El primer movimiento literario clave del siglo XIX es el Romanticismo, que se extiende, grosso modo, hasta mitad de siglo . En la segunda mitad se impondrá el Realismo (que, llevado a sus últimas consecuencias, desembocará en el Naturalismo).
La palabra romántico es de uso bastante tardío; la primera documentación de su empleo en España corresponde al año 1818. Antes se utilizaba el término romancesco, aplicado a situaciones, escenas o escritos que se consideraban ‘extravagantes, extraños, exagerados, exóticos’. En 1823 Stendhal acuña la palabra Romantisme, y también romantique, con el significado de ‘novelesco’. En inglés se usa romantic en el sentido de ‘pintoresco, sentimental’ y en alemán romantich para designar lo ‘anticlásico’.
El Romanticismo supone una reacción contra el racionalismo del siglo XVIII. En Inglaterra, Francia y Alemania, se llega a la conclusión de que la pura razón no basta para explicar el mundo, las artes, las ciencias:
- Se da más importancia ahora a la fantasía, a la imaginación y a las fuerzas irracionales del espíritu.
- Se escriben obras menos «acabadas», menos perfectas desde el punto de vista formal, pero más íntimas, más subjetivas.
- Se predica la libertad máxima (tanto en el terreno político como en lo artístico). Un buen ejemplo lo tenemos en Espronceda, cuyos héroes gritan al viento que son absolutamente libres (baste recordar su célebre «Canción del pirata»).
- Los viajeros extranjeros consideran a España un país romántico. Para los hermanos Schlegel (Augusto y Federico), el romanticismo del siglo XIX es el mismo romanticismo de Calderón; por ello, en la génesis de este nuevo rebrote hay que situar la influencia de la tradición literaria española (el Romancero, el Quijote y todo el «desarreglado» teatro áureo, que es un teatro en libertad)[1].
[1] Esta entrada está extractada de la introducción a José de Espronceda, El estudiante de Salamanca, ed. de Mariela Insúa Cereceda y Carlos Mata Induráin, Madrid, Cooperación Editorial, 2005 (col. Clásicos Populares, 14). Considérese, por tanto, el texto como coautoría de Insúa y Mata.