En cualquier caso, de nuevo lo que me interesa ahora no son las peripecias del enredo de la comedia de Solís[1], en el que se ven involucrados todos los personajes. Sí quiero llamar la atención, en cambio, sobre la caracterización del doctor Carlino como falso médico (oficio habitual en la literatura satírica), que es además un embustero de tomo y lomo: «que aunque pese a quien pesare / del enredo y del embuste / soy en Madrid el yo autem» (p. 476)[2]. Pero, sobre todo, es también un grandísimo alcahuete. Ya nos dice don Lope del doctor que «es aquel por cuyo medio / entablé yo mis amores» (p. 468). Sabemos también que el doctor Carlino lleva anotados en un librillo todos sus negocios, «porque el ser buen alcahuete / quiere su cuenta y razón» (p. 487), según explicará él mismo.
Respecto a su ciencia médica, es totalmente falsa, inexistente. Carlino confiesa paladinamente a don Lope: «pues sabes que soy dotor, / y dotor de tan buen tino, / que sabré de unas tercianas / fabricar un tabardillo» (p. 489), es decir, que cambia y confunde unas enfermedades con otras. Cuando don Pedro le diga que lo conoce por el nombre que tiene en Madrid y por los aciertos de su ciencia, dirá en un aparte:
CARLINO.- Si en mi vida he visto libro, (Aparte.)
me lleve el demonio, ¿y tengo
toda esa fama? Ahora digo
que hace la medicina
milagros y basiliscos (p. 492).
Veamos más detalles caracterizadores de este médico matasanos. Al principio de la jornada II pide su mula (la mula, junto con la sortija, eran algunas de las señas externas que caracterizaban a los médicos; baste recordar el soneto burlesco de Quevedo que comienza «La losa en sortijón pronosticada…»); y se alude a sus recetas, ayudas y ventosas (p. 488). Pero Carlino continuamente yerra la cura a los enfermos (pp. 510, 511), y se muestra dispuesto a quemar sus Galenos (p. 522). Cuando le llaman para atender el desmayo de doña Leonor, trata de ocultar su desconocimiento de la ciencia curativa empleando diversos términos médicos, dichos a troche y moche, que son en el fondo pura palabrería para aparentar saber:
CARLINO.- Dadme, señora, la arteria
y veré si el movimiento
se dilata o se comprime,
porque si él está compreso
es menester ebulsión (p. 523).
Como vemos, emplea palabras raras, cultas, para tratar de impresionar a sus oyentes; en otras ocasiones será el empleo de latinajos. Él mismo reconoce finalmente delante de todos:
DOTOR.- Embustero soy a secas,
que el ser dotor es enredo,
y así como no lo soy,
para mi comer receto
sustancias de Celestina
a desmayos de Galeno (p. 527).
Es decir, para las enfermedades, para aquello que tiene que ver con la ciencia de Galeno, receta alimentos nutritivos de amores y alcahueterías. Y todo ello, «para mi comer», es decir, para su ganancia y sustento…
En otra ocasión cuenta Carlino a su esposa Casilda todas sus andanzas por Madrid en ese día, y entre otros negocios le dice que entregó un billete a una monja («fui de allí a dar un billete / a una monja», p. 511), y como todo le sale mal, «su madre» (entiendo que se refiere a la superiora del convento) le descubre, entra «como un fuego» y lo despacha airadamente. Se trata de una alusión muy breve, que no alcanza mayor desarrollo en el texto, pero que remite a otra realidad y a otro tópico satírico, el de los galanes de monjas (recordemos por ejemplo que, durante algún tiempo, el buscón don Pablos de Quevedo se dedica a esta ocupación)[3].
[1] Ver el portal dedicado a este autor, Antonio de Solís, en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, coordinado por Judith Farré Vidal. Recientemente se ha publicado su teatro breve: Judith Farré Vidal (coord.), Antonio de Solís. Teatro breve, New York, Instituto de Estudios Auriseculares (IDEA), 2016.
[2] Todas las citas serán por la edición de Sánchez Regueira, pero modernizando grafías y puntuación: Antonio de Solís, Comedias de Antonio de Solís, ed. crítica de Manuela Sánchez Regueira, Madrid, CSIC, 1984, 2 tomos.
[3] Ver para más detalles Carlos Mata Induráin, «La sociedad española aurisecular en el teatro de Antonio de Solís: El amor al uso y El doctor Carlino», en Hala Awaad y Mariela Insúa (eds.), Textos sin fronteras. Literatura y sociedad, 2, Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2010 (Ediciones Digitales del GRISO), pp. 133-152.