La escena que sigue al pasaje de la genealogía de los Mendoza resulta muy significativa porque en ella la actuación de don García como gobernador se imbrica con el elemento religioso[1]. Ocurre que se ve pasar el Santísimo Sacramento que un sacerdote lleva a algún indio, y don García decide que vayan todos acompañándolo, porque el recibimiento preparado para él es mejor que se dedique a Dios; además, considera el encuentro como un buen pronóstico. Acto seguido, don Luis detiene a Villagrán por haberse alzado con el poder (vv. 1314 y ss.)[2], por orden de don García, quien en la escena anterior lo había tratado con mucha cortesía y miramiento. Inmediatamente después vemos a don García postrado en el suelo para que el Santísimo pase por encima de él. Entonces el propio Villagrán, al ver tal rasgo de piedad y humildad, reconoce la justicia de su detención, «que el que tanto en Dios se ajusta / con humilde corazón / no puede hacer cosa injusta» (vv. 1320-1322)[3].

En este pasaje se da la autocaracterización de don García: sus hechos y palabras lo retratan en escena. En el siguiente bloque escénico será presentado por otros, concretamente desde el punto de vista araucano. En efecto, Caupolicán reprocha a Lautaro que esté descuidado en amores cuando ya se halla en Chile quien viene a combatirlos; los que le han visto llegar afirman que «es un valiente español» (v. 1396), pero Tucapel se pregunta:
¿Qué valiente puede ser
el que entra en Chile acortando
sus tributos y obligando
con blandura y sin poder? (vv. 1397-1400).
Por su parte, Colocolo menciona su «prudente valor» (v. 1405), con el que gana amigos y rinde enemigos. Hay un elogio indirecto en las palabras del anciano araucano, pues aunque pretenden generalizar, en realidad se inspiran en la actitud mostrada por don García al llegar a territorio chileno. Así le advierte a Caupolicán:
Si hay algo que os pueda dar
en su venida cuidado,
es solo el haber entrado
empezando a granjear,
que ese prudente valor
ha entrado ganando amigos
para hacer los enemigos
menos y rendir mejor.
Y cuidado es menester,
que los capitanes sabios
que entran deshaciendo agravios,
muy cerca están de vencer (vv. 1401-1412).
Entonces Caupolicán manda en embajada a Colocolo, para que diga a don García que se vuelva al mar si no quiere morir como Valdivia:
que solo le advierto yo
que ya el tiempo se acabó
en que estuvo introducida
su tirana potestad
y su ambiciosa intención
por divina imposición
de alguna oculta deidad (vv. 1422-1428).
Colocolo le previene de nuevo sobre la resuelta determinación de don García y le aconseja que no lo incite pasando al ataque:
Ya que siempre me decís
que en este valle araucano
sirvo de oráculo humano,
hoy mal camino elegís
si queréis amedrentar
al que de suyo nació
altivo y se resolvió
a morir o a conquistar (vv. 1437-1444).
[1] Esta entrada forma parte del Proyecto «Autoridad y poder en el teatro del Siglo de Oro. Estrategias, géneros, imágenes en la primera globalización» del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FFI2014-52007-P).
[2] Cito por Gaspar de Ávila, El gobernador prudente / The Prudent Governor, ed. de Patricio Lerzundi, Lewiston / Queenston / Lampeter, The Edwin Mellen Press, 2009, con ligeros retoques en la puntuación. Para más detalles sobre la comedia, ver Carlos Mata Induráin, «Del panegírico a la hagiografía: don García Hurtado de Mendoza en El gobernador prudente de Gaspar de Ávila», Hispanófila, 171, junio de 2014, pp. 113-137.
[3] El episodio del paso del Santísimo está también en el Arauco domado de Oña, y Lope lo incluye asimismo en su comedia homónima, donde el gesto de don García sirve como ejemplo de piedad y humildad, tanto para los indios como para los españoles.