«En tiempo fechado» de Jorge Guillén: la naturaleza y la contemplación trascendente del mundo

Jorge GuillénSabemos que para Guillén la plenitud consiste en ser y que la culminación del ser radica en estar en el mundo contemplando gozosamente la naturaleza, extasiándose ante ella o, por mejor decir, en ella, insertos en ella. Pues bien, el primero de los poemas de «En tiempo fechado», la cuarta parte de Final, el titulado «La primera frase», nos introduce ya en el tema de la naturaleza, puesto que trata de la Creación del mundo (Guillén hablará siempre de la Creación con mayúscula, y de la naturaleza casi siempre con el vocablo Natura). Para el poeta, el universo será «Creación en creación». En cierto modo, este poema se conecta con las palabras del lema, pues también hace referencia al poder creador de la palabra, si bien en este caso se trata de la palabra divina; solo Dios puede crear ex nihilo; pero el hombre, casi como Dios, puede crear con la palabra casi de la nada. Debe también relacionarse este poema con el primero de «Vida de la expresión», que dice: «“Fiat lux”. Dios es Dios de Creación. / Sin un lógico arrastre precedente, / Algo nuevo prorrumpe sin razón, / Porque sí, de repente».

En Guillén no es muy frecuente que la naturaleza aparezca captada pictóricamente. Una excepción podría ser el poema de «Otras variaciones» titulado «Wai-Lim-Yip» en el que aparece el paisaje castellano (una tarde, el sol y el horizonte de la meseta, unas casas, un campanario, unos pinos…). Lo que sí encontraremos serán varios ejemplos en los que se nos presenta la naturaleza como sinónimo de armonía y perfección. Así, en «Mirar Bien»: «Mirad bien, mirad bien / Con fe —o sólo amor. Natura siempre.» En el poema «Gaviotas en grupos», de la tercera sección, se habla del «Orden perfecto de Natura, madre de todos». En «Dánae»: «Lo humano y lo divino. / ¿Qué prevalecerá? / Natura es quien se ensancha en su armonía. / Territorio supremo de la Imaginación, motor y fábula / (Sólo materia, no.)». Y en el último poema de la primera sección, «Primavera sin rito», leemos:

Triunfe la primavera
Con poder en seguida irrefutable,

Tan universalmente convincente
Que te rindes a la soberanía

De natura en su punto más armónico.

Muy significativo resulta también el título «Naturaleza siempre viva» («Naturaleza viva» era el título de uno de los primeros poemas de Cántico), en el que se menciona un bodegón. Como es sabido, en pintura reciben el nombre de naturaleza muerta aquellas composiciones en las que se representan piezas de caza, o bien, comestibles y otros objetos inanimados. Sin embargo, Guillén se resiste a considerar los objetos del mundo como seres sin vida; una mirada profunda puede descubrir en ellos la realidad esencial, interior, de las cosas:

Los objetos-objetos
Descansan, reductibles
A su materia inerte
De modo radical,
Tan intenso, tan puro
Que la materia alcanza
Plenitud de sentido,
Como si revelase
Ya la noción del Ser
Ante quien ve y admira.

De pronto ingenuamente aristotélico.

La materia, por medio de una contemplación atenta, alcanza características esenciales. Recordemos que ya en el poema tercero, «Dánae», protestaba: «Sólo materia, no». Pero para alcanzar ese conocimiento esencial de las cosas es preciso «Mirar bien», que es justamente el título de otro poema, en el que leemos que se necesita una tranquila «Contemplación, origen de mil observaciones», para adentrarse en la materia: «Y como sumergiéndose en materia / Se la trasciende mucho más allá». En la misma idea insiste el poema «La materia», con una cita significativa de Murilo Mendes a modo de lema: «A materia e forte e absoluta. / Sem ela nâo ha poesía». Copio entero el breve poema porque sus palabras son bien claras:

Poesía, espiritual conato.
Por entre las palabras y el espíritu
Intuiciones, visiones, sentimientos,
Jamás pura abstracción. Se apoya siempre
Sobre eso que está ahí, total materia,
Compacta de elementos muy concretos
Que nos salvan: rehúsan el vacío.

Afirma Amado Alonso:

Si tuviéramos que formular la ecuación de lo que es la poesía de Jorge Guillén, no vacilaríamos en reducirla a estos tres sustanciales factores: 1.º Un dispararse apasionado hacia el enigma —misterio congruente— que las cosas le plantean. (Ninguna indiferencia para los extramuros del arte: las cosas le apasionan ya en la víspera del arte; en su mediodía le embelesarán); 2.º Un tesonero y concentrado mirar que va transiendo y esfumando la costra perecedera del objeto para llegar a la contemplación de su eterna esencia; 3.º La alegría del triunfo»[1].

E inmediatamente después añade que «en última instancia, el segundo factor es el propiamente nuclear». Pues bien, todos los poemas que he citado nos revelan una de las características principales de la poesía guilleniana, la nuclear según Alonso: el «apetito de interpretación esencial» para captar la eternidad del Instante y recuperar así, de algún modo, el paraíso perdido[2] por medio de la contemplación gozosa y trascendente de esos momentos de perfección que nos ofrece este mundo «bien hecho». En palabras de Alonso, lo que Guillén desea es «salvar lo perdurable y esencial del seguro naufragio que es el azaroso existir temporal»[3].


[1] Amado Alonso, «Jorge Guillén, poeta esencial», en Biruté Ciplijauskaité (ed.), Jorge Guillén, Madrid, Taurus, 1975, p. 117.

[2] Uno de los poemas de la primera sección, el titulado «Pueril Paraíso», se inicia con la mención del Paraíso perdido de Milton. En Guillén, el Jardín será uno de los símbolos favoritos para indicar la perfección del mundo.

[3] Alonso, «Jorge Guillén, poeta esencial», p. 119. Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La cuarta parte de «Final», de Jorge Guillén: «En tiempo fechado». Ordenación temática»Rilce. Revista de Filología Hispánica, 13.1, 1997, pp. 74-101.