«Contemplación de María», de Ernestina de Champourcin

Con la festividad del Bautismo de Jesús finaliza hoy el ciclo litúrgico de Navidad. Terminaremos también esta serie de poemas de temática navideña con «Contemplación de María», de Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905-Madrid 1999)[1]. Poeta de la Generación del 27 y perteneciente al grupo de «Las Sinsombrero», tras la guerra civil partió al exilio, primero en Francia y después en México, junto con su marido, Juan José Domenchina. Muerto él en 1959, Ernestina regresaría a España en 1972. Entre sus títulos poéticos figuran En silencio (1926), Ahora (1928), La voz en el viento (1931), Cántico inútil (1936), Presencia a oscuras (1952), El nombre que me diste…. (1960), Cárcel de los sentidos (1964), Hai-kais espirituales (1967), Cartas cerradas (1968), Poemas del ser y del estar (1972), Primer exilio (1978), Poemillas navideños (1983), La pared transparente (1984), Huyeron todas las islas (1988), Antología poética (1988), Los encuentros frustrados (1991), Poesía a través del tiempo (1991), Del vacío y sus dones (1993) o Presencia del pasado (1994-1995) (1996). Póstumas son las recopilaciones Poemas de exilio, de soledad y de oración (antología poética) (Pamplona / Madrid, Universidad de Navarra / Ediciones Encuentro, 2004), Poesía esencial (Madrid, Fundación Banco Santander Central Hispano, 2008) o Antología poética (Madrid, Ediciones Torremozas, 2017).

Rafael, Madonna Tempi (1508). Alte Pinakothek (Munich, Alemania).
Rafael, Madonna Tempi (1508). Alte Pinakothek (Munich, Alemania).

«Contemplación de María» es la primera de los tres composiciones recogidos en su folleto Poemillas navideños, y se divide externamente en cuatro apartados de métrica tradicional (el primero es un romance con rima aguda í; el segundo, un romance endecha —versos heptasílabos— con rima é e, con la peculiaridad de abrirse con una primera estrofa que presenta cinco versos[2]; el tercero, un romance con rima á o; y el cuarto, un romance con rima aguda á).

I

La espera te inunda toda
con su gozoso fluir.
Es un río de alegría,
un vuelo de colibrís
que te roza levemente
porque Dios que nace en ti
no cabe en el mundo entero
y cabe en tu seno. Así
van transcurriendo las horas
y su tejido sutil
borda hilo a hilo el milagro
que nos quiere redimir

Espera tuya. La nuestra
aprenderá hoy de ti
a esperar, año tras año,
el tiempo de revivir.

II

Y estabas, simplemente
ante ti, Dios pequeño
escondido e inerme
en tu cuerpo tan nuevo,
en tu llanto reciente.

Estás mientras le miras
o en tus brazos se duerme.
¡Qué limpio, qué sencillo
tu modo de quererle!

Al pastor de fe pura
y a los clarividentes
magos ricos en dones
silenciosa le ofreces.

No hace falta que hables.
Aquí estás, simplemente.
Tu estar es una rosa
que en la nieve florece. 

III

Todo el silencio del mundo
se concentra en el establo.
Callan los que están dentro,
calla el que llega cantando,
callan suspiros y risas.

El Niño mira callado
con sus ojos de luz tierna
a quien viene a contemplarlo.

Un aire nuevo, cernido,
agita suave los mantos
de María y de José.
Estamos en ningún lado,
en el alba de la tierra.

Amanecer rosa y blanco
del principio de la Vida.
Todo calla en el establo. 

IV

El borrico de la noria
se ha escapado hasta el portal
porque hoy el agua ya brota
de otro pozo. Volverá
sin duda alguna mañana
bajo el yugo y el ronzal
a trabajar nuevamente
lleno de gozo y de paz.

Borrico del Nacimiento
que fuiste ahora a buscar
un agua que es para siempre:
tus ojos reflejarán
asombrados y sumisos
un sueño que es realidad[3].


[1] Sobre la autora pueden verse, por ejemplo, los trabajos Ernestina de Champourcin, Málaga, Centro Cultural de la Generación del 27 / Diputación Provincial de Málaga, 1989; y Ernestina de Champourcin, del exilio, a Dios, biografía y selección de poemas de Beatriz Comella, Madrid, Rialp, 2002.

[2] En esta estrofa, los versos 1, 3 y 5 mantienen la misma rima asonante é e y los versos 2 y 4 presentan una rima también asonante é o.

[3] Tomo el texto de Ernestina Champourcin, Poemillas navideños, editor Rosario Camargo E., ilustradora Ana Laura Salazar, México, D. F., Programas Educativos, 1983, s. p. En el apartado I se lee por dos veces «tí» (quito la tilde). Mantengo la distribución en “estrofas” que presenta el original en las distintas tiradas de romance.

Dos villancicos de Concha Méndez: «De la miel y del azúcar…» y «Una cañita de azúcar…»

Concha Méndez —nombre literario de Concepción Méndez Cuesta (Madrid, 1898-Ciudad de México, 1986)— fue una de las escritoras españolas de la Generación del 27 y perteneció al grupo de «Las Sinsombrero»[1]. Tras la guerra civil hubo de exiliarse, junto con su marido Manuel Altolaguirre, primero en París, después en Cuba y finalmente en México. Escribió, sobre todo, obras de teatro y de poesía. En el terreno lírico cabe destacar títulos como Inquietudes (1926), Canciones de mar y tierra (1930), Vida a vida (1932), Niño y sombras (1936), Lluvias enlazadas (1939), Poemas, sombras y sueños (1944), Villancicos de Navidad (1944), Vida o río (1979) y Entre el soñar y el vivir (1985), más la recopilación Poemas (1926-1986) (Madrid, Hiperión, 1995), con introducción y selección de James Valender.

A su libro de Villancicos de Navidad (México, Ediciones Rueca, 1944[2]) —que contó con una 2.ª edición aumentada (Málaga, Librería El Guadalhorce, 1967)— pertenecen los dos villancicos que he seleccionado para hoy, «De la miel y del azúcar…» (que podría titularse también «Villancico de los ángeles confiteros») y «Una cañita de azúcar…». Como el resto de los textos que componen el poemario, destacan por su métrica tradicional (romance) y su emotiva sencillez.

Ángeles de chocolate

Este es el primero:

De la miel y del azúcar
los ángeles confiteros
hacen para darle al niño
confites y caramelos.

El que cuida del maní
—que es el ángel manisero—
con un trocito de sol
lo va tostando en su fuego[3].

El segundo dice así:

Una cañita de azúcar
desde su cañaveral
le dijo al viento: «Mi amigo,
llévame a todo volar
—porque peso bien poquito
que bien me puedes llevar—
adonde vive ese Niño,
porque le quiero endulzar
con este sabor que tengo
su rosado paladar»[4].


[1] Del que forman parte también otras escritoras y artistas como Maruja Mallo, Rosario de Velasco, Marga Gil Roësset, María Zambrano, María Teresa León, Josefina de la Torre, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcín, Margarita Manso, Delhy Tejero, Ángeles Santos, Concha de Albornoz y Luisa Carnés.

[2] El volumen tiene como colofón este texto: «Este libro se acabó de imprimir el día 4 de diciembre de 1944 en la imprenta de Adrián Morales S. bajo la dirección de su autora».

[3] Concha Méndez, Villancicos de Navidad, México, Ediciones Rueca, 1944, p. 19.

[4] Concha Méndez, Villancicos de Navidad, México, Ediciones Rueca, 1944, p. 48.

Cronología de Miguel Hernández (1910-1942)

MiguelHernandez

Infancia y juventud (1910-1929)

Los comienzos de Miguel Hernández están marcados por la pobreza (relativa) de su familia y sus incipientes capacidades literarias, que chocan de pleno con sus obligaciones en el hogar familiar.

1910 El 30 de octubre nace en Orihuela (Alicante), hijo de un modesto tratante de cabras.

1914 Su padre decide trasladar el hogar familiar a una casa más amplia, situada en la calle de Arriba (actualmente Casa Museo), lugar de inspiración de algunos de sus poemas.

1918 Acude a las Escuelas del Ave María, anexas al Colegio Santo Domingo, regentado por los jesuitas. Poco después, por su valía como estudiante, ingresa al colegio pese a ser este de pago.

1925 Deja de ir al Colegio, dedicándose a cuidar el rebaño de cabras familiar mientras escribe versos. Su formación inicial es totalmente autodidacta.

Miguel Hernández se ve obligado a tomar la decisión más trascendental de su vida: dedicarse a la poesía o continuar siendo pastor.

MiguelHernandez2

Años de publicaciones (1930-1938)

Afortunadamente, la vida de Miguel Hernández termina por encaminarse hacia la poesía. Sus primeras obras son acogidas con expectación por las altas clases literarias contemporáneas, con quienes se rodea durante su estancia en Madrid antes y durante el transcurso de la Guerra Civil.

1930 Toma contacto con la generación oriolana de 1930, especialmente con Ramón Sijé. Aparece su primer poema en un diario local.

1931 Se libra de quintas. El 30 de noviembre emprende su primer viaje a Madrid.

1932 Reportaje sobre Miguel Hernández en la Gaceta Literaria (14 de enero) y Estampa (22 de febrero). En agosto conoce ligeramente a Josefina Manresa, que luego será su mujer. Comienza Perito en lunas, cuyo contrato firma el 1 de diciembre. Conoce a García Lorca.

1933 El 20 de enero aparece Perito en lunas en Murcia. Comienza su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras.

1934 En marzo tiene lugar su segundo viaje a Madrid. Aparece El Gallo Crisis. En el verano se publica su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y Sombra de lo que eras en Cruz y Raya. Comienza a escribir El silbo vulnerado e Imagen de tu huella (versiones previas de El rayo que no cesa). El 27 de septiembre formaliza su noviazgo con Josefina Manresa. Inicia Los hijos de la piedra, sobre la revolución de los mineros asturianos. Conoce a Pablo Neruda.

1935 Conoce a Vicente Aleixandre. Sale el último número de El Gallo Crisis. Colabora en Caballo verde para la poesía (octubre). El 24 de diciembre muere Ramón Sijé en Orihuela (Miguel Hernández seguía en Madrid trabajando como secretario de José María de Cossío). La Revista de Occidente publica la «Elegía a Ramón Sijé» y varios sonetos de El rayo que no cesa. Reanuda más activamente sus relaciones con Josefina Manresa, que se habían enfriado temporalmente (relación con la pintora Maruja Mallo).

1936 El 2 de enero los folletones de El Sol recogen su reseña de Residencia en la tierra, de Neruda. El 24 de enero se edita El rayo que no cesa en la «Colección Héroe» de Manuel Altolaguirre. Escribe El labrador de más aire. En junio aparecen nuevos poemas suyos en Revista de Occidente. Al estallar la Guerra civil ingresa en el Ejército Popular de la República como miliciano voluntario. Va naciendo su poemario Viento del pueblo.

1937 El 9 de marzo se casa con Josefina Manresa en Orihuela. Escribe Teatro en la guerra. En julio participa en el II Congreso Internacional de Intelectuales en Defensa de la Cultura, en Madrid y Valencia. De agosto a octubre es su viaje a Rusia, para asistir al V Festival de Teatro Soviético, pasando por varias capitales europeas. Aparecen Viento del pueblo, Teatro en la guerra y El labrador de más aire en Valencia. El 19 de diciembre nace su primer hijo.

1938 El 19 de octubre muere su hijo. Escribe Pastor a la muerte y se imprime en Valencia El hombre acecha, libro que queda sin encuadernar al entrar las tropas nacionales en la ciudad.

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Encarcelamiento y muerte (1939-1942)

1939 El 4 de enero nace su segundo hijo, que sobrevivirá. Al acabar la guerra, intenta llegar a Portugal a mediados de abril, pero la policía de este país le detiene en Rosal de la Frontera y lo entrega a la española. De mayo al 17 de septiembre pasa por las cárceles de Huelva, Sevilla y Torrijos (Madrid), hasta ser puesto en libertad provisional. Al regresar a su ciudad natal en busca de su familia es reconocido y detenido el 29 de septiembre. A finales de noviembre es trasladado a la Prisión del Conde de Toreno (Madrid).

1940 En enero es juzgado y condenado a muerte, conmutándosele la sentencia por treinta años de cárcel.

1941 Tras pasar por otras prisiones, es trasladado a Alicante en junio. A finales del año enferma de tifus, que degenerará en tuberculosis.

1942 El 28 de marzo muere en la cárcel a consecuencia de la enfermedad contraída[1].


[1] Ver la biografía, ahora revisada y actualizada, de José Luis Ferris, Miguel Hernández: pasiones, cárcel y muerte de un poeta, Madrid, Fundación José Manuel Lara, 2016.

Los poemas «A Francisca» de Rubén Darío y «Francisca Sánchez» de Jorge Guillén

Francisca Gervasia Sánchez del Pozo fue el nombre de «la esposa española de Rubén Darío», tal como la denomina Rafael Azuar (cuando la conoció en Madrid, en 1899, el poeta nicaragüense estaba casado en Nicaragua con Rosario Murillo, en segundas nupcias, tras la muerte de Rafaela Contreras). Francisca fue la fiel compañera que, profundamente enamorada del poeta, supo vencer los prejuicios sociales de la época para acompañar a Rubén. Vivieron juntos diecisiete años, repartidos entre Madrid, París y Barcelona, y fruto de la relación nacieron cuatro hijos, de los que solamente sobrevivió uno, Güicho.

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Francisca, hija del jardinero que cuidaba los jardines reales de la Casa de Campo, era analfabeta; el propio Rubén le enseñaría a leer y escribir, y ella terminaría siendo conocida en los ambientes literarios de París, por su belleza y su entrega amorosa al príncipe de la poesía moderna en español, como «la princesa Paca»[1]. Rubén le dedicó uno de sus poemas, «A Francisca», que no llegó a ser recogido en los libros publicados en vida del poeta, pero que está fechado el 21 de febrero de 1914. Este es el texto de la composición, cuyos versos se reparen en seis breves secciones (de ellas, la última es la más conocida y citada):

I

Francisca, tú has venido
en la hora segura;
la mañana es obscura
y está caliente el nido.

Tú tienes el sentido
de la palabra pura,
y tu alma te asegura
el amante marido.

Un marido y amante
que, terrible y constante,
será contigo dos.

Y que fuera contigo,
como amante y amigo,
al infierno o a Dios.

II

Francisca, es la alborada,
y la aurora es azul;
el amor es inmenso
y eres pequeña tú.

Mas en tu pobre urna
cabe la eterna luz,
que es de tu alma y la mía
un diamante común.

III

¡Franca, cristalina,
alma sororal[2],
entre la neblina
de mi dolor y de mi mal!

Alma pura, alma franca,
alma obscura
y tan blanca…

Sé conmigo
un amigo,
sé lo que debes ser,
lo que Dios te propuso,
la ternura y el huso,
con el grano de trigo
y la copa de vino,
y el arrullo sincero
y el trino,
a la hora y a tiempo.
¡A la hora del alba y de la tarde,
del despertar y del soñar y el beso!

Alma sororal y obscura,
con tus cantos de España,
que te juntas a mi vida
rara,
y a mi soñar difuso,
y a mi soberbia lira,
con tu rueca y tu huso,
ante mi bella mentira,
ante Verlaine y Hugo,
¡tú que vienes
de campos remotos y ocultos!

IV

La fuente dice: «Yo te he visto soñar».
El árbol dice: «Yo te he visto pensar».
Y aquel ruiseñor de los mil años
repite lo del cuervo: «¡Jamás!»[3].

V

Francisca, sé suave,
es tu dulce deber;
sé para mí un ave
que fuera una mujer.

Francisca, sé una flor
y mi vida perfuma,
hecha toda de amor
y de dolor y espuma.

Francisca, sé un ungüento
como mi pensamiento;
Francisca, sé una flor
cual mi sutil amor;

Francisca, sé mujer,
como se debe ser…
Saber amar y sentir
y admirar como rezar…
Y la ciencia del vivir
y la virtud de esperar.

VI

Ajena al dolo y al sentir artero
llena de la ilusión que da la fe,
lazarillo de Dios en mi sendero,
Francisca Sánchez, acompañamé[4]

En mi pensar de duelo y de martirio
casi inconsciente me pusiste miel,
multiplicaste pétalos de lirio
y refrescaste la hoja de laurel.

Ser cuidadosa del dolor supiste
y elevarte al amor sin comprender;
enciendes luz en las horas del triste,
pones pasión donde no puede haber.

Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe;
hacia la fuente de noche y de olvido,
Francisca Sánchez, acompañamé…[5]

FranciscaSanchez

Podemos recordar también el poema «Francisca Sánchez» de Jorge Guillén, incluido en «En tiempo fechado», la cuarta parte de Final, que al tiempo que constituye un homenaje a la compañera de Rubén, es una evocación de la mujer salvadora, no al modo romántico, sino de una forma más sencilla: «Ya es interior / En un profundo sentimiento humilde, / Fraterno con acento a lo cristiano», de la mujer como fiel compañera en el desconsuelo —desvalimiento, naufragio, desconcierto— de la persona amada:

Lazarillo de Dios en mi camino…
Francisca Sánchez, acompañamé.

¿«Sánchez» prosaico? No. Ya es interior
En un profundo sentimiento humilde,
Fraterno con acento a lo cristiano.
Para Rubén Darío, desvalido,
Sintiéndose en naufragio —desconcierto,
Este muy fiel amor será su amparo.
Huérfano esquife, árbol insigne, oscuro nido[6].

El poema se abre con dos versos prestados de la composición rubeniana (con el cambio de sendero por camino en el primero de ellos); pero, además, el último verso del poema de Jorge Guillén es un nuevo guiño intertextual, pues está tomado del poema «Nocturno»: «Lejano clavicordio que en silencio y olvido / no diste nunca al sueño la sublime sonata, / huérfano esquife, árbol insigne, obscuro nido / que suavizó la noche de dulzura de plata…»[7].


[1] Ver Carmen Conde, Acompañando a Francisca Sánchez (Resumen de una vida junto a Rubén Darío), Nicaragua, Editorial Unión, 1964; Rafael Azuar, «La mujer de Rubén Darío», en La aventura literaria, Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert / Diputación de Alicante / Aguaclara, 1995, pp. 16-18; Luis Sainz de Medrano, «Homenaje a Francisca Sánchez», Anales de Literatura Hispanoamericana, 29, 2000, pp. 211-219. La historia de Francisca Sánchez se ha popularizado con la publicación de la novela (biografía novelada, podría decirse) de Rosa Villacastín y Manuel Francisco Reina, La princesa Paca. La gran pasión de Rubén Darío, Barcelona, Plaza & Janés, 2014. Y ahora «RTVE estrena La princesa Paca, la historia sobre el gran amor de Rubén Darío protagonizada por Irene Escolar y Daniel Holguín».

[2] sororal: ‘perteneciente o relativo a la hermana’.

[3] repite lo del cuervo: «¡Jamás!»: eco del célebre poema narrativo «The Raven» («El cuervo»), de Edgar Allan Poe, en cuyos versos el ave repite la expresión «Nevermore».

[4] acompañamé: el ritmo del verso, en rima con fe, exige el desplazamiento acentual.

[5] Cito por Rubén Darío, Obra poética, ed. de Ignacio Zuleta, Madrid, Edhasa (Castalia), 2016, pp. 650-653.

[6] Cito por Jorge Guillén, Final, ed. de Antonio Piedra, Madrid, Castalia, 1989, pp. 273-274. El poema puede leerse también en Jorge Guillén, Aire nuestro. 5, Final, ed. dirigida por Claudio Guillén y Antonio Piedra, Valladolid, Diputación Provincial de Valladolid / Centro de Creación y Estudios Jorge Guillén, 1987, p. 274.

[7] De la sección «Otros poemas» de Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas (1905). Recogido en Rubén Darío, Obra poética, ed. de Ignacio Zuleta, Madrid, Edhasa (Castalia), 2016, p. 414.

«Epifanía», de Jorge Guillén

Es Noche de Reyes, noche de ilusión para chicos y grandes, y desde el blog la queremos celebrar compartiendo este poema de Jorge Guillén (Valladolid, 1893-Málaga, 1984) que canta la silenciosa adoración de los Reyes Magos a un Dios humanado que, al hacerse presente en el mundo, «viene a familia de obrero,  / sindicato de la madera».

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Llegan al portal los Mayores,
Melchor, Gaspar y Baltasar,
se inclinan con sus esplendores
y al Niño adoran sin cantar.

Dios no es rey ni parece rey,
Dios no es suntuoso ni rico.
Dios lleva en sí la humana grey
y todo su inmenso acerico.

El cielo estrellado gravita
sobre Belén, y ese portal
a todos los hombres da cita
por invitación fraternal.

Dios está de nueva manera,
y viene a familia de obrero,
sindicato de la madera.
El humilde es el verdadero.

Junto al borrico, junto al buey,
la criatura desvalida
dice en silencio: No soy rey,
soy camino, verdad y vida[1].


[1] Cito por la antología Porque esta noche el Amor. Poesía navideña del siglo XX, introducción y selección de poemas por Miguel de Santiago y Juan Polo Laso, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, pp. 201-201. En el v. 17 añado la coma final.

Dos evocaciones de Garcilaso por Rafael Alberti

(A mis alumnos del Programa Senior de la Universidad de Navarra,
con los que estoy repasando estas semanas algunas «Claves de la
literatura del Renacimiento», empezando por la poesía del príncipe
de los poetas castellanos, Garcilaso de la Vega)

Supuesto retrato de Garcilaso de la VegaLa figura señera de Garcilaso de la Vega, genial introductor en España de los metros y las formas estróficas de origen italiano —tarea en la que estuvo acompañado, aunque con algo menos de talento, por su amigo Juan Boscán—, fue recordada en numerosas ocasiones por los poetas del grupo poético del 27, quienes no solo admiraron su poesía, sino que conocieron su benéfico influjo, y tuvieron ocasión de celebrar, a la altura de 1936, el centenario de la muerte del soldado-poeta[1]. Rafael Alberti, en concreto, le dedicó dos evocaciones: la primera es el famoso poema que comienza «Si Garcilaso volviera…», incluido en Marinero en tierra (1924); la segunda es un texto menos conocido, la «Elegía a Garcilaso (Luna, 1501-1536)», de Sermones y moradas (1929-1930). El primero de los poemas dice así:

Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.

Mi traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.

¡Qué dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era[2].

Como bien anota su editora, María Asunción Mateo,

La admiración —patente en toda su obra— hacia el poeta toledano le inspira esta canción, en la que rinde vasallaje poético a su figura y su obra. La mar, la vocación marinera, queda relegada —excepcionalmente— a un segundo plano, por seguir a la poesía, representada por el caballero Garcilaso.

Juan Ramón Jiménez elogió mucho este poema al propio Alberti[3].

Por otra parte, en Sermones y moradas (1929-1930) incluye Alberti el citado poema «Elegía a Garcilaso (Luna, 1501-1536)», que va encabezado por un verso garcilasista a modo de lema: «… antes de tiempo y casi en flor cortada». Se trata de un verso de la octava 29 de la Égloga III de Garcilaso, donde hace referencia a la muerte de una ninfa:

Todas, con el cabello desparcido,
lloraban una ninfa delicada
cuya vida mostraba que había sido
antes de tiempo y casi en flor cortada.
Cerca del agua, en un lugar florido,
estaba entre las hierbas degollada,
cual queda el blanco cisne cuando pierde
la dulce vida entre la hierba verde[4].

Rafael AlbertiPero aquí el sentido de ese verso se actualiza al aplicarse ahora —así lo entendemos al leer el contenido del poema— a la temprana muerte del poeta, fallecido como consecuencia de las heridas recibidas en una heroica acción de armas (el asalto a la fortaleza de Le Muy, en Francia, en septiembre de 1636, en el contexto de las guerras del emperador Carlos V con Francisco I de Francia). La muerte temprana, viene a sugerir poéticamente el texto («Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta»), es el destino reservado a los héroes, que abandonan pronto esta existencia mortal, pero que en compensación están llamados a vivir la inmortalidad de la fama:

… antes de tiempo y casi en flor cortada.
Garcilaso de la Vega

Hubierais visto llorar sangre a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida
al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.

Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.

En el Sur siempre es cortada casi en flor el ave fría[5].


[1] Ver Francisco Javier Díez de Revenga, Un pasado, un presente: el Siglo de Oro español en nuestros contemporáneos, Madrid, Biblioteca Nueva, 2003. En el capítulo segundo, «Garcilaso de la Vega y la poesía contemporánea», comenta la presencia de Garcilaso en Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Jorge Guillén, Miguel Hernández, Rafael Alberti, etc.

[2] Cito por Rafael Alberti, Antología comentada (Poesía), ed. de María Asunción Mateo, dibujos de Rafael Alberti, Madrid, Ediciones de la Torre, 1990, p. 184. El poema puede escucharse, recitado por el propio Alberti, en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=M5-MoREx3yI

[3] Antología comentada (Poesía), cit., p. 184, nota.

[4] Cito por Garcilaso de la Vega, Poesías castellanas completas, ed. de Elias L. Rivers, 6.ª ed, Madrid, Castalia, 1989, p. 202, con algún ligero retoque en la puntuación.

[5] Cito por Rafael Alberti, Con la luz primera. Antología de verso y prosa (Obra de 1920 a 1996), ed. de María Asunción Mateo, Madrid, EDAF, 2002, p. 202.

«En tiempo fechado» de Jorge Guillén: el amor

No es Jorge Guillén poeta que haya cultivado con especial asiduidad los temas amorosos (no me refiero aquí, claro está, al amor a la vida o a la naturaleza, presente en toda su obra). La suya, lo sabemos, es poesía gozosa, poesía jubilosa, y en este sentido el sentimiento del amor es otra faceta dentro de ese tono de exaltación vital del poeta: amar es la manera de «Ser más»; son varios los poemas de Cántico en que esto se puede observar; lo que no encontraremos será poemas de temática sentimental: ni descripción de la amada, ni análisis psicológicos del sentimiento (celos, nostalgia, etc.). En definitiva, el hecho de que la poesía guilleniana no sea eminentemente sentimental no impide que algunos de sus poemas respondan a un contenido amoroso. Es más, Guillén puede en ocasiones llegar a ser poeta sensual, como ha señalado Aranguren[1]. Veamos qué sucede en esta parte de Final.

En la primera sección hallamos tres poemas que responden claramente a un tema amoroso; son los titulados «La fuerza del pensamiento», «Con Hafiz» y «Francisca Sánchez». Aun así, en ninguno de ellos percibimos la presencia de un yo lírico que se dirija a un y que cante su amor. El primero viene a ser una breve exposición «teórica», una definición o caracterización del amor platónico, reinterpretado por Petrarca (tanto la cita del Trionfo d’Amore como el propio título del poema y su primer verso, «Se querían a distancia», nos ponen ya en la pista del contenido). La esencia de este tipo de amor neoplatónico —de secular tradición literaria— queda recogido en estos cuatro versos: «Una mujer entrevista / Con tanta hermosura ignota / Se convierte en ideal / De un amor que no se agota».

«Con Hafiz», colocado inmediatamente después, nos introduce en el terreno de la lírica amorosa árabe que, aunque tiene puntos de contacto con el amor cortés y trovadoresco, es una poesía mucho más sensual; en el poema eso se refleja en la selección del vocabulario: vergel, florido, rosas, alba, antorcha, seducía… Al mismo tiempo, se introduce el tópico poético de la fugacidad de la rosa, símbolo por excelencia de la belleza juvenil y del amor apasionado: «“Nos es infiel la rosa en su sonrisa.”».

Rosa

En «Francisca Sánchez» (evocación de la amada española de Rubén Darío) se pinta a la mujer salvadora, no al modo romántico, sino de una forma más sencilla: «… En un profundo sentimiento humilde / Fraterno con acento a lo cristiano»; se trata de la mujer como compañera en el desconsuelo —desvalimiento, naufragio, desconcierto— de la persona amada: «Este muy fiel amor será su amparo».

En la segunda sección, «Otras variaciones», podemos considerar tres poemas que presentan claramente el amor como tema central: «Pervigilium Veneris», «Poliziano» y «Ronsard. Les amours». El primero es una exhortación —teñida con tintes clásicos; consúltese el artículo de Alvar[2]— a gozar del amor que se resume en los dos versos repetidos como estribillo: «Ame mañana quien no ha amado nunca, / Y quien ya ha amado ame aún mañana». Por un lado, enlaza con el último poema de la anterior sección, «Primavera sin rito»; por otro, se relaciona con el poema cuarto, que es una variación del más famoso de los Sonetos para Helena de Pierre de Ronsard («Quand vous serez bien vieille, au soir, à la chandelle…»), otra invitación a gozar del amor en la juventud antes de que el paso del tiempo marchite la belleza juvenil y ya sea demasiado tarde: «Vivid, hacedme caso, no esperéis a mañana, / Y desde hoy coged las rosas de la vida» (tópico literario del «Collige, uirgo, rosas» repetido innumerables veces desde Ausonio).

En «Poliziano» sí que encontramos una descriptio puellae, y es así porque lo que hace aquí Guillén es citar el texto original italiano, ofrecer una traducción más o menos ceñida a ese original y, en fin, darnos su particular variación del texto.

Ya en la tercera sección, solamente he podido encontrar un poema en el que está presente, de algún modo, la temática amorosa: es el dedicado a la poetisa «María Victoria Atencia», que se puede relacionar con «Francisca Sánchez» por ofrecer la misma imagen de la mujer como salvación:

Suena la voz de la mujer que ayuda,
Nos ayuda y anima,
generosa
Con la serenidad que es una gracia
Tan próxima y ausente, recatándose
Desde un centro radioso de hermosura.

Rendición al encanto femenino.

Como conclusión de todas estas entradas dedicadas a Jorge Guillén, puede señalarse que, de la misma forma que Final constituye una buena síntesis de Aire Nuestro, «En tiempo fechado» es, desde el punto de vista temático, un buen compendio de Final, ya que recoge los principales temas guillenianos, estén tratados con mayor o menor profundidad. Y es que, como acertadamente nos recuerda Gómez Yebra, «Guillén fue Guillén hasta el último de sus poemas»[3].


[1] Ver sus palabras en José Luis Aranguren, «La poesía de Jorge Guillén ante la actual crisis de los valores», en Biruté Ciplijauskaité (ed.), Jorge Guillén, Madrid, Taurus, 1975, p. 259.

[2] Manuel Alvar, «Pervigilium Veneris», Boletín de la Real Academia Española, LXIV, 1984, 59-69.

[3] Antonio Gómez Yebra, «El último Guillén. Hacia una segunda edición de Final», Anales de Literatura Española de la Universidad de Alicante, 5, 1986-1987, p. 172. Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La cuarta parte de «Final», de Jorge Guillén: «En tiempo fechado». Ordenación temática»Rilce. Revista de Filología Hispánica, 13.1, 1997, pp. 74-101.

«En tiempo fechado» de Jorge Guillén: la identidad personal

El tema de la identidad tiene cierta importancia en la primera sección; tal vez convendría recordar que uno de los valores propugnados por Guillén había sido el de la autenticidad. En el poema «Una pregunta», la voz lírica, la de la princesa Juana, regente del trono en ausencia de su hermano Felipe, se pregunta: «¿Quién soy?» y «¿De veras seré yo mis apariencias?», preguntas que anuncian ya este tema. El tema de la identidad, de la no identidad mejor, continúa en el poema «El burlador», ya que se afirma que pese a —o precisamente por— sus astucias, sus engaños, sus burlas y su cinismo, él mismo es consciente de que «Toda su vida es mentira». No debemos olvidar que el mito de don Juan es uno de los que más interpretaciones y versiones han tenido a lo largo de la historia de la literatura universal, habiéndose discutido ad nauseam la identidad y el carácter de este personaje de ficción. De hecho, en la tercera sección hay otro poema, «Gallardo y calavera», en el que Guillén retomará el tema de don Juan, citando las versiones de Tirso, lord Byron y Zorrilla; estos últimos son donjuanes «sin prestancia antigua» y culpables «de tanta superficie»: en el fondo, falta de identidad, de autenticidad.

Don Juan

Volvamos a la primera sección. En «Don Álvaro o “la ausencia de sino”» el tema de la identidad o falta de identidad está sugerido desde el título, que modifica el de la obra del duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino. En el poema de Guillén leemos: «Nació en alguna parte. No es de ninguna parte. / En tierra no arraigado. Ninguna identidad». Coincide plenamente con el personaje de don Juan en, al menos, estos dos rasgos: la falta de autenticidad y la no paternidad; este segundo rasgo no se menciona en los dos poemas referidos a don Juan, sí en este de don Álvaro: «A gusto en superficies. Hondo jamás. No es padre».

Otro poema que trata el tema de la identidad es «Soy y no soy», perteneciente a la tercera sección. El título, claro está, hace referencia a las archiconocidas palabras del shakespeariano príncipe de Dinamarca, «to be or not to be», modificadas ligeramente aquí por Guillén al sustituir la conjunción disyuntiva por la copulativa, «to be and not to be». El caos personal surge de ese ser y no ser a un mismo tiempo:

Se busca y no se encuentra.
¿Quién es? Jamás lo sabe.
Direcciones contrarias
Le conducen a un caos,
El caos de sí mismo,
Un tormento infernal
Le exige destrucciones,
El flujo de los odios,
Ser y No Ser, atroz destino.

Y no alcanza jamás el Ser, fecundo.

Por último, es interesante el poema en el que el autor reflexiona de algún modo sobre su propia identidad personal partiendo del análisis del significado de su nombre: el poema «Un nombre» comienza con una autocita de un poema suyo titulado «Geórgica personal», perteneciente a Homenaje[1], en el que identifica su nombre, Jorge, con el étimo griego geo, ‘tierra’. En este de Final dice: «Mi nombre es una vía ya terrestre / Que sólo enfoca mi destino humano»; y añade: «Que no es fatalidad perturbadora / Sino humildad, conciencia de mis límites». El poeta es consciente de que es tierra y de que en tierra se ha de convertir (parafraseando la frase del Miércoles de ceniza). El hombre muere y vuelve a la tierra cuando es enterrado; Guillén lo asume sin preocupación: «Heme aquí, mientras vivo en este globo, / Entre amor y terror yo soy terrestre». Hay otros poemas de «En tiempo fechado» en los que encontramos afirmaciones semejantes; el primer verso de «La tierra y el hombre» decía: «Hombre y Tierra. Los hombres son de tierra»; y en el poema «Vicente Aleixandre» se insistía también en la misma idea: «Ah, no se pierda jamás el incesante / Contacto con la tierra. / Así prolongaremos nuestros seres. / “Hechos ya tierra viva.”»[2].


[1] «En Colombia muchos Jorges / Encuentro por todas partes / Y me digo: no te forjes / Ninguna ilusión. Descartes / Frente a los ojos me pinta / La idea clara y distinta. / ¿Jorge es un nombre más feo / Que Georges o Giorgio? La tierra / Con sus prodigios nos cierra / La boca. (Jorge, de «geo»…)». Esta «Geórgica personal» pertenece a la tercera sección de la segunda parte, «Atenciones». Guillén juega con su nombre en el poema «J. G. (1893-19  )», situado al principio de «Fin», la sexta parte de Homenaje, donde leemos: «Jorge Guillén, castellano, / George William en inglés, / Da con el nombre la mano, / Y así ya dice quién es: / Varón sin truco ni treta, / Giorgio Guglielmo, poeta».

[2] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La cuarta parte de «Final», de Jorge Guillén: «En tiempo fechado». Ordenación temática»Rilce. Revista de Filología Hispánica, 13.1, 1997, pp. 74-101.

«En tiempo fechado» de Jorge Guillén: la preocupación ética (y 2)

En la entrada anterior habíamos examinado lo relacionado con la ética individual. Es en la tercera sección donde aparecen los poemas de contenido social o político. Seré más breve: «La buena doctrina» afirma que el segundo pecado, después del homicidio, es «La soberbia del yo», la egolatría, el narcisismo, el excesivo individualismo. Vuelve a rechazar Guillén las dictaduras, los regímenes totalitarios que uniformizan todos los pensamientos («Agencia de viajes»); crítica el comportamiento incivilizado de parte de la juventud actual como expresión o reflejo de un mundo desorientado, sin valores, en estas últimas décadas del siglo, y se pregunta: «¿Qué saldrá de este caos nuclear?» («Casi metamorfosis»). Plantea los problemas de incomunicación en la sociedad actual («La incomunicación»), pero dejando ya paso en este poema a la esperanza, como es habitual en Guillén: «Bípedos parlanchines, no perdamos / La fe. No somos todos delincuentes. / Vosotros los humanos, sois capaces / De más, de Mucho Más».

«Guerra total» introduce otro aspecto distinto de los supuestos negativos: la intolerancia racial y religiosa, ejemplificada en este caso con un suceso histórico: el de la no posible convivencia de cristianos y moriscos una vez finalizada la Reconquista española. Es muy posible que exista también una afirmación velada de que las cosas seguían igual de mal todavía en la España franquista, por las referencias a «Movimiento en quietud» y «Los principios eternos». El título «Caza mayor» supone la base de una metáfora: la guerra es una cacería en la que el prójimo es la gran presa; y la culminación de todos los horrores de la guerra es el bombardeo de ciudades: «Crimen total, sobre ciudades bombas, / Suma culminación. ¡Oh Siglo Veinte!» (por desgracia, la protesta de Guillén sigue teniendo actualidad hoy día). Este tono imprecatorio con que acaba el poema, de reproche contra el siglo XX, se repite con cierta frecuencia en su poesía. Tampoco aquí parece haber puerta abierta para la esperanza.

Ciudad bombardeada (Londres)

Otro aspecto negativo de nuestro siglo XX lo constituyen «Los tiranos», que es el título de otro poema. Después de clasificarlos en tres tipos: «El loco, el perverso, el vulgar», clama de nuevo el poeta contra nuestra centuria: «¡Cuantos asesinados! Siglo XX. / Maravillosa técnica científica». Es otro poema en el que, de nuevo, no se deja paso a la esperanza; las palabras finales del poema son claras: «(Fin de lectura: el horror —No, no, por Dios, el vómito.)».

«Lo pésimo» introduce los temas del exterminio judío («Lo peor: aquel Auschwitz. El horror se razona») y de la guerra civil española («La guerra que es cruzada. Son cómplices los dioses»). «Arte del terror» enlaza con los poemas que denuncian una posible nueva guerra mundial. En «¿Fin del mundo?» el poeta responde negativamente a la pregunta del título: «Me resisto a creer en tal locura», aunque la «Historia de la Bestia Humana» haya sido toda un cúmulo de guerras y violencias, de «Terror y destrucción total». Lo único que se puede oponer a tal absurdo es «La esperanza, sustancia del viviente»:

Larga marcha nocturna hacia la aurora, Hacia más luz, hacia existencia activa Con trabajos continuos y difíciles, Insertos en un mundo que es de todos. Y juntos nos salvamos o perdemos, Porque el destino sigue en nuestras manos.

¿Y el amor? En las bases y en las metas.

El poema, que es el último de todos los que tratan estos temas, acaba de nuevo —como ocurría con los poemas relativos a la ética individual, como ocurre casi siempre en Guillén— con una nota de esperanza: «Frente al gran horizonte luminoso, / A esta paz tan concreta, bien vivida»[1].


[1] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La cuarta parte de «Final», de Jorge Guillén: «En tiempo fechado». Ordenación temática»Rilce. Revista de Filología Hispánica, 13.1, 1997, pp. 74-101.

«En tiempo fechado» de Jorge Guillén: la preocupación ética (1)

Son varios los poemas en los que podemos apreciar lo que he denominado «preocupación ética» de Jorge Guillén. El poeta, en el discurrir de sus versos, va apuntando distintos valores o virtudes que deberían constituir, según él, el código de comportamiento moral del hombre[1]. Este sería el aspecto personal, individual, de esa preocupación ética. Por otra parte, existen numerosos poemas en los que la preocupación está centrada en aspectos sociales: es decir, el hombre en relación con los demás hombres. Son poemas de contenido incluso político que se relacionan con los de la parte tercera de Final, «Dramatis personae» (y, de los libros anteriores, con Clamor).

Comentaré primero el aspecto personal de la preocupación ética guilleniana. Por ejemplo, en «Job, múltiple doliente» se elogia la paciencia y la humildad de aquel varón: la primera parte del poema es la exposición de la historia bíblica con la aceptación sin condiciones por parte de Job de todas las desgracias y adversidades que inopinada e injustamente le llegan; la segunda viene a ser su aplicación práctica pues, como se indica, «Sin cesar Job renace, sufre, clama».

Santo Job, de Léon Bonnat

Los poemas «Diógenes», «Con Lao-Zi» y la traducción libre de «En la partida de Zaragoza», de Selomó Ibn Gabirol —este poema es ya de «Otras variaciones»— pueden relacionarse por contener los principios ante la vida del filósofo cínico, los del filósofo taoísta y los de un sabio que vive entre personas ignorantes y rudas. Después de reconocer que «El arte de vivir es muy difícil», los valores que se afirman en el primer poema son la esperanza, que es el «valor máximo de la vida»; la libertad: «libertad ante todo»[2]; la humildad: «Yo he despojado toda vida humana / De su soberbia»; la sobriedad: «Pan, alforja, sayal, bastón y copa»; y, sobre todo, la dignidad humana en sí misma: «—Si eres hombre ¿no sientes / Que es fiesta cada día?».

En el segundo poema se insiste en algunos de estos valores —la humildad, la sobriedad— y se añaden otros: el amor, la autenticidad, la prudencia, la sabiduría. Así, leemos frases como: «Lo auténtico se busca»; «Por rutas de ambición se pierde el hombre. / Se quiere ser auténtico»; «“Poseo tres tesoros: El amor, / Sobriedad. No atreverme a ser primero”»; «La verdad ante todo» o «“Todo es siempre difícil para el sabio”».

En el poema de «Otras variaciones» se añade la amistad: «Y tal sed tengo / De amistad que se cree saciada sin estarlo»; y una actitud de aceptación serena ante la muerte: «Toda alegría es dolor. / Mi último dolor será alegría».

En definitiva, recapitulando, paciencia, humildad, sobriedad, libertad, autenticidad, prudencia, sabiduría, amor, amistad; tales serían los principales valores que apuntalarían el código ético guilleniano sugerido —no expuesto sistemáticamente— en estos poemas.

En «Contemplando Florencia» se nos habla de un paseante que se recrea en las «concretas maravillas» del paisaje; parece querer decir el poeta que basta con desear cosas sencillas para alcanzar la felicidad: «Son a las que yo aspiro». Muy importante me parece también el poema «Una sabiduría», en el que Guillén contrapone la ley vetotestamentaria «“el quinto, no matar”» con la enseñanza de Jesucristo «“Amaos ya los unos a los otros”». En definitiva, lo que se quiere decir es que como pauta de comportamiento no debe bastar el no hacer daño a los demás, sino que cada persona debe buscar el bien de sus semejantes, del prójimo. Toda una doctrina ética encerrada en siete versos, en un solo verso: «“Amaos ya los unos a los otros”»; así lo afirma el poeta: «He ahí mi mejor sabiduría».

Frente a esos valores positivos que se van esbozando, van apareciendo los principios negativos que se alzan en el mundo; en el poema «Vida corta», relativo a la muerte de Lucano, Guillén habla ya de una «feliz Barbarie rozagante»; «Inferno», con título dantesco, es una reflexión sobre los distintos infiernos de violencia y destrucción que el hombre es capaz de crear para sí y para sus semejantes en este mundo: «Los destructores siempre van delante»; «Triunfa el secuestro con olor de hazaña, / Que pone en haz la hez del bicho humano» (nótese el efecto de la paronomasia). En este poema no se aprecia el más mínimo resquicio por el que pueda entrar la luz de una cierta esperanza; todo se reduce aquí a «El infierno al alcance de la mano». Al principio del poema figura como lema una cita de Dante: «Ma tu perché ritorni a tanta noia?».

«Purgatorio» constituye una reflexión sobre la envidia: se inspira en un personaje de la Divina comedia dominado por la pasión de la envidia y que además es consciente de ella, por lo que llega a envidiar los valores positivos de los demás. Es el reverso de los poemas anteriores que propugnaban el tópico de la aurea mediocritas, de aquella dorada medianía que deseaban Diógenes y Lao-Zi, cada uno de los cuales deseaba pasar su vida «ni envidiado ni envidioso», como dijera fray Luis de León.

El poema «Crisis» es importante porque introduce otro factor negativo, el suicidio al que puede conducir esa crisis: «Soledad destruye»; pero se niega en última instancia que el suicidio sea una solución válida: «Alguien llega. Se habla con el mundo. / Hay que vivir. La realidad se impone». La colocación de este poema, prácticamente al final de la primera sección, parece ser la contestación afirmativa a todos aquellos poemas anteriores en los que no se mencionaba la esperanza: es una afirmación de la vida, que hay que vivir además en compañía, de forma solidaria[3].


[1] Ya en Cántico existe un poema titulado precisamente «Virtud» en el que podemos leer: «Tendré que ser mejor: me invade la mañana. / Tránsito de ventura no, no pesa en el aire. / Gozoso a toda luz, ¿a dónde me alzaré? / Tránsito de más alma no, no pesa en el aire. / Me invade mi alegría: debo de ser mejor».

[2] En «Pueril Paraíso», el referirse al pecado original cometido por Adán y Eva da pie al poeta para reflexionar sobre el ejercicio de esa libertad: los actos del hombre deben consistir siempre en «conciencia, libertad, elección responsable».

[3] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La cuarta parte de «Final», de Jorge Guillén: «En tiempo fechado». Ordenación temática»Rilce. Revista de Filología Hispánica, 13.1, 1997, pp. 74-101.