«Un día es un día» (pp. 107-118)[1] nos presenta a varios personajes: Andrés, Curro, Pedro y Campos. Éste, un picador maduro, y los otros miembros de la cuadrilla, más jóvenes, marchan a Francia, donde torea el matador al que sirven (que hace el viaje en otro coche).
Cuando paran en un bar a tomar algo, ven que el coche del torero está aparcado a la puerta de una elegante villa. Sus comentarios sugieren que el maestro estará acompañado de alguna hermosa mujer, porque —como indica el título— un día es un día.
[1] Citaré por José María Sanjuán, El ruido del sol, 2.ª ed., Barcelona, Destino, 1971 (colección Áncora y Delfín, núm. 372), prólogo de José María Pemán.