Lope de Vega y Juan Pérez de Montalbán

Si atendiéramos a los grados de admiración mostrados por Lope, Juan Pérez de Montalbán habría de ocupar el primer puesto[1].

Juan Pérez de Montalbán

El padre de Juan, Alonso Pérez, era importante impresor y editor que tenía relación muy estrecha con Lope de Vega, muchas de cuyas obras salen en las prensas de Pérez o bajo su responsabilidad de editor (las partes de comedias 11, 12, 13, 14, 16, 18, 19 y 20, La Filomena, La Circe, La Dorotea, Rimas humanas y divinas, y hasta la Fama póstuma, impresa en 1636).

La presencia de Lope en la vida del joven Juan Pérez y el trato familiar que debió de existir se suman a la indudable admiración que siente el discípulo por el maestro, lo que da pie a burlas como las de Quevedo, quien en la feroz Perinola contra Montalbán llama a este «retacillo de Lope de Vega».

Sin poner en duda la parte de originalidad que le corresponda a una obra muy estimable, como la que se debe a la pluma de Montalbán, la influencia de Lope es muy importante (aunque no la única). En numerosos documentos, dedicatorias, cartas, etc. se trasluce esta amistad y el aprecio mutuo, cada uno en su nivel, que unió a ambos.

Notables elogios de Montalbán incluye en la dedicatoria de La francesilla, texto con toda la pedantería cultista de la que hace gala Lope a menudo, en el que profetiza a Montalbán grandes resultados de su ingenio:

… aumentó mi afición al ingenio de vuestra merced el día que en el Real Monasterio de las Descalzas de Madrid […] defendió aquellas conclusiones y respondió a los argumentos de tan insignes varones con tanta valentía, que si antes amaba a vuestra merced por las obligaciones que reconozco a su padre, ahora le amo a él por vuestra merced […] Las artes se llamaron liberales porque convienen al hombre libre, por opinión de Séneca, Hoc est (dice el filósofo) sapientem, sublimem, fortem, magnanimun caetera pusilla, et puerilia sunt. Pero vuestra merced nos da tales esperanzas, que se puede entender de su natural virtud de sus pocos años lo que dijo San Agustín, que Juventus et senium simul esse possunt in animo, y por eso dijo también Ausonio…

Lope aprueba con grandes elogios los Sucesos y prodigios de amor de Montalbán, y lo incluye también en el Laurel de Apolo (silva VII), aunque en este tipo de textos es difícil separar lo que de sincero podía haber entre la retórica convencional del género. Pero de todos los abundantes materiales que no hace al caso copiar aquí se desprende de forma indudable el afecto y la admiración que fundamentan estas relaciones. Quizá hubiera esperado Montalbán el apoyo de Lope en la furiosa polémica en torno al Para todos, ridiculizado por Quevedo hasta los extremos más crueles, pero Lope tenía que maniobrar difícilmente para no dañar sus buenas relaciones con Quevedo, que era mal enemigo, y prefirió quedarse al margen.

Pero sea como fuere es obvio que Montalbán admiraba y quería a Lope, y siempre lo manifestó hasta la compilación de la Fama póstuma, que se inicia con una biografía que es más bien una hagiografía de Lope, y en la que se pueden leer encomios incesantes del Fénix: Montalbán se califica de jardinero cuidadoso «deste literario Retiro»

para lisonja de los cuatro trozos del orbe donde está esparcida la inmortalidad de su fama y para que sepan todos el amor verdadero que siempre le tuve, venerándole por mi amigo y por mi maestro, pues lo fue de todos […] alcanzó por sus aciertos un modo de alabanza que aun no pudo imaginarse de hombre mortal, pues creció tanto la opinión de que era bueno cuanto escribía, que se hizo adagio común para alabar una cosa de buena, decir que era de Lope. […]

Lope de Vega solo monta más que todos los poetas juntos […] el más insigne varón que han conocido y venerado entrambos mundos […] A los últimos acentos de la Fama póstuma, que aunque indigno coronista de tan gran héroe escribí a persuasión de mis obligaciones, luego que me templó el dolor de mi sentimiento la segura esperanza de su muerte felice, todos los ingenios de Europa previnieron a un tiempo mismo las lágrimas al dolor, los suspiros a la pena, los afectos a la voluntad y los conceptos a la pluma para cantar y llorar juntamente la memoria y la ausencia del más raro varón que nació al mundo…


[1] El texto de esta entrada está extractado del libro de Ignacio Arellano y Carlos Mata Induráin Vida y obra de Lope de Vega, Madrid, Homolegens, 2011. Se reproduce aquí con ligeros retoques.

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