegar la Navidad y verte
niño y desnudo, celestial cordero,
y para el sacrificio señalado…

Sé cuánto mi maldad pudo ofenderte
y sé también —y en ello sólo espero—
que más que te he ofendido me has amado[1].


[1] Cito por Manuel Machado, Poesías completas, edición de Antonio Fernández Ferrer, Sevilla, Renacimiento, 1993, p. 536. El poema pertenece a la sección «Horario» de la recopilación poética Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias), Madrid, Editora Nacional, 1943.

Breves notas sobre la práctica teatral de Antonio y Manuel Machado (y 4)

También es conocido el estreno de El perro del hortelano, el 27 de febrero de 1931, en el Teatro Español, a cargo de la compañía de María Guerrero y Díaz de Mendoza (el texto saldría en La Farsa, agosto de 1931, núm. 206).

PerroHortelano_HermanosMachado

Merece la pena reproducir entera la autocrítica firmada por los dos hermanos en ABC, 26 de febrero de 1931, p. 23, pues explica algunas ideas acerca de su quehacer refundidor:

Entre los buenos servicios que pueden ofrecerse al teatro español está, pensamos, el de popularizar sus obras maestras. Ocurre con éstas, además, que son de todos los tiempos. Es decir, que los años, los siglos, no las han marchitado ni hécholes perder su gran interés humano ni su prestigio artístico, en la mayoría de los casos.

Estos amores de la condesa Diana de Belflor y su secretario Teodoro, en El perro del hortelano, son tan de hoy como de ayer, de siempre. Y a pesar de la larga serie de comedias a que han dado origen, desde Lope hasta hoy mismo, en ninguna han alcanzado expresión más bella, realidad más profunda, verdad más penetrante.

La infinita gracia, la deliciosa picardía con que Diana y Teodoro defienden su amor contra los prejuicios sociales que los separan —hasta rendirse a la pura y avasalladora verdad de un cariño ineluctable—, no han sido nunca superadas en la escena española ni en la extranjera. Ni mejoradas, en cuanto a la hondura psicológica ni aun a la atrevida y exquisita sensualidad que trascienden.

Conservar en toda su integridad este delicioso y graciosísimo dúo de amor, despojándolo únicamente de algunos accidentes ajenos al asunto y en cierto modo extravagantes, ha sido todo nuestro cuidado hasta ahora.

Y ahora, el de pedir al público un aplauso para Lope de Vega, padre maravilloso del teatro español, y para los nuevos María Guerrero y Fernando Mendoza, que interpretan El perro del hortelano con tanto acierto como devoción[1].

Para completar el panorama, deberíamos recordar que el 14 de febrero de 1947, en el Corral del Príncipe, se estrenó La malcasada de Lope, en versión de Manuel Machado acabada por José María Pemán y Agustín González. En fin, acerca del proyecto para una posible adaptación de El príncipe constante de Calderón se conservan breves notas en Los complementarios.

En suma, los hermanos Machado llevan a cabo un completo aprendizaje en las piezas de los clásicos, particularmente Lope, y en menor medida Tirso y Calderón, que influye también en sus credos estéticos. Con ello pretendían renovar el teatro moderno español, no solo a través de sus refundiciones, sino también con sus obras originales, en las que, como resume Alberto Romero Ferrer,

perviven recursos, temas, convenciones, mecanismos, todos ellos de una marcada ascendencia clásica, como es el caso del travestismo, la ambientación histórica, el uso de embozados o la utilización de temas tradicionales, muy a la usanza de las líneas que rigen en la preceptiva dramática barroca y romántica[2].


[1] Antonio Machado, Escritos dispersos (1893-1936), ed. anotada de Jordi Doménech, Barcelona, Octaedro, 2009, pp. 343-344.

[2] Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, p. 384b. Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Lope de Vega, entre Antonio Machado y Juan de Mairena, con el Arte nuevo al fondo», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 27.1, 2011, pp. 119-143 (número monográfico dedicado a El «Arte nuevo» de Lope y la preceptiva dramática del Siglo de Oro: teoría y práctica, coordinado por J. Enrique Duarte y Carlos Mata).

Breves notas sobre la práctica teatral de Antonio y Manuel Machado (3)

Si Lope en su Arte nuevo supo conciliar público y escena, los hermanos Machado se proponen recuperar el teatro clásico aurisecular con el mismo fin. Se trataría de mostrarle al público un posible camino para el teatro a través de la modernización de la comedia nueva, tal como destacó Antonio Machado en una nota previa al estreno de El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina:

Averigüemos si la obra que apasionó a nuestros abuelos del siglo XVII, en sus comienzos conserva para nosotros, hombres del siglo XX, algún valor emotivo, si es capaz todavía de cautivar nuestra atención y de movernos al aplauso.

Esta experiencia que los actores del Teatro Español, los insignes Calvo y Muñoz y los refundidores intentarán mañana es, en cierto modo, una aventura no exenta de peligro. La obra será representada sin añadidos, ornato ni rellenos. Se respeta el original del maestro Tirso y se pretende de él que cautive al público actual, cuyos hábitos sentimentales siguen los cauces de la dramática moderna, muy apartados de nuestra dramática del Siglo de Oro[1].

Otros dos títulos de Lope refundidos por los Machado, también con la colaboración de José López y Pérez-Hernández, fueron Hay verdades que en amor y La viuda valenciana. De estas dos piezas hay escasas referencias, solo algunas breves menciones en Los complementarios. Más datos tenemos acerca del estreno de La niña de plata, en el Teatro Lara de Madrid, el 19 de enero de 1926, por la compañía de Lola Membrives (el texto se publicaría en 1929, La Farsa, núm. 97).

HermanosMachadoyLolaMembrives

Esta combinación Lope-hermanos Machado-Membrives obtuvo éxito, y el resultado fue calificado de «arte puro y excelso» por el crítico Rodolfo de Salazar en Blanco y Negro:

En Lara, los exquisitos poetas hermanos Machado han deleitado al público, en unión de Lola Membrives, que reapareció allí al frente de su excelente compañía, notablemente reformada, con una refundición de La niña de plata, de Lope de Vega. ¡Arte puro y excelso! ¿Para qué hablar de las bellezas de la obra, si el nombre del autor lo dice todo y las firmas de Manuel y Antonio Machado son una garantía y Lola Membrives es la protagonista? Confesada nuestra admiración y consignado el aplauso unánime, queda dicho todo[2].


[1] Citada por Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, p. 383a-b. Interesa destacar que, simultáneamente al estreno de sus refundiciones, los hermanos Machado estaban llevando a las tablas sus piezas originales; así, en 1926 estrenaron Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel; y años después, el éxito de su adaptación de El perro del hortelano vendría a coincidir, aproximadamente, con el de La Lola se va a los puertos.

[2] Reseña en Blanco y Negro, sección de actualidades teatrales, 24 de enero de 1926. Citado por Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, p. 384a. Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Lope de Vega, entre Antonio Machado y Juan de Mairena, con el Arte nuevo al fondo», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 27.1, 2011, pp. 119-143 (número monográfico dedicado a El «Arte nuevo» de Lope y la preceptiva dramática del Siglo de Oro: teoría y práctica, coordinado por J. Enrique Duarte y Carlos Mata).

Breves notas sobre la práctica teatral de Antonio y Manuel Machado (2)

Una circunstancia que hay que tener en cuenta es la gran demanda de textos que existía en aquel momento para satisfacer las necesidades de los teatros comerciales. Además del valor y el prestigio de imitar a los grandes dramaturgos barrocos, conviene considerar este apremio comercial a la hora de explicar el alto número de refundiciones en la época. Explica Romero Ferrer que

en muchas ocasiones, la refundición respondía más a necesidades de tipo comercial, que a un deliberado interés literario por recuperar una obra o un autor de los llamados clásicos. Con todo ello, a finales del siglo XIX y en los primeros decenios del XX, los dramaturgos y comediógrafos se veían sometidos a un proceso de superproducción que les lanzaba a la búsqueda de soluciones, con las que poder dar respuesta rápida a la fuerte exigencia de textos ­—un número considerable— que se demandaba desde las empresas y las compañías teatrales. La refundición, de igual manera que otras prácticas habituales como la colaboración, la traducción o la adaptación, era una vía que garantizaba el rápido y seguro abastecimiento de una industria —la teatral—, que observaba los textos pretéritos como un potencial de recambio, cuando las necesidades y las circunstancias así lo exigían[1].

Vemos que este aspecto emparienta ese momento en que producen teatro los Machado con la época de Lope, cuando se estaba produciendo la profesionalización del teatro, en las últimas décadas del siglo XVI, y existe la necesidad de abastecer los nuevos corrales de comedias, lugares destinados específicamente para la representación de obras teatrales. Por otra parte, la apuntada necesidad de un pacto del dramaturgo con los gustos del público es la misma idea nuclear que recorre el Arte nuevo de Lope, quien si algo tenía claro era que su triunfo se asentaba en satisfacer el gusto del vulgo[2].

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En suma, en un momento de notable crisis teatral los hermanos Machado, en sus reflexiones teóricas y, sobre todo, en su práctica teatral, volvieron la vista al teatro español del Siglo de Oro y revalorizaron los textos clásicos. Los dos juntos, y con la colaboración de José López y Pérez-Hernández, acometieron varias refundiciones: la primera es El condenado por desconfiado, de Tirso, pieza estrenada en el Teatro Español de Madrid, el 2 de enero de 1924, por la compañía de Ricardo Calvo y Muñoz (el texto saldría publicado en 1930, en La Farsa, núm. 145). Cito de nuevo a Romero Ferrer, quien explica muy bien el entronque con el gusto popular:

Con este estreno, iniciaban los Machado una campaña que pretendía la revalorización escénica del teatro clásico español, dentro de un contexto mucho más amplio y ambicioso, en el que se buscaban las directrices de una renovación en las tablas. Una renovación que observaba la comedia áurea, simultáneamente, como un campo nada desdeñable para la experimentación y la investigación teatrales, y, también, como una plataforma provista de recursos, mecanismos y actitudes, en los que se unía al prestigio literario de los textos, la total solvencia y eficacia comunicativa con un público popular[3].


[1] Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, p. 382a-b.

[2] Recordemos los famosos versos del Arte nuevo: «Y escribo por el arte que inventaron / los que el vulgar aplauso pretendieron, / porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto» (vv. 45-48).

[3] Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, p. 383a. Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Lope de Vega, entre Antonio Machado y Juan de Mairena, con el Arte nuevo al fondo», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 27.1, 2011, pp. 119-143 (número monográfico dedicado a El «Arte nuevo» de Lope y la preceptiva dramática del Siglo de Oro: teoría y práctica, coordinado por J. Enrique Duarte y Carlos Mata).

Breves notas sobre la práctica teatral de Antonio y Manuel Machado (1)

En entradas anteriores he comentado algunos aspectos de las opiniones de Mairena/Machado en lo que guarda relación con el Barroco literario español. Pasemos ahora de la teoría a la praxis, y concretamente a la praxis dramática, para examinar qué puntos de conexión observamos con el teatro del Siglo de Oro[1].

HermanosMachado

Comenzaré recordando que la práctica teatral de los hermanos Machado conecta claramente con el teatro clásico español: no es solo que ambos reflexionen sobre ese teatro, o que adapten en forma de refundiciones algunas de sus piezas, sino que además, cuando escriban su teatro original, será fácil encontrar en él claras huellas y ecos del teatro aurisecular. Es algo que ha puesto de relieve Alberto Romero Ferrer:

Los hermanos Machado emprenden una cierta revalorización teórica y práctica del teatro clásico español entre 1924 y 1931, de la mano de una serie de refundiciones de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. Se trataba, en todo caso, de una labor solidaria con sus respectivas apreciaciones de la tradición literaria española, uno de cuyos pilares debía situarse en el teatro del Siglo de Oro. En síntesis, para ambos poetas, ahora dramaturgos, el texto clásico suponía, además de un excelente material dramático, uno de los mecanismos más eficaces para la reactivación del panorama teatral de los años veinte, justo en unos momentos para los que se predicaba la crisis más absoluta de Talía. Los clásicos, desde un punto de vista teatral, para Antonio y Manuel Machado, suponían un nítido exponente de simbiosis entre tradición, renovación y vanguardia[2].

En efecto, los años 1920-1936 son años de crisis para el teatro. Azorín, Valle-Inclán o Unamuno, entre otros, intentaron diferentes vías de renovación de la escena española. Los hermanos Machado otra: para regenerarla usaron las refundiciones de piezas clásicas, situándose en una línea en la que también estaban por aquellos años Enrique Díez-Canedo, Cipriano de Rivas Cherif, la Revista de Occidente, García Lorca con La Barraca y Margarita Xirgu, que habían defendido una vuelta a la gran dramaturgia barroca[3].


[1] Sobre el teatro de los hermanos Machado, ver Manuel H. Guerra, El teatro de Manuel y Antonio Machado, Madrid, Mediterráneo, 1966; Miguel Ángel Baamonde, La vocación teatral de Antonio Machado, Madrid, Gredos, 1976; Jesús Rubio Jiménez, «Los hermanos Machado y el teatro: algunos artículos olvidados», Ínsula, núm. 423, 1982, p. 10; y Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, pp. 381-388; para su relación con el teatro barroco, ver Mariano de Paco de Moya, «El teatro de los Machado y Juan de Mairena», en Homenaje al profesor Muñoz Cortés, Murcia, Universidad de Murcia, 1977, vol. 1, pp. 463-478; Luciano García Lorenzo, «Antonio Machado ante el teatro barroco», en Antonio Machado hoy (1939-1989), ed. Paul Albert, Madrid, Casa de Velázquez/Fundación Antonio Machado, 1994, pp. 227-233; y Antonio Puente Mayor, «Ecos del barroco en el teatro de los hermanos Machado: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel», en ¿De qué se venga don Mendo? Teatro e intelectualidad en el primer tercio del siglo XX. Actas del congreso internacional conmemorativo del 125 aniversario del nacimiento de Pedro Muñoz Seca, coord. Alberto Romero Ferrer y M. Marieta Cantos Casenave, El Puerto de Santa María, Fundación Pedro Muñoz Seca, 2004, pp. 481-488.

[2] Alberto Romero Ferrer, «Clásicos después de los clásicos: las refundiciones dramáticas de Manuel y Antonio Machado», en Estudios de la Universidad de Cádiz ofrecidos a la memoria del Profesor Braulio Justel Calabozo, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998, p. 381a.

[3] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «Lope de Vega, entre Antonio Machado y Juan de Mairena, con el Arte nuevo al fondo», Rilce. Revista de Filología Hispánica, 27.1, 2011, pp. 119-143 (número monográfico dedicado a El «Arte nuevo» de Lope y la preceptiva dramática del Siglo de Oro: teoría y práctica, coordinado por J. Enrique Duarte y Carlos Mata).