Lo mejor de la producción de Cáncer y Velasco —y así lo ha destacado la crítica— lo constituyen, sin duda alguna, sus comedias burlescas, piezas dramáticas paródicas que se representaban en un escenario cortesano los días de Carnaval. Para García Lorenzo, nuestro autor repitió la fórmula burlesca con tanto éxito, que se convirtió en «el máximo representante de este tipo de piezas»[1]. Es autor de dos comedias burlescas en solitario, La muerte de Valdovinos y Las mocedades del Cid, y de otra escrita en colaboración con Juan Vélez de Guevara, Los siete infantes de Lara. Quizá sea también de Cáncer la titulada El amor más verdadero, Durandarte y Belerma, de autor incierto (se publicó a nombre de Mosén Guillén, que parece seudónimo bajo el que podría esconderse Cáncer o quizá Bernardo de Quirós).
Los siete infantes de Lara está incluida en El mejor de los mejores libros que han salido de comedias nuevas (Alcalá, 1651 y Madrid, 1653). En la Biblioteca Nacional de Madrid se conserva un manuscrito que atribuye la primera jornada a Cáncer, la segunda a Juan Vélez de Guevara y la tercera a ambos. Volvió a imprimirse en 1679 con título distinto, La traición en propria sangre, donde figura como «De un ingenio de esta Corte». Se representó en 1650 ante Felipe IV; la pieza se concibe, por tanto, al igual que las demás del género, como una diversión palaciega, para ser representada delante del monarca y los nobles principales. Hay una edición moderna de Taravacci[2] (1998). Micozzi (1992) ha estudiado esta comedia basándose en el análisis de los personajes, aunque sin insertarla en el contexto interpretativo de las burlescas. En su opinión (que es también la de Menéndez Pidal), esta reelaboración de los episodios más significativos de la leyenda de los siete Infantes de Lara imita El traidor contra su sangre, de Matos Fragoso, El bastardo Mudarra, de Lope, y algunas escenas de La gran tragedia de los siete Infantes de Lara de Alfonso Hurtado de Velarde[3]. En realidad, más que seguir esas comedias concretas, Cáncer y Vélez de Guevara parodian todo un ciclo temático recogido en el Romancero: la muerte a traición de los infantes y la posterior venganza de su hermanastro Mudarra, tema que había alcanzado una enorme difusión. Ya Crespo Matellán señalaba que los autores no siguieron al pie de la letra las obras de Lope y Matos, «porque su propósito no era ridiculizar una de estas dos obras concretas, sino parodiar un tema que, por lo divulgado, contaba de antemano con la favorable acogida del público»[4].
La obra empieza con un chiste a propósito de las quejas de doña Alambra (o sea, doña Lambra) por la muerte de su hermano:
ALAMBRA.- Hoy la muerte de mi hermano
pagaréis, y la puñada
que le disteis tan bien dada.GONZALILLO.- El rey juzgará la mano (Jornada I, vv. 1-4).
Y todo sigue en el mismo tono de burla disparatada: los agüeros que asaltan a Nuño Salido y los infantes; la presentación de las siete cabezas a Gonzalo Bustos (aquí se le ofrece un plato con siete cebollas);
o el reto de Mudarra a Ruy Velázquez, aceptado en presencia del rey (nótense los latinajos humorísticos con que se remata el pasaje):
REY.- Ruy Velázquez, ¿qué decís?
VELÁZQUEZ.- Que este morillo bergante
podía decírmelo a mí
a solas.REY.- No tiene el lance
remedio.VELÁZQUEZ.- Pues que lo aceto.
REY.- Pues morillo, vade in pace,
que está ya admitido el reto.MUDARRA.- Pues gran rey, orate frates (Jornada III, vv. 1175-1182).
En la escena final, Mudarra se niega a bautizarse alegando que está en ayunas y Almanzor argumenta que sería acción más piadosa bautizar a un cristiano…[5]
[1] Luciano García Lorenzo, «La comedia burlesca en el siglo XVII. Las mocedades del Cid de Jerónimo de Cáncer», Segismundo, 25-26, 1977, p. 132.
[2] Jerónimo de Cáncer y Velasco y Juan Vélez de Guevara, Los siete infantes de Lara, ed. de Pietro Taravacci, Viareggio, Mauro Baroni Editore, 1998. Hay otra en preparación a cargo de Carlos Mata Induráin.
[3] Ver Patrizia Micozzi, «Juan Véles [sic] de Guevara-Jerónimo Cáncer: Los siete infantes de Lara (fiesta que en 1650 se representó a su Majestad el rey Felipe IV)», en Antonio Vilanova (ed.), Actas del X Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Barcelona, 21-26 de agosto de 1989, Barcelona, PPU, 1992, vol. II, p. 1033.
[4] Salvador Crespo Matellán, La parodia dramática en la literatura española, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1979, p. 22.
[5] Para más detalles remito a Carlos Mata Induráin, «Modalidades de la jocosidad disparatada en la comedia burlesca del Siglo de Oro: Los siete infantes de Lara», en Actas del V Congreso Internacional de Hispanistas, Málaga / Granada, Editorial Algazara / Ayuntamiento de Santa Fe / Diputación Provincial de Granada, 1999, pp. 491-512; y «Cáncer y la comedia burlesca», en Javier Huerta Calvo (dir.), Historia del teatro español, vol. I, De la Edad Media a los Siglos de Oro, Madrid, Gredos, 2003, pp. 1069-1096. Esta entrada forma parte de los resultados de investigación del Proyecto «Identidades y alteridades. La burla como diversión y arma social en la literatura y cultura del Siglo de Oro» (FFI2017-82532-P) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España (Dirección General de Investigación Científica y Técnica, Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia).
Sígase, por favor, con lo burlesco de don Jerónimo, para mayor jolgorio de los que le amamos su cuna.
Se sigue, se sigue, todavía por unos días más…
Vienen, sí, más entradas sobre las comedias burlescas de Cáncer, pero hay que tener paciencia, porque van alternando con otros temas: cada tres días hábiles (de lunes a viernes) le toca a don Jerónimo salir a la palestra… Abrazos,
Carlos