He procurado mostrar en la serie de entradas anteriores cómo las comedias burlescas del Siglo de Oro presentan sobre las tablas a numerosos personajes nobles (emperadores, reyes, caballeros, damas…) completamente ridiculizados[1]. Para lograr ese universo grotesco y degradado —verdadero «mundo al revés» carnavalesco— los autores echan mano de todos los recursos expresivos y las distintas modalidades de la jocosidad disparatada: onomástica y tratamientos ridículos, comparaciones con personajes folclóricos, procesos de animalización y cosificación, mención de enfermedades, comida y bebida, juego, sexualidad primaria, necesidades fisiológicas y baja corporalidad… No olvidemos que las comedias burlescas se representaban en un contexto carnavalesco. En buena medida, esta comicidad degradatoria es verbal, aunque también se explota la comicidad escénica y de situación.
Todo esto tenía lugar a la vista de los reyes, nobles caballeros y damas, porque se representaban en un ámbito palaciego. ¿Qué alcance crítico podían tener estas obras? Es esta una cuestión sobre la que han apuntado interpretaciones diferentes Frédéric Serralta (quien ve en ellas piezas eminentemente festivas, sin mayor trascendencia) y Luciano García Lorenzo (serían a su juicio obras con alcance de crítica social). En mi opinión, el rey y sus nobles no se verían seguramente concernidos por lo que en estas comedias burlescas se decía y se representaba; ellos tenían las claves para captar posibles alusiones directas a un personaje determinado de la nobleza, o bien al estamento real y nobiliario. Si se tratase de piezas críticas, potencialmente peligrosas, sus representaciones habrían sido prohibidas inmediatamente. Recordemos que eran obras que no pasaban al corral, con lo que ese potencial alcance crítico quedaría bastante reducido: las comedias burlescas se representaban en unos días muy concretos, los de Carnestolendas o San Juan (marco carnavalesco en el que más o menos está permitido todo, pero, ojo, solamente por unos pocos días y sin salirnos de ese marco específico, el palaciego). Caso aparte sería el de La mayor hazaña de Carlos VI, obra de un judío, sátira despiadada de Carlos V y de su retiro en Yuste. En este caso, estamos ante una pieza publicada en los Países Bajos y seguramente nunca representada (por lo menos, no en territorios bajo dominio español)[2].
[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).
[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «El “noble al revés”: el anti-modelo del poderoso en la comedia burlesca del Siglo de Oro», Literatura. Teoría, Historia, Crítica (Bogotá, Colombia), 6, 2004, pp. 149-182; y «Reyes de la risa en la comedia burlesca del Siglo de Oro», en Luciano García Lorenzo (ed.), El teatro clásico español a través de sus monarcas, Madrid, Fundamentos, 2006, pp. 295-320. Entre la bibliografía más reciente destaco el trabajo de Ignacio Arellano, «La degradación de las figuras del poder en la comedia burlesca», Bulletin of the Comediantes, 65:2, 2013, pp. 1-19.